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Judie:

Labios posesivos y manos fuertes en mis mejillas. Es así como se siente ser besada por Scott Bramston.

Al menos al inicio, porque sus labios te quitan el aire cada segundo, te nubla el pensamiento y te hace querer cuestionarte porque lo haces, porque le devuelves el beso cuando es un desconocido.

Jadeo y mis ojos se abren con lentitud, hasta que los tengo totalmente abiertos. Reacciono y pongo las manos en su pecho, alejándolo de mí.

Y le abofeteo el rostro con fuerza.

El pintor retrocede, mirándome sorprendido y con los labios hinchados tras darme ese delicioso beso, su mano se ubica en su mandíbula y se vuelve hacia mi otra vez.

—¿Qué?... —Parpadeo confundida.—¿Qué ha sido eso, caballero?

Los ojos de Scott me examinan.—¿No me reconoces, Ninfa?

¿Ninfa?

Baja la mano y se acerca a mí.

—¿Vas a decirme que no sabes quién soy?

—Se quién es usted, Scott Bramston.—Responde y sus ojos se muestran felices. Parpadeo intentando comprender su actitud.—Pero no nos conocemos... y no.

Me llevo la mano a los labios.

—No puede besarme así.

—¿Por qué me hablas de usted?

Lo miro y retrocedo, lo mejor que puedo hacer ahora es huir.

—Espera..—Me pide al notar mis intenciones.—No te vayas a ir.

Niego despacio y acelero mis pasos, yendo por el lado contrario al que se encuentra. El corazón me late muy rápido y siento que va a explotar cuando escucho sus pasos siguiéndome.

Giro.—¿Por qué está siguiéndome, caballero?

—Porque tu estas corriendo.

Esa no es una respu..

Me atrapa. Llega hasta mí y me toma del brazo, los ojos se me abren y antes de darme me a acorralado contra uno de los pasillos, sobre la pared.

No hay nadie cerca, mala señal.

El corazón se me vuelve a acelerar. ¿Por qué hace esto?

¿Scott Bramston es esa clase de hombres?

No, no lo es y aunque no lo conozco, quiero creer que no, soy amante del trabajo de su difunto padre y sería muy decepcionante para mi descubrir que ese hombre crio un hijo como el que pienso que podría ser, además también me niego a aceptarlo porque es un lugar público y es una exposición donde también se encuentran sus obras, que alguien nos vea en esta situación mancharía su reputación de pintor.

—No huyas de mi.—Me exige mirándome a los ojos, muy cerca.

—Por favor... por favor no me hagas daño.

Los ojos se le abren, enseguida junta las cejas y hace un poco de espacio entre nuestros cuerpos, aunque aún lo tengo encima.

—Yo jamás te haría daño, mi ninfa.

Mi ninfa.

No sé por qué el corazón se quiere salir de mi pecho, después de que mis oídos oyeran esa frase.

—¿En serio no te acuerdas de mí?

Hago recopilación de hace unos meses, la última vez que lo vi.

Somos ArteWhere stories live. Discover now