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Salimos de la casa de Ian, sanos y salvo

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Salimos de la casa de Ian, sanos y salvo. Pero había algo que no me dejaba estar bien conmigo misma. Algo que aún me atormentaba.

Lo que me había dicho Dylan, me quedó rondando por la cabeza, ¿no tenía tíos? Entonces, Aaron me había mentido.

Me pregunto si solo dijo eso para sacarme información, si solo lo hizo para estar más cerca de mí o si él tiene que ver con la desaparición de Cloe...

La duda invade completamente mi ser, necesito respuestas, y la única forma de obtenerlas, era por el mismo Aaron, pero dudo que él me las dé.

Además, él no aparece desde la otra noche, me pregunto dónde estará...

A pesar de que en este preciso momento, dudo de él, aún me preocupa que algo le estuviera pasando. Quizá está varado en algún lugar sin poder volver... Quizá por querer ayudarme, lo secuestraron a él también.

—¿En qué piensas, frutillita?— pregunta Dylan, intrigado.

Entonces, pensé, si voy a la casa de Dylan, podría entrar a la habitación de Aaron, buscar algo que podría delatarlo de que es una especie de infiltrado o quizá que sí tiene parientes policías.

—En que no quiero volver a casa, cachetes —respondí—. ¿Y si vamos a tu casa y vemos películas?

Una sonrisa picarona se formó en su rostro y preguntó:

—Veremos películas o... veremos películas —las últimas dos palabras lo dijo en un tono seductor, haciéndome entender sus intenciones.

—Veremos películas. Maldito psicópata sexual.

—Lían dice que también quiere ir, pero él si quiere ver a la bestia peluda —agrega Mel y Lían se mantiene con la mirada en el suelo sin decir una sola palabra —¿Ya ves? No dice una sola palabra.

—El que calla otorga —menciona Dylan, en apenas un susurro y con una expresión picarona, dando a entender que le gustó la idea. —Bien, ¡iremos a tener una orgía! —grita.

Todos nos llevamos la mano a la cabeza en señal de frustración ante nuestro amigo psicópata sexual.

Dylan después de un rato, trató de sacarme la conversación del tío policía, pero la esquivé de inmediato.

Llegamos a la casa y en la puerta encontramos a dos personas conocidas. Los hermanos Evans.

Ander llevaba una perfecta sonrisa en su rostro, mientras que Emilia, tenía una expresión fría. Quisiera saber si era así solo cuando yo estaba cerca o, ya era parte de su personalidad.

—Qué afortunados somos para merecer esta bella presencia —comenzó a hablar Ander

—Alto ahí Romeo, no vine a verte a ti— respondió Mel

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