59. La que tiene tu corazón guardado

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~ Ruth ~

Me despertó el ladrido del perro del vecino. Miré la hora en el móvil. Las cinco de la madrugada. Alargué el brazo hacia Villa y me extrañó. Estaba mojado. Le palpé la cara. ¡Estaba ardiendo! Tenía el pelo empapado al igual que el cojín que había utilizado de almohada.
- ¡Villa!- le llamé, pero no se inmutó- ¡Juan Pablo!- le zarandeé.

No se inmutó. Me levanté de un salto a encender la luz y le quité la manta que le cubría. Tenía la camiseta totalmente mojada en la zona del pecho.
- Juan Pablo, por favor, ¿qué te pasa?- sollocé al borde de un ataque de histeria.

Cualquier persona hubiera llamado al 112, pero mi número para emergencias siempre había sido Sergio.
- Tranquilízate. No te estoy entendiendo nada- me pidió totalmente despierto ante mi estrés.
- Villa está ardiendo, totalmente empapado... Y no me responde... No sé qué hacer, Sergio- rompí a llorar.
- Ruth, escúchame y mantén la calma. Necesito que te calmes.
Me sequé las lágrimas y respiré hondo.
- Sí, sí. Estoy.- le dije.
- Voy a llamar a urgencias. Ten el móvil a mano porque te volveré a llamar. Intenta que se despierte.

Colgó y comencé a abofetear a Villa. Al principio ligeramente, luego más fuerte. Abría los ojos y balbuceaba cosas sin sentido. Finalmente, conseguí que se mantuviera con los ojos abiertos.
- Villa... Por favor...

Sergio llamó al cabo de unos minutos.
- Ruth, me dicen desde urgencias que probablemente sea un golpe de calor por las altas temperaturas que vivió ayer. Mételo en la bañera con agua fría para bajarle la fiebre. Van para allá. ¿Podrás hacerlo? Voy para tu casa yo también.
- Gracias Sergio- y colgué.

Le fui quitando la ropa a Villa. No fue fácil. No sólo se le quedaba pegada a la piel sino que él también se agarraba a ella ante la tiritona que sufría.
- Ayúdame, por favor- le grité al final.

Le puse de pie. Él colaboraba como podía. Lo conduje hasta la bañera semidesnudo y la comencé a llenar de agua fría. Él tiró de mi camiseta tan fuerte que creí que me la arrancaría. Le castañeaban los dientes. Le comencé a pasar la esponja suavemente por el pecho, la espalda, bajo los brazos, la nunca y la cara bañada en sudor. Con la alcachofa le mojé el pelo. Villa seguía enganchado a mí y yo también me mojaba. El agua estaba helada.
- Lo siento, lo siento- repetía cada vez que él me lanzaba una mirada lánguida, como pidiéndome compasión.

Finalmente, lo saqué de aquella agonía. No sabía cuánto tiempo tenía que tenerlo así y el personal de emergencias no llegaba.

Lo envolví en una toalla y lo senté en mi cama. Le toqué la frente que parecía haberse enfriado.

- Voy a por el termómetro ¿vale? Quédate sentado aquí.

Salí corriendo de nuevo al baño u encontré el termómetro en uno de los cajones. 38°C. Le tenía que haber bajado sí o sí. En ese momento, llamaron al timbre. Me alegré tanto que les hubiera besado a cada uno de los técnicos que pasaron a casa.

Volvieron a tomarle la temperatura y le pusieron una inyección para bajarle la fiebre. Me explicaron que los golpes de calor suelen darse tras exposiciones a temperaturas altas. Lo más normal es que se den en el momento, pero a veces se producen después, cuando el cuerpo ya no está tan activado.
- ¿Necesitarás ayuda? ¿Quiere que avisemos a alguien?- me preguntó el enfermero.
- Está viniendo un amigo- contesté nerviosa.
- Ya ha pasado. Relájate. Lo has hecho muy bien.
- Bfff... Lo he pasado fatal.- admití.

Cuando se marcharon, Villa comenzaba a recuperar la consciencia y me ayudó a vestirle. Intenté preservar su intimidad de la mejor manera posible y él lo agradecía. Para cuando Sergio llegó, ya dormía en mi cama.
- Estás hecha una campeona- me felicitó.
- No puedo más. Te juro que no puedo más.- me dejé caer sobre él.
- Demasiadas emociones fuertes en un solo día. No te preocupes. Iré al hospital a que me den el parte de hoy y os lo transmitiré. Es mejor que os quedéis descansando. Os traeré algo a la hora de comer.
- Tengo dos manos. Puedo cocinar.
- ¿Ahora que Villamil está estable? ¿Quieres intoxicarle o qué? No olvides que yo he probado tu comida- bromeó. Le asesiné con la mirada, pero Sergio observaba a Villa que recuperaba su tono de piel habitual- No tiene ni idea de la chica que se está perdiendo.

Le pegué una chapada en el brazo. Odiaba que me lisonjeará y lo sabía.
- A un café no me dirás que no, después de haberte sacado de la cama...
- Por favor. Necesito un estimulante en vena- accedió.

Era el mejor amigo del mundo.

Cuando Villa despertó, Sergio se había marchado y él no tenía fiebre y parecía cohibido. Recordaba lo sucedido como en flashes.
- Qué pena con usted, Ruth... No sé qué decir...
- No digas nada. Me asustaste muchísimo, pero me alegro que todo haya pasado y te encuentres mejor.
- ¿Y ya?
- ¿Cómo?
- Ayer me deseó las buenas noches con declaración de amor incluida. Hoy me cuidó cuando estaba mal... ¿Y qué más? ¿Nos quedamos así como hasta ahora?

Aquel tono me sorprendió. Me estaba vacilando e insinuándose a la vez. Le coloqué una mano sobre la frente y puse cara de no entender.

- Fiebre no tienes. ¿Te habrás quedado tonto para siempre como efecto secundario?- me burlé de él-Yo he puesto la mayor parte del esfuerzo. Y tú todavía no has arriesgado ni un poquito.
- Te besé, ¿te parece poco?
- ¿Y? Puedes besar a cualquiera y no significar nada. Yo sueño con un amor compañero. ¿Crees que me vas a enamorar sólo con un beso?
- ¿Qué quieres decir?
- Que busco una relación de amistad y ternura, de equipo y empatía, de respeto y lealtad. Donde los besos y las canciones sean el mejor añadido. No sé, piénsalo.- jugué.
- Está bien.- suspiró hondo, me sonrió e hincó una rodilla en el suelo.
- ¡Villa!! No. Eso no. ¡Levántate! No seas cursi...- le hice levantar entre risas- Lo que me tengas que decir, dímelo a mi altura. De igual a igual.
- Corro el riesgo de tener que besarla antes de terminar, pero tú lo has querido.- carraspeó- ¿Lista? Porque lo que tengo que decir es... Que desde que te conozco, he pasado por muchos momentos, he cambiado, he cometido muchos errores, he sido un estúpido... Y tú... me has ido mostrando quien eres, las diferentes partes de ti, tu historia y el enigma de tu interior se ha ido abriendo para mí... Conozco lo peor de ti y también he visto tu bondad, tu fortaleza... Eres increíble, Ruth. Y... Con el paso de los años, de la distancia... ¿sabes qué fue lo único que no cambió? Tú. Has estado aquí y aquí.- se señaló el pecho y la frente- No he dejado de amarla ni por un segundo. Estoy enamorado como un adolescente- soltó una risita- La admiro. Me gusta todo de ti. Y cuando ayer me preguntó sobre lo que pensé cuando la explosión, la respuesta es usted... Siempre.

Coloqué mis dedos sobre sus labios y le hice callar. ¿Alguna vez has sentido la felicidad como una droga corriendo por tus venas? Porque era lo que yo sentía. Le quería tanto que se me iba a desbordar el corazón por los lados. Todo el mundo debería ser merecedor de ese amor tan grande que abraza a tu niña interna, cura todas las heridas y te hace sentir invencible al lado de esa persona.
- Has dicho que no ibas a poder terminar sin besarme. Y ha llegado el momento de que lo hagas.- pedí mientras mis rodillas se volvían de gelatina.

Villa se acercó aún más a mí y me abrazó por la cintura. Cerré los ojos, mientras una corriente eléctrica subía por mi espalda y me erizaba la piel. Luego llegó su beso, primero cerquita de mis labios e inmediatamente después, sobre ellos.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Where stories live. Discover now