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Scott:

Me acomodo la corbata frente al espejo y abrocho los botones de mi saco, de arriba a abajo sin apartar los ojos de mi reflejo.

Cojo el móvil junto a la invitación al coctel de esta noche, invitación que hubiera querido rechazar y preferiría cualquier cosa antes que convivir con todos estos desconocidos, quienes me conocen o pretenden conocerme solo por llevar el apellido Bramston.

Que fastidio.

Sango sin ganas del edificio y subo al primer taxi que me ofrece el hotel, el cual me lleva al lugar del evento social, alargue esto y deje que todos se adelantaran, mientras yo llegaba lo más tarde posible, pero ni siquiera estoy allá y ya tengo deseos de irme, en fin, saludare, tomare un par de vasos con champagne y saldré huyendo en mi primera oportunidad.

Reviso el móvil en mi mano, cuantos deseos tengo de escribirle a Judie, pero su última conexión me dice que ella ahora se encuentra dormida.

A regañadientes no marco y me espero a llegar al lugar.






(***)







Sigo el plan, saludar, fingir una sonrisa hacia cada invitado que me ofrece la mano y escapar cuando tengo la más mínima oportunidad, no me he encontrado al dueño y eso es un alivio, suficiente tengo con sentir respirándolo a mi lado todo el día, metiendo a su hija por los ojos.

Me llevo la copa de champagne a los labios, bebiendo el contenido y fingiendo que escucho a uno de los cuatro hombres a mí alrededor, quienes hablan de lo mismo: Como ganar más dinero.

Resulta aburrido y sus propuestas no son de mi interés, detesto convivir con mecenas o representantes que les importa más sacar el provecho de mi arte, que apreciarlo.

Mierda, ahora mismo..

No necesito todas estas estupideces, solo necesito a Judie.

Mantengo la compostura y sigo disimulando mi aburrimiento, sin embargo justo cuando creí que mi noche iba a mantenerse así de nefasta, un solo gesto, un solo número hace subir las esquinas de mis jodidos labios y alegra mi puto día.

Judie...

Embobado miro la pantalla y me percato que los caballeros se encuentran viéndome con el ceño fruncido por la intromisión de la llamada.

Ni loco no voy a contestar.

Me disculpo con ellos y abandono el lugar, encaminándome a los pasillos, la música del salón es suave, pero que a eso se añada las conversaciones en cada sección llega a irritar y necesito absoluta paz y tranquilidad para hablar con la mujer que me trae loco, incluso a miles de kilómetros de distancia.

—Juraba que estabas dormida, amor.

Escucho un sollozo y espero haber oído mal, pero eso borra mi sonrisa.

—¿Judie? .—Hago una corta pausa y aprieto más el móvil a mi oído.—¿Qué sucede, Ninfa?

No sucede nada.—Su voz se escucha cansada, temblorosa.—Solo tuve una pesadilla.

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