๑GOLDEN EYES
Siete años lejos y no pensaba volver.
Eso hasta que Deucalion nombró al alfa por quien irían.
Volver al lugar donde nació traerá a su vida un sin fin de recuerdos y emociones que pretendía olvidar, pero reencontrarse con parte de su...
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Despierto un poco acalorada, Scott me rodea con sus brazos y se siente... bien.
Miro el reloj en la mesita de noche, son las seis con quince y debemos levantarnos para ir a la escuela. Es deprimente pensar que ayer estuvimos hasta muy tarde levantados después de un loco encuentro con Jennifer y ahora debemos hacer la vida de un adolescente común.
Despacio me aparto, levanto su brazo y dejo una almohada en mi lugar, no puedo evitar detenerme en lo tierno que se ve dormido, sacudo mi cabeza y me acerco al closet a escoger la ropa que vestiré hoy, me decido por una de mis amadas faldas, específicamente una azul cielo y un bonito top blanco.
Una vez ya duchada y vestida, me acerco al nuevo alfa
—Hey, Scott —susurro intentando despertarlo —Ya es tarde, debemos ir a clases.
Pero me ignora y se aferra más a la almohada.
—No me hagas levantarte a la fuerza, Scott.
—Quiero verte intentarlo —murmura con la voz enronquecida.
—¿Me estás retando, alfa McCall? —pregunto divertida pero no dice nada, sino que en un rápido movimiento me toma por la cintura y me arroja a la cama junto a él, no puedo evitar soltar un chillido de la impresión.
El chico comienza a hacerme cosquillas y me desespero rápidamente, las odio desde que tenía seis años y Derek causó que me hiciera pis en los pantalones por reír tanto. Lo peor es que sus amigos del equipo de baloncesto estaban ahí y eran muy lindos, a esa edad tenía un enamoramiento infantil por el pívot del equipo. Después de esa bochornosa escena, las detesto con todo mi corazón.
—Por favor, Scott —suplico entre risas—. Detente.
Intento apartarlo, pero se ubica sobre mí, toma mis muñecas con una de sus manos y las ubica sobre mi cabeza
—No quiero ir a clases.
Su mano libre se dirige a mi costado y tentativamente pasa sus dedos por la piel expuesta entre mi falda y top, un leve cosquilleo se hace presente, es un toque un poco coqueto.
Intento regular mi respiración, pero no lo logro ya que nuevamente me ataca con cosquillas.
—¡Ya basta! —exijo y me retuerzo desesperada, su rostro se pierde en mi cuello y deja allí besos coquetos que incrementan las sensaciones en mi cuerpo.
Pero no de una manera sexual, sino que me hace disfrutar de este momento de risas y juego despreocupado, es una faceta que estoy descubriendo de Scott, y de verdad, cada vez me gusta más este chico.
Porque sí, ya asumí que me gusta.
La puerta se abre y nos quedamos paralizados. Un silencio inunda la habitación, solo se escucha mi jadeante respiración y nuestros corazones acelerados.
