un final feliz para Aaron.

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Narra: autora

Siempre dije que la vida es cruel, pero justa. Que los finales felices solo existían en los cuentos. Pero en la vida de Aaron, hacía falta un final feliz.

Quizá él no hizo gran cosa. No es como que haya descubierto la cura para el cáncer. Pero, a pesar de todo eso, él sí que lo merecía. No había hecho más que sonreír a pesar de su interno dolor, y fue solo por una promesa a su amada.

Él sabía que se estaba muriendo, y aun así, decidió ignorar eso y buscar a su amor perdido.

Hace muchos años:

—Dime que podemos hacer algo por él, comprenda que es mi bebé... —suplicaba aquella madre, entre lágrimas por la noticia que el médico acababa de darle —¿Cuánto tiempo le queda?

—Eso no lo sabemos con exactitud, todo dependerá de la fortaleza de Aaron.

Aaron, un niño que jamás había conocido a su padre, serio, sin sonreír una sola vez en su vida, se había enterado de que estaba a punto de perder la vida.

El niño ni se inmutó cuando se enteró, pero le dolía el hecho de que su madre sufra por él.

—¿Me vas a dejar solo hermano? —preguntaba aquel niño albino a su lado.

Dylan, todo lo opuesto a Aaron, sonriente, Albino y tierno. Mellizo de nuestro querido amiguito pelinegro.

—Tienes que cuidar a mamá —la voz del niño se escuchaba fría, y su rostro no reflejó sentimiento alguno.

—Nosotros nos teníamos que casar de grandes, me dejarás viuda antes de tiempo —lloraba la pelirroja a su lado, su mejor amiga, Emilia.

—Yo no entiendo nada, pero ¿quién va a jugar a la guerra de pintura conmigo?— preguntaba un niño pelirrojo. Era Ander, hermano mellizo de Emilia.

—El de la bata blanca dijo que todo depende de Aaron —añadió Dylan

—Significa que estamos perdidos. Lo siento, Pandi.—soltó Ander

—Calla, idiota —Emilia se acerca y golpea a su hermano— Él va a poder. ¿No es cierto, Pandi? Jamás nos dejarías solos

Por mucha charla que quisieran sacarle, el niño en la camilla no hablaba. Poco después, entró un médico al hospital y sacó a los niños de la sala.

Aaron se recostó, y con el tiempo se quedó dormido.

Mientras tanto, en otra parte del hospital, había una niña sonriente a la espera de su querida madre que estaba haciéndose un estudio de embarazo. 

—Me aburroooo —habló la niña

—Lena, si vuelves a decir "me aburro" le diré al doctor que te inyecte una vacuna.  —Contestó la Tía de Lena.

—¡Me aburro!

—Sabes qué, toma —le mujer sacó unos billetes de su cartera—Ve a buscar dulces por el hospital y piérderte.

La niña feliz empezó su búsqueda por dulces. Una vez que los consiguió, decidió inspeccionar el hospital. Entró en muchas sala y charlaba con cada uno de los pacientes.

Hasta que entró en la sala donde se encontraba aquel niño triste de pelo negro. Emocionada, Lena entró feliz por hacerse un nuevo amigo.

—Hola, me llamo Lena, pero mi familia y amigos me dicen Len.

Nada... No hubo respuesta, ni siquiera el niño la miró

—¿No te han enseñado que cuando alguien te habla tienes que contestar?

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