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Scott:

Cuando ocupo mi lugar en la sala no se me desborda la emoción al ser juez para descubrir nuevas gemas ocultas del arte, además ponerme en los zapatos y menos, comportarme como un crítico nefasto no era lo mío, porque al final aunque mi voto estaba entre a quien íbamos a elegir y a quien íbamos a despreciar, lo quisiera o no me encontraba en posición de esos críticos que tanto he maldecido y eso me irritaba o al menos fue así hasta que empezaron a presentar las obras y comencé a encontrar esas gemas por descubrir.

Y lo que más me atrajo fue la diversidad de la pintura de estos jóvenes, desde tonos de realismo a arte abstracto y arte pop, que, aunque algunas no fueran mis favoritas, idolatre el hecho de los bien y el tiempo que se nota que se esforzaron por su pintura.

Si pudiera elegir más de un ganador lo haría.

Al final solo di mi voto y entre los jueces llegaron a la decisión, de que la pintura donde destacaba el arte rupestre fuera el ganador.

Le ofrecí la mano al ganador, como todos y las cámaras nos pidieron juntarnos para una fotografía en el mismo museo, mientras el sostenía su pintura.

—¡1...2...3!. —Cuenta el fotógrafo, mientras flashes más cortos nos dan en la cara, flashes de periodistas mucho más atrás que el fotógrafo principal. —¡Listo!

Saca como tres fotografías y termina, el joven francés nos agradece otra vez a los jueces y se acerca a sus padres, quienes lo observo con orgullo. Lo abrazan y mi atención se quita de ellos.

Bueno, lo logró. Su pintura estará en este museo, comprendo la emoción, es prácticamente la misma que tuve al ver mi primera pintura en un museo, aunque para él debe ser un acontecimiento más feliz, porque yo tuve los medios, tuve el apellido y estos chicos no.

—Señor Bramston.

Reconozco el acento ruso y me giro encontrándome con los mismos dos hombres, que no dan su brazo a torcer.

Los caballeros me saludan con un apretón, el cual devuelvo sin parecer incómodo.

Miran al chico, Alexei lo señala, mientras Sergey mantiene los ojos sobre mí.

—Sí que son insistentes.

—Cuando le damos un ojo a alguien. —Alexei mira a Seryei, quien le sonríe. —Es difícil dejarlo ir.

—Y mi pregunta sigue siendo la misma. —Repito.

Alexei niega con la cabeza. —Señor Bramston, lamento si lo incomodamos al mencionar a su padre, pero fue un halago nuestro el decirle que tiene su mismo talento.

—Eso no responde mi pregunta. —Contesto. —El beneficio de mi apellido...

—Cuando dije que ambos podíamos beneficiarnos me refería a su talento, no al de su padre. —Me interrumpe. —Como lo dije, fue un halago.

Me mantengo callado y Seryei toma la palabra. —Supimos de usted cuando fuimos invitados a esta gala, buscamos su nombre al escuchar de él y vimos sus pinturas. Fue difícil ignorar a su padre, después de leer esos artículos, pero le soy honesto, en Rusia no son conocidas. —Continua. —Queremos cambiar eso.

—Esto no es por su padre. —Vuelve a hablar Alexei. —Si dijimos que ambos nos beneficiaríamos fue cierto, no por su padre, sino por su arte y queremos ser el primer museo que tiene la colección de Scott Bramston en ella.

Me mantengo en silencio, hasta que un tercero se nos une. Albernad Fontaine y su hija, quien siempre va pegado como un chicle a su padre.

—¿De qué hablamos, caballeros?

Somos ArteWhere stories live. Discover now