๑GOLDEN EYES
Siete años lejos y no pensaba volver.
Eso hasta que Deucalion nombró al alfa por quien irían.
Volver al lugar donde nació traerá a su vida un sin fin de recuerdos y emociones que pretendía olvidar, pero reencontrarse con parte de su...
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Sí... no me esperaba esto.
Ante mis ojos hay una chica y un chico que deben ser mayores que yo por un par de años. Están realmente asustados y me miran sin pestañear alerta a cualquier amenaza. Los alfas se ubican uno a cada lado de mí, es una actitud protectora que han adoptado con el tiempo.
—Y bueno... ¿No se van a presentar? —Levanto una ceja ante las palabras de uno de los castaños a mi lado.
¿Qué se supone que es esto? Es decir, sabía que los betas eran unos adolescentes, pero verlos hace que me replantee un par de cosas.
¿Cómo es que mi hermano va por ahí convirtiendo a unos críos en algo que sinceramente no pueden controlar? Porque no saben nada de este mundo, al menos no lo suficiente, ya que fueron tan tontos como para entregarse casi en bandeja a una manada de alfas. El Derek que yo recuerdo jamás habría hecho algo así.
A pesar de los pensamientos que me atormentan, no puedo evitar notar que la rubia mira a Aiden casi como si lo comiera con la mirada.
¡Es que esta chica está mal!
Y no, no son celos ¿Cómo en una situación así, siendo secuestrada y atormentada puede sentir deseo por su captor? Quien, me atrevo a decir porque lo conozco más de lo que me gustaría, nunca ha mostrado un poco de amabilidad o humanidad por ella.
Ante esto, alzo una ceja y paso mi brazo izquierdo por la cintura del alfa a mi lado, casi por reflejo él rodea mis hombros con su brazo y deja un beso en mi cabeza. Sonrío con suficiencia cuando la beta aparta la mirada con una mueca en su rostro y la enfoca en el chico moreno junto a ella.
—Bueno, bueno —comienzo—. Chico, ¿haces los honores?
—Soy Boyd, ella es Érica —su voz es pausada, casi con temor a decir algo equivocado.
Sonrío al obtener esa información mostrándome fría y manteniendo a raya mis emociones para que ellos no puedan olerlas.
Por fin hago mi entrada a la bóveda y no puedo evitar la arrogancia en mis movimientos, por lo que lo hago como toda una diva, me golpeo mentalmente por mi comportamiento, pero es una defensa que con los años he adoptado.
—Bien Boyd, me caes bien. —Una mueca en su rostro me hace sentir confundida.
La desesperación, ansiedad y miedo que inunda este lugar hace que quiera salir corriendo, pero no puedo mostrarme débil, menos frente a los rehenes.
—Eso es bueno, aunque no lo creas.
Guiño un ojo y un gruñido se le escapa a la chica. Mi atención se vuelve a ella, ingenuamente intenta acercarse a mí pero de un movimiento la hago caer al piso.
