20. Me devolviste el miedo

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~ Ruth ~

Era increíble. Habíamos pasado toda la noche juntos y había durado un suspiro. No me había sentido extraña, al contrario, había estado con un igual, a pesar de nuestras diferencias. Villa entendía el arte y la creatividad como yo.

La belleza que encerraban tantos momentos a lo largo de la madrugada, me elevaban varios metros por encima del suelo. Lo había tenido tan cerca que había sentido el roce de su piel, su voz enlazándose con la mía, su corazón derramándose en mil letras. Y habíamos hablado de tantas cosas... ¿Cómo explicar la sensación que me invadía sin traicionarme a mí misma? Si la corriente eléctrica que me sacudía cada vez que nuestras miradas coincidían, hablaba por sí sola.

Villa deseaba expresar cada emoción. "La idea de cuando uno conoce a otra persona y se da cuenta que es esa persona con la que quiere estar, pero por motivos de la vida, se convierte en un amor imposible, aunque uno intenta buscarle el quiebre y encontrar una solución. Pero, al final, sólo lo puede vivir en su intimidad, cuando está solo en casa y crea otro mundo donde todo es posible", quiso resumir las primeras estrofas de una canción incompleta que no sabía cómo continuar.

"Y ahora entiendo cuál es mi papel, nos queremos cuando nadie ve.
Las balas perdidas de este amor,
prefiero no verlas en mi piel.
Si me preguntan por ti,
diré que es mentira,
que toda la vida
he soñado contigo."

Cantó con su voz ronquita. Y por un segundo, me pregunté si hablaba de mí, si él podía sentir cosas por mí a pesar del tiempo o si a mí se me notaría mucho el maremoto que provocaba en mi interior.

No llevaba ni hora dormida, cuando me comenzó a vibrar el móvil sobre la mesita de noche. Lo revisé con un vistazo somnoliento. No iba a contestar a no ser que intuyera que podía ser algo urgente. "David", leí en la pantalla y colgué. Él siempre inoportuno. ¿Qué querría esta vez? Pedirme dinero como siempre y de paso darme lástima. Media hora más tarde volvió a sonar. Esta vez era Sergio.
- Ruth, ¿estás en casa?
- Sí, ¿qué ocurre?- contesté adormilada.
- ¿Estás en la cama todavía, bella durmiente?
- He tenido una noche de insomnio. No sólo los artistas tenéis derecho a ser unos bohemios- bromeé.
- Tengo una noticia que te va a despertar de golpe: ha llamado tu hermano. Esta en Madrid.
- Que le den- bufé mientras me incorporaba.
- Ruth, es importante. Dice que no le respondes a las llamadas. Habla con él. Y llámame ni me necesitas.
- ¿Qué te ha adelantado?
- Está ingresado en el hospital, Ruth.

Sergio me esperaba en la entrada del hospital. Le agradecía que estuviera allí, no sabía si podría soportar la presencia de mi hermano, sus mentiras y sus problemas, en los que intentaba involucrarnos. Cuando subimos a su habitación, estaba levantado, fumando en la ventana. Muy flaco y con greñas. Su compañero de cuarto no estaba, aunque tenía la cama revuelta.

- No se puede fumar en las habitaciones de los hospitales- dije para advertir de nuestra llegada.
- Hermanita... Qué alegría verte. Y a ti también, artista, que te escucho en la radio- se acercó a abrazarnos, pero no se lo devolví.
- ¿Qué ha sido esta vez, David?
- Casi te quedas sin tu hermano favorito- sonrió, enseñándome los antebrazos. Se había hecho varios cortes. No era la primera vez que se autolesionaba.
- Espero que no les hayas avisado a papá y mamá- tanteé, manteniendo la compostura y la frialdad.
- Te lo prometí ¿no? Nada de darles disgustos.
- Bien y ¿qué quieres?- fui al grano.
- Necesito un hogar al que ir cuando salga del hospital.
- ¿Y dónde vivías hasta ahora?
- Ya sabes... De aquí para allá.
- Pues ya te buscarás la vida, como siempre.
- Necesito estabilizarme. Déjame ir a tu casa. Sólo un par de meses, hasta que encuentre otra cosa.
- No. Si quieres estabilidad, empieza tratamiento en una comunidad terapéutica y busca empleo.
- Pero Ruth...

No quería escuchar más y me piré de la habitación. Fui directa a hablar con la trabajadora social para pedirle que convenciera a David que pasara del hospital a una clínica de deshabituación. Hablaría con él, pero no podía asegurarme nada. Lo sabía. La libertad en manos de determinadas personas era una mierda, un arma de doble filo. Pero yo no iba a quedarme a verle morir por no dejar la droga ni el juego.

Sergio caminaba en silencio a mi lado de vuelta a casa. Me sentía enfadada, malhumorada, tensa y molesta porque en el fondo, me preocupaba. Nadie lograba cabrearme tanto como David.
- ¿Qué día os vais para Málaga?- le pregunté.
- En dos días, ¿por?
- Perfecto. Iré con vosotros. Para ver a mis padres. Estoy segura de que cuando David vea que se le acaban las opciones, les llamará y no quiero que se enteren. Bastante tienen ya.

Mis padres residían en Granada, así que los chicos podían acercarme antes de desviarse hacia Málaga.

Esa misma noche, mientras hacia la maleta, recibí una llamada de Villa.
- ¿Cómo que te marchas?- preguntó atónito.
- Me ha surgido un problema familiar muy importante- expliqué- Vosotros, ¿hasta cuándo os quedáis?
- Un mes más o menos. Y volvemos para la gira a finales de noviembre. Podemos despedirnos mañana.
- No soy la mejor compañía, Villa...- alegué.
- No me importa. Si estás mal, quiero estar contigo. Déjame ejercer de amigo. Por favor.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora