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😏El sueño con el mismísimo Ares Hidalgo 😏

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😏El sueño con el mismísimo Ares Hidalgo 😏

🤧Ah, y que el abuelo está estirando la patita. 🤧

Decido abrir la caja antes de que empiece a sacar conclusiones en vano, y lo que veo ahí me pone tensa de un momento a otro.

Era unas pequeñas fotos, unas Polaroid... de esas que son pequeñas del tamaño 10×9. Pero las Polaroid no me llama la atención, sino lo que captan esas fotos... Son fotos del momento del secuestro de Cloe. ¿Pero cómo? ¿Cómo llegó esto aquí?

En la foto se ve cómo Cloe es llamada por una persona a la que no se le ve la cara, pero si se ve perfectamente la gorra de los AL como habían dicho las personas testigos de ese día.

Mi corazón empieza a latir con fuerza y mi cuerpo comienza a temblar.

¿Qué se supone que tengo que hacer?

Según los alrededores y los mismos policías, dijeron que no había cámaras en ese lugar -lo que me pareció raro porque era un lugar público donde casi siempre hay cámaras-, pero las fotos muestran una distancia de la cual pudo haberse tomado desde unas de seguridad.

Y no solo eso, en la caja hay algo más...

Un pequeño papel. Donde menciona que no debo hablar con mis padres de esto.

¿Quién habrá sido el que lo mandó?

No había nadie más que Aaron y yo en mi habitación, y dudo mucho que él haya sido. No ha habido momento para ponerlo, teniendo en cuenta que he mirado cada segundo sus movimientos. Aunque...

Apenas llegué, él ya estaba en mi habitación, y solo...

Ash, piensa Lena, piensa.

Con lo que he pasado hoy; no creo poder pensar nada. Así que solo dejo la estúpida caja en el suelo y me acuesto a dormir.

# NO SIGAS LEYENDO. ANDÁ DIRECTO AL SIGUIENTE CAPÍTULO Y DESPUÉS VOLVÉ ACÁ. #

Lo veo ingresar a mi habitación a través de mi ventana, tan lindo, tan sexi con esa sonrisa encantadora digna de un dios griego.

Era Ares Hidalgo, mi personaje literario favorito. Era él, entrando por mi ventana como lo hacía en el libro.

Entra una brisa refrescante por la ventana abierta y el mismísimo Dios Griego se acerca hacia mí, paso a paso, hasta que la cama se interpone en ellos. Pero eso no lo detuvo, claro que eso no iba a detenerlo. Se subió a la cama moviéndose tan suavemente que yo no podía parar de lamerme los labios.

De repente, estábamos frente a frente, se mordió los labios y se asomó a mi oreja para susurrarme algo:

—Qué fea eres, nena —susurró en mi oído

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