×19

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La noche comenzaba de nuevo y el escándalo seguía en un silencio sepulcral. Eiden había dejado de llorar después de pedir el biberón y que le pusieran un chupete, que no tardó en aceptar y seguir dando pequeños jalones.

La puerta de la habitación sonó con tres golpecitos casi inaudibles. Uno después de otro con un pequeño espacio que solo se oía el silencio. Una suave respiración se escuchaba como si se estuviera ahogando. No tardó mucho en darse cuánta Alan de que él mismo la provocaba.

–¿Alan? ¿Puedo hablar contigo un momento?– pregunto despacio Tom que se apoyaba en la puerta de madera.

–Peut être [puede ser]

–¿Eso es un si?– respondió sin entender la respuesta.

Sonrió un poco con la respuesta indecisa– Puedes...– intento decir más pero no sé lo permitió, aún sin saber el porqué.

La puerta se abrió con un chirrido que no estaba ahí antes. Un peso inundó la mitad de la cama y sintió los brazos cálidos de Tom enredarse en él. Esta vez no lloraría. Esta vez se prometió ser fuerte y no dejar que sus ojos soltaran lagrimas.

–¿Cómo estás?

Soltó una risa rasposa sin gracia– No lo sé ¿Debería de saberlo?

–Él no debió de gritarte. Solo está estresado.

–Siempre está estresado. Nunca dice algo bueno.

–Hablaré con él ¿Quieres que le diga algo?– el contrario negó.

–Solamente dile que yo también soy alguien.

Un último abrazo lo apretó y unas pequeñas palmaditas en la espalda fueron suficientes para hacerlo suspirar y poder respirar mejor.

–¿Podrías revisar como está Eiden? Si no vuelvo por él puedes llevártelo y acostarlo.– asintió.– ¿Entendiste?

–Lo haré, no te preocupes.

–Comprendo porque lo hiciste. No te preocupes, no estoy enojado. Solo quiero que tengas más cuidado, tu eres lo primordial.

–Merci [Gracias]

•••

La puerta estaba cerrada con seguro y se escuchaba como alguien gruñía enojado detrás de ella. Rasco un poco la puerta pensando en que decirle cuando entrara. La tocó una vez y hubo un silencio. La tocó de nuevo con más fuerza y después un clic.

–¿Puedo pasar?– pregunto con la perilla de la puerta en mano, a punto de girarla.

–Adelante.– su tono se escuchaba enojado.

Abrió la puerta con mucho sigilo y se sentó a un lado de él como lo había hecho con Alan.

–¿Estás bien?

–No, no lo estoy. Alan acaba de decir que gastó un mes de esfuerzo de Eiden por él mismo y tú no pareces enojado con él. – a diferencia de Alan, Adrián era muy directo.

–No estoy enojado porque sé que tú, y yo haríamos lo mismo en su situación.

–¿A qué te refieres? Yo no lo haría.

–Fuiste el primero en encontrar a Alan, debes de saber muy bien como se siente y como la a pasado ahora que Eiden a cambiado.

–ya no es un niño. A crecido y debería de saber cómo reaccionar ante casos como esos. No debía de aceptar un trato así. Es algo estúpido.

–Tu hubieras hecho lo mismo. Tú hubieras aceptado el mismo trato por tu bien. Por tus caprichos.

–¡No me compares con él!

–¿Por qué no? Si son iguales.– un golpe cayó desprevenidamente sobre su mejilla, dejando una marca roja.

Lo había golpeado. Pero eso no fue lo que lo alarmó. Estaba cometiendo los mismos actos que los familiares con los que lo habían dejado. Había hecho lo mismo que aquella persona que detestaba desde niño. Y por un momento tuvo miedo de seguir los mismos pasos que él.

–Lo lamento...yo debería de haber...lo siento.– un abrazo fue lo único que atino a dar.

–Estoy bien. Fue solo un golpe. Estoy bien.

–No, no es verdad. Lo lamento, en serio.

Un suspiro se escuchó y luego un fuerte abrazo lo calmó.

–De verdad estoy bien. Pero tú no pareces estarlo.

Su respiración chocaba en el cuello del contrario. Una respiración calmada y a la vez alarmada, que contradecía cualquier respiración normal.

–¿Puedo...

No tuvo que terminar la pregunta cuando Tom le respondió con un sí pronunciado con ligereza.

Se quedaron por unos cuantos segundos más así, para que después Adrián tomara la mano de la persona que lo seguía abrazando.

Quería quedarse así junto con Tom todo lo que le quedará de vida. Quería quedarse ahí por segundos, minutos, días, meses y los años que quedasen.

Se separó lo más lento que pudo para después darle un beso en la frente a Tom y voltearse para ignorarlo y dormir.

Se preguntó si estaba enamorado o si solo le habían afectado las anfetaminas que se había tomado antes de que Tom viniera a su habitación. La droga hacia que se sintiera dormido y a la vez en las nubes. No sabía diferencias entre el amor, la cordura y la realidad.

Tom volvió con Eiden y lo cargó hasta su habitación para poder dormir con él. A diferencia de Adrián, Tom no había consumido ninguna droga esa noche. Pero lo extraño es que así se sentía. Se sentía en las nubes. Quizá él si estaba enamorado, o la noche tenía ese efecto en él. Se quedó dormido cuestionandose si las píldoras de su armario seguían ahí. Pero no sé levantó por miedo a que de nuevo como la última vez no estuvieran, dándose cuenta así de que las había tomado de nuevo sin si quiera quererlo.

Drogas, armas y un bebé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora