Capítulo 16. Una nueva primera vez

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Jofiel entró al taller con Ariel en brazos, fue directamente hasta la mesa y tras mover algunos papeles lo sentó sobre esta, se alejó lo necesario para poder ver su rostro, pero el más bajo buscó que lo volviera a abrazar, no quería que lo soltara, no todavía, por lo que Ariel puso cierta fuerza en sus brazos y piernas para evitar que volviera a apartarse. El castaño no lo hizo esperar, simplemente actuó como su pareja quería, le hizo recargar su cabeza sobre su pecho y comenzó a acariciar su nuca tras besar su sien.

Jesús entró detrás de ellos, tenía cosas por decirles, pero al ver a aquel par, especialmente cómo Ariel no podía dejar de sollozar y que por el momento no parecía tener la mínima intensión de prestar atención a alguien más que no fuere Jofiel, prefirió dejarlo para después. Tan sólo movió su mano ante el agradecimiento de uno de los arcángeles y sin interrumpir más, volvió a salir, aunque en el exterior le esperaba una escena similar a la que había abandonado hace un momento.

—El hermoso color de tus ojos no logra apreciarse cuando estás llorando —mencionó el serafín mientras que con ayuda de su camisa limpiaba las lágrimas del rostro de Miguel. El arcángel mantenía su cabeza ligeramente inclinada hacia atrás a causa de la diferencia de alturas y ya no sabía si el rojo de sus mejillas era por llorar o a causa de lo avergonzado que estaba ante las palabras y atenciones de Lucifer.

Ambos voltearon hasta la entrada del taller cuando escucharon la puerta abrirse, su Maestro los saludó con una sonrisa mientras se acercaba a ellos; Lucifer apretó suavemente las mejillas del arcángel en un intento por hacerlo sonreír, al ver que lo logró, revolvió su cabello, pero comenzó a reír cuando aquella risada melena se despeinó más de lo que esperaba, ignoró lo que hizo y tras rodear sus hombros lo presentó a su Maestro.

—Miguel, ¿verdad? —cuestionó Jesús antes de que Lucifer pudiera presentarlos, algo que era innecesario, pues él conocía a todos en el reino, en especial a alguien tan importante como Miguel.

—Sí, Maestro —respondió animado, sintiéndose inesperadamente feliz al ver que su Maestro lo conocía.

—Ha pasado mucho desde que despertaste y no me he presentarme adecuadamente, ni mucho menos te he dado la atención que mereces, estoy muy avergonzado por ello.

—Oh, no diga eso —sacudió sus manos al mismo tiempo que negaba las palabras de su Señor. —Descuide, yo entiendo, además la situación no era la más indicada.

Jesús sonrió ente la cortesía de Miguel, sostuvo su mano para estrecharla por unos segundos y tras presentarse, continuó. —Tengo deberes acumulados, pero cuando esté menos ocupado, ¿te gustaría pasar un rato conmigo?, quisiera conocer más de ti.

Su felicidad incrementó y respondió tan rápido como pudo, alzando la voz sin darse cuenta. —¡Sí, por supuesto! —Tanto Lucifer como Jesús sonrieron ante la reacción del arcángel, Miguel al notar que se había emocionado demasiado, sólo encogió sus hombros, sintiéndose algo avergonzado.

—Lucifer, llévalo a casa, ¿puedes?

Aquello le tomó de sorpresa, pues ya se había hecho a la idea de que cuando todo terminara volvería a ser internado dentro del palacio, así que terminó luciendo igual de emocionado que Miguel. —¡Claro!, yo lo llevo —Con su mano libre elevó su pulgar hacia su maestro, mientras que a la vez estrechaba al rubio hacia él.

—Bueno, vayan a casa, hasta pronto, Miguel; Lucifer, te veo en el palacio.

Tras ambos despedirse de su Maestro, Lucifer tomó la iniciativa y dio media vuelta para comenzar a caminar, sujetó a Miguel de la muñeca, jalándolo con cuidado para que lo siguiera. —Bien, entonces vámonos.

La luz que se extingue al albaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora