🍭Extra🍭

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Dylan Anderson

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Dylan Anderson

—¡Metelo más fuerte! —exigió Lían. Mientras que yo ponía todas mis energía en esto.

—¡Pero no entra en el agujerito! —respondí. Por muchas garras que le ponga, no entraba.

—Empuja más fuerte! —ordena.

—¡Estoy empujando! ¿Qué no sentís?

—Ponle algo para que pueda entrar, terminemos antes de que llegue Lena.—ordenó.

—Pero el agujero es muy chico, por mucho que le ponga, no va a entrar — su mirada viaja hasta abajo.

—¡Tremenda cosa quieres meter en este diminuto agujero!

—Cualquiera que escuchara pensaría que están haciendo cosas impuras —entraron Mel y Emilia a la habitación —. ¿Tanto les cuesta armar una maldita cuna? Nosotras ya armamos la otra.

—Cállate, las mujeres están evolucionando o algo así, hacen todo muy fácil —agrega Lían.

Mel se acerca lo suficiente para golpearlo.

—No hables así de las mujeres, idiota.

—Pero es un cumplido, maldita feminista alocada.

Pasamos un rato tratando de armar la cuna que faltaba, pero Lena, llegó antes.

—Yo sabía que no iban a poder, par de inútiles.

—Mierda, me hicieron perder la apuesta. Y yo que les tenía fe, mamertos —reclamó Ander a su lado.

—Si, si, lo que digan. ¿Dónde están mis ahijados? —pregunté, entusiasmado

—¡Acabo de parir! Merezco un "Hola Lena, ¿cómo estás?" Ni para eso sirven.

Lena seguía hablando, pero nadie le hacía caso, todos estábamos embobados con la llegada de los bebés.

Si, el Gen mellizo lo hizo de nuevo y, me dieron dos lindos sobrinos, a los que le pusieron de nombre

Ainhoa Narela Anderson, a la bella nena

Y al niño bonito lo llamó como su padre, incluyendo el nombre Alex. Quedando así como:

Aaron Alex Anderson.

Fue un pedido especial de mi parte que dejara el nombre de mi hermano, así cuando lo vea correr por todos lados, me recuerde a cuando Aaron y yo éramos chicos y correteábamos por todas partes.

¿Cómo me siento con respecto a Aaron?

Por mucho tiempo me he sentido solo en el mundo, a pesar de que tenía a mi mellizo siempre al pie del cañón conmigo.

Pero... Ahora siento la soledad más que nunca.

Trataba de engañarme a mi mismo que Aaron seguía en el hospital, o que simplemente se había ido a algún lugar y que solo tenía que esperar a que regrese. Pero esa no era la realidad. Lo cierto era que mi hermano ya no estaba conmigo y que ya no iba a regresar

Y fue entonces donde pude sentir su ausencia y la verdadera soledad con la que cargaba.

Su alma se marchitó, sus chistes se esfumaron, su vida... Se acabó.

Llevándose así una parte de mí, y mi identidad como su mellizo.

¿Y ahora qué me quedaba?

¿Quién era yo?

¿Soy ese que hace chistes sexosos solo para hacer reír a los demás?

¿O soy ese que al final del día se la pasa llorando por una pérdida?

A pesar de tener a todos mis amigos cerca, me sentía solo. Y eso causó la pérdida de mi hermano, eso me dejó, pero estoy bien. Ahora con el nacimiento de los mellizos, voy a estar mejor.

—Arriba ese ánimo, no me digas que te podrás a llorar...— se burla Emilia.

Ella sabe perfectamente cómo me siento. Se estuvo quedando conmigo para hacerme compañía, la casa se sentía sola sin él y sin mi madre, así que decidí que se quede a vivir conmigo junto con Ander. Ellos aceptaron de inmediato, también les hacía bien estar conmigo, así que la ayuda era mutua.

—Solo Necesito mi botella de vino, ¡Lena, trae el vino, hay que celebrar!

—Es un nacimiento Dylan. No una final de un partido de fútbol que celebrar — habla Mel

—Mira, mi dama de los pitos —oigo la risita de Emi— el vino, se toma en todo momento. ¿No sabes que es la sangre de CRISTO?

—Pero lo vas a dejar sin sangre, pobre hombre. Además, ¿DESDE CUÁNDO ERES RELIGIOSO?

—Desde ahora —contesto y bebo del vino que me trajo Lena— el vino es lo mejor que se pudo haber inventado. Claro, después del sexo.

—Si, si, lo que digas —rueda los ojos en señal de frustración, ellos no entienden nada.—¡Se están despertando!— grita Mel al observar a los bebés.

—Como para que no se despierten, ¿acaso tienen un megáfono en la boca o qué? —regaña Lena.

Todos nos acercamos a los bebés y veo cómo ambos niños tienen los ojos del padre, de mi hermano...

—Bienvenidos al mundo, sé que... su papi no está con nosotros... Pero miren, tienen una madre espectacular, tres tíos preciosos, y dos tías adictas a los Pi... — antes de terminar, Mel me da su famoso "Correctivo" —lo siento, tienen dos tías que los acompañarán toda la vida.

La sonrisa de ambos bebés me recordaron a él.

Hermano, jamás creí en el cielo, pero me gusta creer que en este momento estás ahí viendo todo lo que hacemos. Nacieron tus bebés, ¿estás feliz...? Tienen tu sonrisa, tienen tus ojos...

Sea donde sea que estés, te prometo que cuidaré de ellos como si fueran míos.

Te amo, hermano.

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