C a p í t u l o - 1 2.

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Wei WuXian miraba los postres en la mesa, el omega intentaba armarse de valor para levantar el rostro y hacer la pregunta que tanto ansiaba. Tenía días posponiendo esa conversación, pero ya había llegado a su tiempo límite, era ahora o nunca.

Dejando salir poco a poco el aire de sus pulmones, el omega por fin miró a la persona de enfrente.

—¿Por qué le dijo a Lan Zhan de nuestro trato?—inquirió tratando de sonar calmado, pero ciertamente había fracasado, pues su ansiedad era más que obvia, empezando por el hecho de que aún no había tocado absolutamente nada de la mesa.

La reina le miró un poco antes de bajar su taza de té y responder. —Tuve que hacerlo—dijo algo apenada, sin embargo no lucía arrepentida. —Vi a mi hijo lamentarse, estaba furioso como nunca antes lo había visto.

—¿Lan Zhan furioso?—repitió incrédulo el omega al no poder imaginarse un Lan WangJi enojado, quizás porque nunca le había visto así. No al menos como lo describía la mujer.

—A la hora del entrenamiento lastimó accidentalmente a dos escuderos en su arrebato—dijo la reina con desaprobación. —No se estaba controlando, necesitaba estabilizarlo o quizás hubiera empeorado.

WuXian seguía sin comprender tales acciones, no sonaban para nada al alfa que lo llevaba a cabalgar y le entregaba libros de poesía. —No entiendo.

—Él estaba molesto consigo mismo, por algo que ocurrió entre ustedes, supongo—la reina decía todo de manera sutil, aunque en verdad parecía saber del tema. Aun así, no se inmiscuyó más allá de donde debía. —A-Zhan estaba dispuesto a evitarte el tiempo necesario hasta que su culpa se disipara, pero eso pudo haber tardado demasiado, más conociendo como es él.

Wei WuXian apenas comenzaba a comprender a Lan WangJi. El alfa era alguien complejo, si tuviera que describirlo sería como alguien terco quizás y bastante reservado. Recordaba lo frío que había sido con él, y el poco tiempo que estuvieron separados. Sin duda alguien que en verdad hacía notar su indiferencia con poco esfuerzo.

Pero aún con todo aquello, WuXian sabía que había más cosas positivas en Lan WangJi, cosas que «aparentemente» sólo él había conocido. Además de su alta educación, el alfa era ocasionalmente alguien cursi, pero de una forma tan discreta que apenas se notaba. Aunque WuXian comenzaba a leerlo como si se tratara de un libro abierto, reconociendo cuando estaba incómodo o incluso feliz. Todavía le faltaba mucho que aprender, pero estaba conforme con su avance.

El omega se hizo algunas ideas del por qué la reina había optado por meter sus manos en ese problema. Todo apuntaba a que en verdad quería ayudarlos a ambos y a su floreciente relación, o lo que sea que tuvieran.

—¿Por eso le dijo? ¿Para que estuviera dispuesto a verme de nuevo?—preguntó WuXian con curiosidad.

La reina asintió. —Debía saber que tu tiempo aquí no sería para siempre.

Algo hizo clic en la cabeza de WuXian. Eso significaba que Lan WangJi quizás sólo le escuchó porque prácticamente tenía el tiempo contado. El omega no se quedaría toda su vida en el palacio, por lo que no podría aplicar la ley del hielo para siempre, no si quería arreglar las cosas antes de que fuera demasiado tarde.

WuXian intentó imaginar el rostro de Lan WangJi al enterarse de aquello, pero no lo logró. —¿Cómo se lo tomó cuando lo supo?

La mirada suspicaz de la reina no se hizo esperar. —¿Cómo te imaginas que se lo tomó?

WuXian no pudo sostenerle la vista, sus ojos bajaron hasta los dulces de la mesa. La tarta de arroz parecía volverse muy interesante.

—No lo sé—murmuró bajo el omega.

Omega en el HarénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora