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Corriendo por los pasillos desesperado se topo con Adrián quien aún estaba en la habitación en la que había estado sufriendo por un largo rato de haberlo dejado amarrado de pies a cabeza con cuerdas que no dejaban que su sangre pasará. Le dejarían marcas moradas seguramente.

Alan lo ayudo rápidamente esperando a que alguien no llegara. Lo saco y le dijo que saliera de ese lugar lo más rápido posible. No podían quedarse ahí aún más, todos tenían que salir. Prometió que sacaría a Eiden y a los demás, que se tranquilizara y que todo estaría bien. Fue en vano.

Llevaba paseando por los pasillos intentando escuchar un llanto de Eiden o alguna señal de que había estado ahí. Traían trajes puestos como si fueran empleados del lugar, pues por suerte, Adrián recordaba donde los había visto.

Un llanto algo ahogado y forzado se escuchó de una habitación. Salieron corriendo hacia ella y la abrieron con un segurito que traía Adrián, lo había encontrado en el almacén de los uniformes, también había robado algunas joyas y cosas perdidas que no tenían dueño.

Abrieron la puerta y abrazaron al pequeño que lloraba desesperadamente al verlos entrar. Se succionaba el dedo intentando calmarse y con su puño apretada su camisa ligeramente.

–¡Papis!– grito corriendo hacia ellos lanzándose a sus brazos.

Correspondieron el abrazo mientras Adrián le indicaba que guardara silencio poniendo su dedo en su boca, el menor asintió. Adrián lo cargo y salieron de ahí.

Ahora buscarían a Tom e Iván que no se encontraban en ningún lugar para Adrián y Eiden pero para Alan que ya los había visto, era menos complicado encontrarlos. Se anotó el número de puerta que tenía y un pequeño camino en un papelito.

El grupo caminaba con sigilo mientras llegaban a la habitación  encontrándose con nadie. Ya no había nadie en adentro. Los había movido de lugar en el corto lapso en el que iban por Eiden. Eiden comenzó a desesperarse, quería salir de ahí y pataleaba en los brazos de Adrián mientras esperaba a que se moviera hacia una dirección para salir rápido, pero lo que quería no sería posible solo con irse sin dos personas faltantes.

Adrián lo arrullo mientras le daba un dedo que fue agarrado por las manos del menor, lo apretó y se oculto en el cuello del mayor.

Ya no sabían que hacer, se miraban esperando que el otro tuviera una buena idea, en cambio, un sonido desagradable sonó desde una de las bocinas que tenía la habitación. Los hizo sobresaltar y sollozar al menor que cerró sus ojos con fuerza como si eso arreglará algo.

–Puerta número 011– decía.

Se miraron y corrieron hacia la puerta que indicaba el número. Llegaron lo más rápido que pidieron pero de nuevo en la habitación 011 sonó otra voz desde otra bocina.

–Puerta número 020

Se quedaron pensativos un momento, pero sin dudarlo una vez más después de que el regordete niño que traían en brazos hiciera un pequeño berrinche por seguir avanzando.

–Puerta 031– se les indico por última vez

Esa fue la última puerta que visitarían los tres. En ella, estaban tres personas amarradas y colgadas aún con vida. La nana de Eiden quien fue la que lloraba a mares pidiendo ayuda. Iván que estaba inmóvil, probablemente pensaba que si se movía o incluso respiraba fuerte se caería. Y por último, Tom, que temblaba mientras veía a los tres chicos con mirada suplicante por qué lo bajarán.

–Ustedes eligen.– se escribía en una nota que estaba en una mesita.

También había una caja que decía, "para el desafortunado" y otra a su lado con letras cursivas "para el osado", una última caja "para el cobarde".

Eiden se bajó de los brazos de Adrián y camino hasta la tercera caja "Para el cobarde". Él estaba perfectamente seguro de que esa sería para él. Cuidadosamente la abrió encontrándose con una nota más.

–Tu decidirás, asesino. Tu decidirás, inocente.– lo llamaba la carta, como si fuera alguna de las dos.

Había algo más en la cajita. Una cuchilla. Sabía para que servía, y sabía que era lo que tenía que escoger.

Volteó hacia atrás viendo a sus papis y observando a los tres chicos colgados que suplicaban.

Él había escogido a su nana. La mujer que lo había tratado con todo el cariño, pero que lo había traicionado pudiendo haber escapado con él. Subió hasta la escalera que llegaba a la cuerda de ella. Y cuidadosamente le susurro al odio.

– Adiós, nana. Gracias por todo.– y cerró los ojos.

Ahora solo quedaban dos personas colgadas que no iba a morir.

Expectantes todos se quedaron viendo como el niño le cortaba la cuerda para que cayera. Su mirada era de horror. Nadie nunca se imagino que su pequeño haría eso a una mujer que suplicaba por seguir viviendo.

Adrián camino tambaleante hacia la caja del desafortunado. No había nada. Tampoco en la del osado. La intención de todo esto era hacer que Eiden asesinara a alguien.

–¿Por qué lo hiciste?

–¿Por qué...

–la...asesinaste

Cubrían la cabeza del menor los comentarios que lo hacían arrepentirse de lo que había hecho. Se puso a llorar desconsolado mientras se tapaba los oídos pero estos se seguían escuchando de nuevo cada vez más fuerte.

Y después, despertó del sueño.

Drogas, armas y un bebé Where stories live. Discover now