Capítulo 6. ¿Nuevos amigos?

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—Miguel... —justo antes de abrir la puerta se detuvo y volteó a verlo— si el imbécil de allá adentro comienza a molestarte o hacer que te sientas incómodo, lo único que tienes que hacer es decirle que se vaya, ¿de acuerdo? —advirtió seriamente al más bajo.

—¿Que se vaya? —cuestionó muy confundido. —No entiendo, ¿por qué le diría eso?

—Sí, tú dile que te deje en paz y entonces se detendrá.

—¿Detener qué cosa?, somos los invitados, ¿hacer eso no sería maleducado?

—Para nada, ese idiota sólo entiende de esa manera.

Lucifer fue el primero en entrar al taller de sus amigos, llevando consigo al pequeño arcángel que no podía esconder la expresión confundida de su rostro. Esta era una cabaña de madera, en su interior había muchas mesas y muebles que tenían sobre sí múltiples recipientes de vidrio con líquidos coloridos dentro, más que un taller parecía un laboratorio. Muchos aparatos extraños, en una esquina amontonados muchos papeles, planos, recetas, cuadernos, libros, parecía ser aquello que dijo Belial, Samael había recogido, muy confidencia no parecía.

Las ventanas del lugar estaban abiertas para dejar pasar la luz y también para que el olor de lo que sea que estaban haciendo saliera, había unas escaleras que parecían llevar al piso de arriba y justo de ahí se vio bajar a Belial con algunas canastas en manos. El ambiente dentro de aquella cabaña era agradable, a pesar de la mezcla de olores que había ahí, desde aromas florales, hasta de comida y alguna especie de ácido que picaba un poco la nariz, por lo que Miguel terminó estornudando un par de veces.

—Se ve que han estado muy ocupados —dijo Lucifer luego de inspeccionar con la mirada la cantidad de materiales dentro del taller.

—Sí y eso que lo que tenemos que hacer no es nada comparado con el trabajo que se está haciendo en el nivel inferior, hemos tenido que ir casi a diario y te puedo asegurar que los arcángeles y ángeles merecen un largo descanso tras terminar este proyecto, hasta ahora creo que nos tocó lo más fácil —respondió Belial mientras llenaba con agua un par de vasos, mismos que ofreció a los invitados.

—¿Dónde está Samael? —cuestionó el serafín de cabello blanco mientras que sujetaba uno de los vasos para dárselo a su acompañante y luego el otro para quedárselo él.

—¿Por qué preguntas por mí?, ¿acaso extrañas estar entre mis brazos?

Una seductora voz se escuchó en el aire, voz que no parecía venir de alguien en concreto. Esto hizo que Miguel, sorprendido, buscara con la mirada por todos lados tratando de encontrar el ser que había pronunciado aquellas palabras, por su parte Lucifer sólo tornó sus ojos en blanco y dio un ligero apretón a la mano de su acompañante, acercándolo más a él; Belial, sólo trató de no reír mientras vaciaba las canastas que había llevado consigo, mismas que estaban llenas de comida, pues justo era la hora del almuerzo.

—Para nada, pregunto por ti porque Belial me dijo que estaba contigo —trató de tener una actitud tajante con el otro, por lo que respondió con nulo entusiasmo.

—Qué mal, pensaba que habías venido a verme especialmente a mí —finalmente Samael se materializó, apareciendo repentinamente frente a los invitados, acercándose a aquel par para abrazar a Lucifer del cuello. —Hola, creatura más hermosa que han visto mis ojos —dejó un beso sobre los labios del serafín que los visitaba y nuevamente se desvaneció, dejando un rastro de humo carmesí detrás.

Las mejillas de Lucifer se ruborizaron, pero trató de disimular bebiendo un sorbo de agua, el otro invitado quedó anonadado ante la escena que presenciaba y antes de que tan siquiera pudiera decir o hacer algo el tercer serafín en la habitación volvió a aparecer, justo de la misma forma que antes, sólo que esta vez detrás de ambos, aprovechando para hacer que su mano se deslizara sobre la espalda de Lucifer.

La luz que se extingue al albaWhere stories live. Discover now