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Se despertó de golpe sintiéndose agotado, aunque hubiera dormido por una eternidad, o así parecía.

Estaba sudando y el chupete que al parecer había tenido antes de dormir había desaparecido por las cobijas. Sus mejillas húmedas le decían que había estado llorando. La pesadilla que había tendió era solo eso, una pesadilla.

Ahora que había despertado se encontraba en una cama, que parecía ser la de Adrián. Alguien estaba a su lado acostado. Era Tom que lo había estado observando desde que había despertado, tal vez antes.

–Tuviste una pesadilla ¿No es cierto?

Suspiro relajándose y derrumbandose en los brazos del mayor que los había extendido para que el pequeño se recargara en su pecho. Lo arrullo por unos minutos poniéndole el chupete que efectivamente había estado en las cobijas.

Lo cargo y lo llevo a la sala donde se lo paso a Adrián que estaba viendo las noticias.

Llegó Tom después con un biberón que contenía leche de fresa. Lo amamanto mientras veían los tres una película de Disney que el pequeño había escogido con entusiasmo.

Llegó Alan pero está vez no fue como las anteriores. Se derrumbó en la puerta con una de las mochilas que siempre utilizaba para robar o vender droga.

El estrepitoso ruido hizo que Tom se levantará corriendo a ver lo que había caído, aún así sabiendo que sería Alan agotado, o con algo parecido.

–Adrian!– grito desesperado.

–¿Qué ocurre?– gritó devuelta con Eiden en sus piernas chupando su chupete.

–Alan...se desmayo...

–¿Qué?– lo dejo a un lado al menor corriendo al igual que Tom hacia la puerta.

Lograron recostarlo en el sillón en el que momentos antes había estado el pequeño que, ahora, sobre la alfombra juega distraidamente con las llaves de la puerta.

Al parecer habían herido a Alan por meterse en cosas que tal vez ni siquiera les contó a los demás.

La bolsa contenía droga como habían deducido anteriormente. Droga que había hecho Eiden y que ocultaba bajo su cama, cajones, ropa. Él sacaba provecho de el menor haciendo tratos con drogadictos y vagabundos que no levantan ni un dedo para sobrevivir, pero cuando le pones la droga en frente van hacia ti como perros hambrientos.

Recibío un golpe en la cabeza que probablemente deje una marca debajo de todo el cabello que tenía y que no se preocupaba en peinar demasiado.

Tom y Adrián platicaban en una de las habitaciones sobre como es que debían de haberlo sabido y se culpaban con una falsa promesa de que arreglaran las cosas rápidamente.

Alan seguía pareciendo un adolescente con las hormonas alborotadas cuando veía a una puta, y un chico rebelde que no sabe cuándo parar cuando le dicen que no.

Despertó con un dolor de cabeza que apenas y podía soportar. Sangre seca que resbalaba detrás de su cabeza.

Un niñito seguía jugando frente al sillón con las llaves que hacían ruido cada que las movía. Eso era probablemente el origen del dolor de cabeza, aunque podía ser también por el golpe provocado por una botella.

Detrás de la puerta ambos chicos salieron. Uno salió corriendo directo a la cocina y el otro recogió al pequeño bebé que intentaba pronunciar palabras poco coherentes en ese momento. Le quitó las llaves y Tom volvió con un botiquín de primero auxilios, que contenía vendas, pomadas, medicinas y dulces que recientemente habían agregado para el menor por si se caía o lastimaba con algo.

Drogas, armas y un bebé Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu