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Había llegado el jueves, eran las siete de la mañana y Tom ya estaba desayunando, Alan se estaba bañando y Adrián estaba despertando a Eiden.

—cariño, despierta.— un entrecejo fruncido se le notó a Eiden, quién notablemente no quería despertar. —bebé, hoy nos vamos a ir y tú te vas a quedar.

—¿Por qué?— pregunto infantilmente abriendo un poco sus ojitos.

—tenemos un asunto pendiente, y solo nosotros podemos ir. Te cuidara una niñera.

—p-pero yo no quiero una niñera, yo quiero a mis papis— el pequeño comenzó a hacer un puchero y con su mano hecha un puñito la restregó en su ojo, intentando abrirlos más.

—solo serán unas horas, no te preocupes. Ven vamos a bañarte— cargo a Eiden y lo llevo hasta el baño.

Alan ya bajaba, cuando de repente un sonido molesto se escuchó por toda la casa, era el timbre el que había sonado y rápidamente se acercó a la puerta para abrirla.

—Hola, mucho gusto, soy la niñera que llamaron— una chica demasiado arreglada, con bastante maquillaje de más, tacones demasiado altos y su ropa era muy provocativa apareció delante de la puerta —¿Así se arregla siempre para cuidar a un niño?— se pregunto a si mismo Alan.

—Hola, si, pasa— se hizo a un lado y dejo pasar a la chica.

—¿A quien voy a cuidar?

—supongo que al que vas a cuidar está arriba arreglándose.

—perdón por la demora, no se quería salir del baño— hablo Adrián bajando. Se escuchó una risita infantil desde las escaleras, y se pudo ver a un chico bajito corriendo.

—no corras por las escaleras— se le escuchó decir a Tom.

Al voltear a ver a un lado de Tom su sonrisa casi se va por completo— ¿Quién es ella?— pregunto bajito.

—ella te cuidara— respondió Alan quien sí había escuchado.

—si, ella te va a cuidar, porqué ya nos vamos, bebé— Tom se acercó y acarició la cabeza del pequeño, después se agachó y le dio un beso en la frente.

Alan se acercó y lo abrazo, le dio un beso en la mejilla y se separó, lo mismo hizo Adrián.

—El biberón está en la alacena, pañales en los cajones de mi cuarto, Eiden te dirá donde está, su chupete está en el buró y no lo dejes comer dulces— dijo Adrián para luego abrir la puerta de la casa y esperar a que Tom y Alan salieran.—ah, y tampoco le des drogas— cerró la puerta no sin antes decir— Hasta luego, bebé.

—¿Drogas?— la chica se quedó pensando en lo último que le dijo, ¿Cómo le iba a dar drogas al chico? Sus pensamientos fueron interrumpidos por unos sollozos que se hacían más fuertes. Era molesto y desagradable para ella, el llanto era igual al de un bebé y ella odiaba cuando un bebé lloraba.— cállate— ordenó.

—¿Q-qué?

—que te calles, ¿Estás sordo?

—quisiera, para no escucharte— susurro para luego subir las escaleras llorando, pero un agarre desde atrás se lo impidió.

—repite lo que dijiste— se le veía muy enojada.

—¿Qué repito? ¿Qué eres una arrastrada?

— mocoso, grosero— un golpe fuerte callo sobre la mejilla derecha de Eiden, quién al sentir ese golpe se quedó inmóvil.

Corrió hacia la habitación de Adrián porque estaba más cerca y se encerró, le puso seguro y fue al baño a ver la probable marca que le había dejado.

Drogas, armas y un bebé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora