Capítulo 9. La tristeza de la eternidad

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—Por un momento dudé en si eras tú, pero esas alas son inconfundibles.

Tanto su dulce voz como su apariencia acoplaban a la perfección, se acercó a ellos un arcángel, por mucho, más bajo que Miguel; su cabello de color salmón caía hermosamente por su frente, algunos mechones alcanzaban a cubrir ligeramente sus ojos; un cálido tono rosado lo rodeaba y sus grandes ojos color melocotón brillaban cuando su sonrisa aparecía en su rostro. Llevaba un sombrero colgado a su espalda y un delantal con bolsos llenos de herramientas raras; sobre sus manos iba cargando una caja de madera llena de diversas cosas y aunque sus coloradas mejillas delataban su agotamiento, mantenía una expresión afable.

—¡No sabes lo feliz que estoy de verte! —Lucifer se acercó a él y trató de abrazarlo, pero aquella caja bloqueaba sus intenciones, por lo que se limitó a rodear su cabeza con uno de sus brazos, algo bastante fácil de lograr por lo bajito que era, además de acariciarlo, desordenó aún más su cabello. Mientras tanto, Miguel se quedó de pie donde estaba, estirándose sólo para tratar de verlo y escuchar qué decían.

—Igual yo, hace mucho no te veía, ¿cómo has estado? —pareció no importarle la forma en que Lucifer le mostraba afecto, se conocían hace tiempo así que estaba acostumbrado a las demostraciones de amor del serafín—. ¿Qué tal está Uriel?

—Ambos estamos bien, Uriel trabajando como siempre y yo, pues existiendo solamente —le fue inevitable no reír de sí mismo, encogió sus hombros y trató de quitarle aquella caja al más bajo, parecía pesada. —¿Por qué cargas esto?, ¿no se había acordado que Jofiel te ayudaría en las cosas difíciles? —aunque el otro no quería entregársela, se la arrebató y seriamente continuó—. ¿¡Dónde está!?, va a escucharnos —parecía buscar al mencionado a su alrededor y estaba a punto de empezar a caminar, como si supiera andar por el lugar—, le diré a Belial y a los demás que está fallando y entre todos...

—¡Luci, Luci, espera! —alcanzó a detenerlo del brazo y comenzó a reír, sintiéndose enternecido por la actitud del serafín—, Jofiel está cumpliendo el trato, él sigue ayudándome en todo, incluso cuida más de mí ahora que antes.

—¿Entonces por qué no está aquí ayudándote?, esto es pesado, podrías lastimarte.

—No soy el único con cosas que hacer, Lucifer, mira a tu alrededor, todo mundo está ocupado, si él está detrás de mí todo el tiempo, el trabajo sólo se acumulará —Lucifer hizo lo que le pidió y al darse cuenta de que tenía razón, sólo se encogió de hombros. —Sólo vine a traer algunos materiales que necesitamos para el trabajo, además, me fueron asignados un montón de ángeles como ayudantes, ellos también vienen —justo tras decirlo, una fila de ángeles desfiló al lado suyo con cajas similares sobre sus manos, aunque todos ellos iban volando en lugar de caminar, como lo hacía Ariel.

—Oh, hablando de ayudantes... —en ese instante recordó que no estaba solo, volteo a ver a Miguel y con un movimiento de su cabeza le indicó que se acercara— Te asignaron a uno nuevo.

El arcángel de cabellos dorados se acercó a los otros dos, tímidamente levantó su diestra para saludar al otro como él, pero este se apresuró a extender su brazo para estrecharla con la ajena, acto al cual Miguel respondió animado.

—¡Hola, encantado, soy Ariel! —una cálida sonrisa acompañó su saludo y agitó su mano un par de veces antes de soltarlo.

—Me llamo Miguel.

—Miguel es como tú, él también despertó dentro del palacio —a Lucifer parecía gustarle presumir la posición del rubio con todo mundo, por lo que esta vez no fue la excepción.

—¿¡En serio!? —preguntó sorprendido para luego acercarse más a él—, eso significa que entonces no tengo un nuevo ayudante, sino un nuevo amigo, ¿no?

La luz que se extingue al albaWhere stories live. Discover now