C a p í t u l o - 2.

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Lo último que pensó el omega fue en su familia, deseaba que todo se tratara de una pesadilla y que cuando abriera nuevamente los ojos en realidad iba a estar debajo un árbol, listo para ir a casa y ver a sus padres.

Pero cuando despertó notó que no era sueño, realmente estaba en un lugar desconocido y lejos de su hogar. Se encontraba recostado sobre una mullida manta, parecía estar encerrado en una habitación, pero había un ligero movimiento. Eso sólo podía significar una cosa.

Estaba sobre un barco.

Wei Ying quiso moverse pero enseguida sintió un dolor molesto en su cabeza, su cuerpo estaba entumecido y las ataduras seguían ahí, al igual que la tela que cubría su boca. Inútilmente empezó a luchar, sabía que no lograría nada, pero era mejor eso a quedarse con los brazos cruzados.

El tiempo pasaba lentamente, en su soledad se permitió derramar un par de lágrimas, temblaba asustado, sin saber que sería de él. Aún no podía creer como había terminado en esa situación, esa mañana estaba compartiendo tiempo con su familia y ahora había sido arrancado de su hogar como si nada.

No había ni una sola ventana o rendija que diera hacia el exterior, por lo que no podía calcular si era de día o noche. El ruido de la puerta abriéndose lo hizo ponerse alerta; era uno de los hombres de YunmengJiang que lo habían secuestrado.

—Veo que despertarte, por un momento te creímos muerto...—con pereza colocó un plato de comida en el suelo, el guardia sacó una cuchilla para cortar las ataduras que aprisionaban al omega. —Come o realmente morirás.

El primer instinto de Wei Ying era correr, pero se contuvo ya que no llegaría muy lejos. La mejor opción era salir y revisar si había algún bote en el que pudiera escapar.

—Tengo que... hacer...—dijo en voz baja.

El alfa alzó una ceja. —Ahí tienes para hacer—señaló una cubeta de madera que reposaba en el suelo.

—¡No haré ahí!—en realidad sólo quería salir e inspeccionar la zona.

—Pues es la única opción. Tienes prohibido abandonar este cuarto—dijo el hombre dejando a solas al omega.

El coraje inundó a WuXian, por lo que terminó arrojando el plato de comida directo a la puerta.

—¡Imbécil! ¡Déjenme ir!—Se levantó a prisa notando que obviamente estaba el cerrojo puesto. Golpeó y pateó la puerta, pero esta nunca cedió. Desesperado buscaba alguna salida, para su desgracia todo estaba sellado, su única ruta de escape era la puerta.

Al final sólo pudo volver a recostarse sobre la mata y soportar sus sollozos. Quería irse a casa. La imagen de sus padres llorando, su gente y hogar; todo era tan deplorable. Su llanto aumentó, se agitaba con fuerza mientras temblaba. Era una sensación desgarradora, pero no podía darse por vencido, debía volver sin importar el costo.

 Era una sensación desgarradora, pero no podía darse por vencido, debía volver sin importar el costo

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Omega en el HarénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora