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Tom e Iván salían corriendo de todas las habitaciones sin importarles con quién chocaban o se encontraban por todos lados, gente que se veía con mucho dinero, otros solo parecían ser empleados, pero nadie era Eiden, ni siquiera se le parecían.

Mientras chocaban unos entre otros, algunos guardias de seguridad se acercaban, y aunque ellos ya lo habían notado no dejaron de moverse por los pasillos. Hasta que ambos chocaron dándose un fuerte golpe en la cabeza.

Y así con tan poco tiempo que duró su desmayo, ya se habían encontrado en una habitación oscura, con cuerdas en sus manos y piernas, impidiéndoles su huida.

La habitación era oscura, y tenía un olor a humedad, las paredes se notaban viejas y de un color amarillento, no había muebles, al menos no se podían ver por la falta de luz.

Un pequeño sollozo los exaltó llevando su mirada desorbitada a una de las esquinas donde no llegaba su visión. El ruido irritante de la puerta abriéndose dejo ver al pequeño que estaba en la esquina, ambos chicos intentaron gritar, pero lo único que hicieron fue descubrir que sus bocas fueron cerradas con cinta.

Ninguno sabía cómo había llegado hasta ahí Eiden, ni siquiera porque tenía esas ropas puestas o porque sus mejillas parecían tener un color ajeno al que siempre tiene cuando llora desesperado. Se veía golpeado.

Cómo había acabado ahí el pequeño niño que solo quería vivir tranquilo alejado de ese lugar. Y sin darse cuenta, lo habían devuelto a sus traumas y terrores más profundos. Si los demás estuvieran viendo esto se les partiría su corazón, saber cuánto daño le habían hecho no tenía excusa.

Pronto, el niñito despareció siendo jaloneado y maltratado en el camino a un lugar que desconocen ambos chicos. La puerta se volvió a cerrar estrepitosamente y ahora otro sollozo fue el que se escuchó en toda la habitación, retumbando entre paredes.

Tom no quería admitirlo, pero el daño que había hecho era irreparable. Las excusas que se inventaba en la cabeza eran absurdas en su punto de vista y sabía que probablemente su pequeñito no lo perdonaría. Y así como fue de rápido todo, no pudo acumular más daño y estalló en un llanto que trataba de hacer silencioso, pero que cada vez más era en vano.

Justo antes de que se toparan entre ellos y acabaran inconcientes en esa habitación, Eiden había estado viendo a Adrián y a ese horrible hombre que ni siquiera podía nombrar, cuando por detrás de él alguien lo distrajo, era su nana que siempre le llevaba de comer cuando estaba a punto de morir o el agua que necesitaba, incluso lo ayudo cuando no tenía fuerza para hacer nada, ella fue la que lo cuido y lo mantuvo con vida.

Se abrazo a ella que parecía tener una figura más delgada y el rostro más demacrado de lo que recordaba, sus bolsas bajo los ojos indicaban que no había dormido esa noche y que probablemente no durmió correctamente durante semanas. Llevaba un vestido color rojo que se veía que antes era elegante y brillante, pero que ahora estaba roto y con aspecto de telas desgastadas.

Ella lo llevo hasta una habitación donde lo consoló como lo había hecho durante largos meses, podría decir incluso años pero en ese momento no recordaba con exactitud cuánto había durado ahí.

Con un beso en la frente y su canción de cuna, mientras estaba en sus brazos se quedó dormido. No tenia hijos, pero parecía que era una de esas señoras que con solo abrazarte te llevan al cielo y con un poco de magia te quedas profundamente dormido entre sus calientes brazos.

No era muy joven, pero tampoco podías llamarla señora. Por su aspecto dirías que se veía de 50, pero si ese vestido y esos tacones que sonaban con elegancia y tristeza estuvieran impecables, podrías decir que tenía 20.

El susurro de ella a una corta distancia lo despertó alarmado. Ese susurro que desde lo más adentro de él había deseado no escuchar. Ese "lo siento" que sonaba seco pero a la vez lleno de tristeza y culpabilidad, había soñado con esas palabras durante días sin poder reconciliar el sueño, miedo a volverlas a escuchar.

–Lo siento.– y le beso la mejilla.

Él sabía que ella no deseaba eso, que estaba desesperada por salir de ese lugar. Él deseaba que así fuera, y se convenció de eso, pero ¿En serio esa era la realidad? ¿En serio ella no deseaba hacerlo?

Esa sonrisa triste lo hacía querer vomitar, tal vez era por qué sabía lo que iba a pasar o tal vez porque esa sonrillisa que desde el fondo sabía que era falsa lo mataba por dentro como si fuera una cuchilla que se incustra en sus ojos y no se va, ni siquiera con cerrarlos.

–¿Por qué?–le preguntó sin esperar una respuesta y sin decir nada más, lo durmió como siempre lo hacía.

Un trato. Un trato había sido el que había hecho con su jefe, ella sería liberada y ya no sufriría en ese lugar. Pero el trato era a cambio de alguien más, un niño inocente que había sufrido lo mismo o peor que ella durante su corta vida.

Entonces se dijo a si misma aquella señorita: en el mundo, hay persona que nacieron para sufrir, y otras, que nacieron para provocar sufrimiento. Y se convenció de que ella no debía de sufrir.

Una vida por otra, y sin apresurarse dejo al niño en la cama de la habitación, cerró la puerta y se dirigió a la misma habitación en la que lo había encontrado, tocó la puerta tres veces dando un golpeteo suave.

Y lo entrego. Anuncio su captura mientras veía como las lágrimas de aquel muchacho golpeado y maltratado se escurrían por sus mejillas y comenzaba a llorar desconsolado. Mientras que la otra persona en la habitación sonreía como si le fuera informado que era el mejor y que todos estaban de acuerdo.

Salió de la habitación abrochando su cinturón y arremangandose. Llegó a la habitación donde estaba el inocente mientras lo guiaban y entró.

El pequeño niñito había vuelto a ser el de antes después de intentar cambiar con todas sus fuerzas. Él no era tonto, sabía lo que iba a pasar y aún así se arriesgo.

Él había sido producto de una violación, su madre no era de ahí, así que no conocía mucho, su padre biológico la encontró perdida en la calle y el resto de la historia se cuenta sola.

Esa señora que había sido su mamá por varios años le enseño todo lo que sabe, el hablar, caminar y sonreír aún si todo se cae encima de él, ella se lo enseño antes de que ella decidiera morir, colgándose en la habitación que había compartido.

Y antes de que cerrará los ojos de nuevo escucho como alguien más se encontraba en la habitación oscura, sollozo deseando que fuera uno de sus papis. Pero no pudo seguir llorando, ya que una vez más, el monstruo vino por él, y quién sabe, tal vez ya no volvería. –Al menos no con vida.–pensaba.

•••

Le habían propuesto hacer drogas a cambio de vivir. Su desición era fácil, aún no quería morir, así que solo asintió con tristeza y lágrimas que esperaban ansiosas por salir.

Lo empujaron hasta una habitación y cerraron la puerta con seguro. Una nota en la mesa decía que debía de hacer la cantidad posible en un día entero encerrado ahí. Suspiro y soltó las lágrimas que no aguanto cayendo así sobre la nota entre sus manos.

Alan quien había llegado hasta las cámaras vio todo. Y él al igual que todos, se recostó en el asiento dejando salir todo lo que llevaba desde hacia varias horas de preocupación.

Un niño encerrado llorando sin consuelo, dos chicos asustados sin saber lo que está pasando, otro lastimado e intentando calmarse mientras es aún más maltratado, y alguien que se quedó inmóvil al ver la situación tan catastrófica que se formaba.

– Ojalá esto nunca hubiera pasado– y salió del cuarto no sin antes escoger a dónde iría primero.

Drogas, armas y un bebé Where stories live. Discover now