๑GOLDEN EYES
Siete años lejos y no pensaba volver.
Eso hasta que Deucalion nombró al alfa por quien irían.
Volver al lugar donde nació traerá a su vida un sin fin de recuerdos y emociones que pretendía olvidar, pero reencontrarse con parte de su...
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Aún observo por donde se fue el coche de Theo, mis manos tiemblan e intento regular la respiración.
¿Cómo alguien puede ser tan perverso para hacer algo así?
Vuelvo a mi auto y conduzco a la mayor velocidad posible hasta casa. Me ducho rápidamente y me visto con ropa cómoda, será un largo viaje y creo que me dará tiempo suficiente para tomar una decisión con respecto a la amenaza de Theo.
—Bien, bebé —me arrodillo frente a Newt y le acaricio la cabecita—, te dejo comida suficiente y agüita en caso de que tu abuelito no llegue antes que yo. —Me mira con sus ojitos brillantes, lengüetea mi mano y sonrío viéndolo con ternura—. Te amo, y a tu papá igual, y no sé qué hacer ahora —admito.
El cachorrito tras oler mis emociones se allega a mí, le doy un poco de mimos antes de terminar de empacar un cambio de ropa.
Conduzco la motocicleta a la casa de mi novio, puesto que iremos en el jeep de Stiles y mi auto no entra en su cochera.
Al llegar lo veo arreglando su chatarra, lo saludo rápidamente y subo al cuarto de Scott, este aún no llega ya que fue a ver al papá de Kira por información respecto a su paradero.
Aprovecho esta ausencia y comienzo a revisar la habitación, la única manera que se me ocurre para que Theo haya obtenido esas imágenes, es que tenga cámaras aquí, pero busco y busco, sin encontrar nada.
—A ver, Sophie, relájate —me ordeno a mí misma—. Las fotos parecían tomadas de este ángulo —me acerco al escritorio que está a un costado de la cama—... tiene que estar por aquí. —Cierro la computadora y comienzo a ver por alrededor—. Vamos, vamos...
—¿Lobita? —Doy un respingo ante la voz del alfa—. ¿Qué buscas? —Con el corazón a mil me giro hacia él y me mira intrigado—. ¿Estás bien?
—Y-yo —no sé qué responder y la culpa me invade.
No puedo sola con esto. Un repentino sollozo se me escapa y preocupado se acerca a abrazarme.
—Lo siento —sollozo contra su pecho.
—Hey, ¿qué ocurre, bebé? —pregunta casi desesperado.
—Es que... —mi voz sale entre cortada y respiro profundo antes de hablar—... te juro que no sé cómo pasó. —Veo en su rostro que no entiende nada y comprendo que no merece esto, solo le traigo más problemas—. No encuentro el brazalete que me regalaste por mi cumpleaños, no estaba en casa y creí que lo había olvidado aquí —miento con facilidad y eso me preocupa un poquito.
—No te preocupes —ríe levemente—. Es solo un brazalete —acaricia mi mejilla con ternura.
—Pero era precioso, y tenía el nombre de nuestro bebé —ahora lloro porque es verdad que no lo encuentro y de pronto me entristece.
