Capítulo 7. La jerarquía celestial pt.2

1.5K 215 253
                                    

—Perdón por hacerte esperar —mencionó mientras se acercaba a él, haciéndolo con cautela para no asustar a las aves con las que estaba jugando.

—Descuida, no fue mucho tiempo —esparció las ultimas migas que le quedaban de pan, mientras lo había estado esperando se había comido el resto.

—Fue todo muy desastroso, ¿no? —cuestionó antes de pasar su pulgar por la comisura de los labios de Miguel, limpiando las migas de pan que le habían quedado pegadas.

Miguel se encontraba sentado, por lo que veía a Lucifer con la cabeza inclinada hacia atrás, encogió sus hombros ante las acciones del más alto y respondió negando con la cabeza. —Para nada, aunque Samael sí me impresionó mucho al principio, creo que es agradable, lo mismo con Belial, por lo que platicaron, se ve que él es muy tierno, es todo lo opuesto a cuando se enoja y está a punto de matarte. Además, cocina muy bien.

—Es muy impulsivo, bueno, ambos lo son. Lo importante es que ahora sabes cómo librarte de las travesuras de Samael —revolvió su cabello y se sentó a su lado.

—Si tú sabías cómo detenerlo, ¿por qué dejaste que te besara?

Cruzó sus brazos y al escuchar aquella pregunta la sonrisa en sus labios desapareció, se quedó en silencio por un par de segundos antes de responder, pero le fue inevitable no tartamudear. —Ah... es que... me tomó por sorpresa.

—¿Y a qué se refería con que ambos se divertirían? —no se había percatado de las reacciones que estaba teniendo Lucifer ante aquel interrogatorio, por lo que él siguió preguntando para saciar su curiosidad.

—A que... —por más que trató de buscar una respuesta inocente, no supo qué responder, por lo que optó por cambia de tema—. ¿Qué tal si ya nos vamos?, ven, te enseñaré a usar tus alas —no dejó que Miguel lo siguiera cuestionando, no tenía forma de detener su curiosidad, por lo que tomó su mano y comenzó a caminar hacia el borde

—No, no, espera un momento —reclamó mientras intentaba zafar su mano.

—No tengas miedo, yo estoy aquí, no te va a pasar nada malo, además, si caes justo abajo están los querubines y ellos al ser los guardianes de las creaciones del Señor no te dejarán morir.

—¿¡Morir!? ¿¡CÓMO QUE MORIR!? —fue cuando dejó de caminar, pero fue inútil, el otro era más fuerte que él, por lo que terminó arrasándolo hasta el borde.

Al llegar lo acercó a la orilla y por detrás sujetó al rubio de su cintura, Miguel rápidamente se agarró de las muñecas de Lucifer e hizo fuerza para que él retrocediera, cosa que no logró, pero optó por sujetarlo firmemente.

—Primero debes extender tus alas, anda, hazlo.

—¿Tenemos algún botón o algo para que se activen? —cuestionó nervioso.

—Miguel, no eres una máquina, sólo debes de... —su mente se quedó en blanco al notar que ni él mismo sabía cómo ordenarles a sus alas extenderse.

—¿Sólo debo de...? —cuestionó mirándolo sobre su hombro y notando de inmediato la expresión confundida de Lucifer.

—Discúlpame, Miguel, pero creo que no sé cómo se activa el modo manual.

—¿¡Entonces sólo planeabas lanzarme por la borda sin siquiera explicarme qué hacer!? —sacó fuerzas de quién sabe dónde e hizo retroceder al más alto, rápidamente se movió para alejarse y una vez seguro volteo hacia él y comenzó a golpear su pecho, enfadado, era más un berrinche.

—No, no, es qué ahora que lo pienso no sé cómo se hace, sólo lo hago —trató de sujetar las manos ajenas para que dejara de atacarlo.

—No me ayudas, Lucifer, no me ayudas —dejó de golpearlo, aunque no permitió que sujetara sus manos.

La luz que se extingue al albaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora