×21

732 62 6
                                    

Eiden había desaparecido de sus brazos en la mañana, o quizá tarde. La noche anterior se había ido a dormir demasiado tarde como para recordar que hora era en la madrugada. Lo único que sabía era que el pequeño no estaba entre sus brazos y eso no lo alarmaba tanto, pues escuchaba como alguien se reía en el piso de abajo. Era una risa chillona y a la vez dulce, como la de un bebé, como la de Eiden. Se talló la cara queriendo quitar esa incomodidad de tensión.

–¿Estas despierto dormilón?– Preguntó Adrian asomándose por la puerta.

–No, altri cinque minuti, per favore?[No, cinco minutos más, por favor?]– dijo Tom en italiano, casi dormido de nuevo.

–Tom, sabes que no soy bueno en tu idioma, no sé lo que dijiste.– no recibió respuesta, quizá ya se había dormido de nuevo.–¿Tom? Es tarde, ¿No quieres comer un poco?

Se acercó un poco más a la cama en la que yacía el otro. Su rostro parecía tan relajado, tan calmado y sin estrés en medio de las sábanas desordenadas y un ligero respirar que casi no se podía percibir. Era una imagen casi tan lindo como la de Eiden después de quedarse dormido con su biberón entre sus manos y un mameluco de osito. A excepción de que está perspectiva de Tom lo dejaba ver más indefenso.

–La tua faccia cadrà dal guardarmi così tanto [se te va a caer la cara de tanto mirarme]– susurró aún con los ojos cerrados.

Adrian sin entender dejó de mirarlo, suponía que lo que habría dicho sería relacionado a qué lo miraba demasiado. Aún así preguntó que fue lo que dijo.

–¿Qué hora es?– preguntó Tom ignorando la pregunta.

–Son las 12 ¿Te levantarás ahora?

–Quiero dormir más.– se acomodó de nuevo entre las cobijas y sábanas.

–¿A qué hora dormiste anoche? ¿Tan tarde era?– preguntó abriendo el clóset del contrario.

–No lo sé, quizá eran las cuatro o cinco.

–Hace tiempo hablamos sobre no dormirse tan tarde. Podría ser perjudicial para la salud.

–Solo déjame dormir. Estaré vivo dentro de unos cinco minutos más.

Ignorando las súplicas de que lo dejara en paz sus ojos se posaron un rato en aquel cajón. Un cajón pequeño pero con un contenido peligroso.

–¿Qué tienes en ese cajón?– preguntó sabiendo la respuesta.

–No es nada, solo déjalo como está, no lo toques.– gruñó molesto.

De nuevo ignorandolo, abrió el cajón. De inmediato Tom se despertó y tomó su mano antes de que lo abriera por completo.

–¿Qué haces? Te dije que no lo tocaras.

–Sirvió para que te despertaras ¿No tienes hambre?

–Bastante.– se quejó una vez más levantándose de la cama y llendo al baño, encerrándose con un fuerte portazo.

Más después en la planta baja, Alan y Tom jugaban con algunos juguetes y cosas que encontraron en el sótano. Se escuchaba el ruido de fondo de la televisión, y un crujido constante del aceite hirviendo en la estufa. Todo estaba tan calmado.

–¿Quieres algo más?– sirvió Adrian algunos huevos estrellados en el plato de Tom.

–¿Agua?

–No deberías de desvelarte tanto.

–Lo sé, mamá, es malo para la salud.

–Si...¿Quieres que cuide de Eiden esta noche? Sé que ha estado inquieto.

Drogas, armas y un bebé Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang