Capítulo 18. Perdón, fue mi culpa.

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Los nervios hicieron que Lucifer despertara antes de que siquiera amaneciera. Cuando volteó a su lado, las sábanas sólo dejaban ver una esponjosa melena despeinada y pudo recordar que, desde el primer momento, lo que más llamó su atención de Miguel fue justamente aquellos dorados rizos que parecían no tener control; inconscientemente sonrió, él lucía tan tranquilo mientras dormía, ese rubor natural en sus mejillas junto con su cabello cubriendo casi toda su frente, aunada a esas pestañas que le hacían juego y esos pocos milímetros que mantenían sus labios levemente separados, formaban una imagen divina.

«¿Cómo es que alguien puede verse tan lindo cuando duerme?», pensó y tras observarlo por un rato tuvo el atrevimiento de acariciar su rostro, siendo cuidadoso para no despertarle; con la misma cautela salió de la cama, acomodó bien las sábanas sobre Miguel y luego de haber escrito una pequeña nota sobre un trozo de pergamino el cual dejó sobre la mesa, desapareció a la vez que el primer rayo de luz entraba por la ventana.

Fue cuestión de un parpadeo para que apareciera frente a la entrada del palacio, era demasiado temprano para que hubiera celestiales por ahí, pero Lucifer sabía que en todo el reino existía alguien aún más puntual que Ariel y que la probabilidad de encontrarlo apenas cruzara la puerta, era alta. Intentó animarse a sí mismo, pero la verdad es que temía que Uriel lo encontrase primero que su Maestro, el querubín enojado, intimidaba bastante.

—Tú puedes, tú puedes...

Se decía a sí mismo con la esperanza de que en él quedara una pizca de esa valentía que Miguel le hizo sentir la noche anterior. Suspiró tan profundo que perdió el aliento y sin tardar más decidió entrar, caminaba tan lento como sus largas piernas se lo permitían, pero al querer asegurar su integridad, primero se asomó hacia la recepción para intentar ver si Uriel estaba ya ahí o tenía la suerte de poder pasar sin peligro. Para sorpresa suya, la recepción estaba vacía, incluso pudo quedarse ahí algunos segundos buscando al querubín, fue tan extraño no verlo que por poco olvida que estaba evitándolo.

No desaprovechó más esta oportunidad que le daba la vida y corrió para llegar a su habitación antes de que alguien lo viera. El éxito de su misión era seguro una vez que llegara a las escaleras, pero antes de siquiera subir el primer escalón, alguien detrás suyo gritó su nombre al mismo tiempo que sentía que algo se estrellaba contra su cabeza al punto de hacerlo caer de rodillas. De inmediato llevó sus manos a su nuca, tratando de protegerse de cualquier otro ataque que se dirigiera a él y de sobarse un poco para intentar aliviar el dolor.

—¿¡DÓNDE TE HABÍAS METIDO!? —cuestionaba Uriel furioso, no dejándose intimidar por el favorito de su Señor, al contrario, desquitó toda su preocupación arrojándole otro libro, sólo que esta vez no alcanzaría darle. —¡PUSE A MEDIA CORTE CELESTIAL A BUSCARTE Y AHORA QUE REGRESAS NI SIQUIERA AVISAS QUE YA LLEGASTE!

Lucifer logró ponerse de pie y voltear hacia atrás para ver al querubín totalmente enojado yendo hacia él, se había mentalizado en que lo iban a reprender, pero no se esperaba que lo recibieran a librazos. Cuando Uriel llegó hasta él, Lucifer sólo bajó la mirada y encogiendo sus hombros, aceptó resignado su regaño. —Perdónenme...

—¡¿Puedes imaginar siquiera cómo nos sentíamos?! —Empezó a dar continuas palmadas sobre sus brazos, pero estas pronto comenzaron a perder la poca fuerza que tenían, porque, aunque quisiese seguir retándolo, se sentía más aliviado que enojado ahora que Lucifer había vuelto. —Incluso llegamos a creer que ya no estabas aquí...

Al serafín le llamó la atención el súbito cambio de humor de Uriel, incluso podría jurar que esas últimas palabras fueron dichas con una voz que intentaba no quebrarse; aún cabizbajo, aclaró su garganta matutina y tomando la diestra del querubín, la posó sobre su cabeza y continuó. —Puedes golpearme todo lo que quieras, me lo merezco.

La luz que se extingue al albaWhere stories live. Discover now