La luz que se extingue al alba

Capítulo 23. Día agotador

—Yo también quiero dormir, creo que si nos acomodamos yo todavía quepo —Lucifer iba muy decidido a acompañar a los arcángeles en aquella siesta, pero Jofiel lo detuvo antes de dar un paso hacia ellos.

—No tardamos mucho, compartir su energía con Miguel probablemente agotó a Ariel —Tras mover el montón de mantas que aquellos dos se habían echado encima, los encontró acurrucados entre sí, además de que Ariel parecía sujetar con firmeza la mano del rubio. —Ayúdame aquí.

El serafín se acercó y antes de que Jofiel le hiciera a Ariel soltar la mano de Miguel, Lucifer sostuvo esta de su muñeca para evitar interrumpir el enlace que mantenía al arcángel cálido. —¿Está bien? —cuestionó luego de que Jofiel sostuviera en brazos a Ariel.

—Sí, despertará en un rato, regresaremos a trabajar. Uriel me entregó mis reliquias, así que, si necesitas algo, sólo avísame ¿de acuerdo? —Tras cerciorarse de que el serafín le puso atención y de que Miguel no se viera en mal estado, pudo irse tranquilo, yendo a paso lento para evitar agitar a Ariel y que despertara asustado.

Lucifer permaneció de pie algunos minutos, pensando qué hacer. Estaba tan solo y en silencio que se aburrió rápido y una vez que tomó asiento al lado de Miguel, sólo lo observó dormir por un rato. El arcángel estaba tan mal acostado que comenzó a roncar, claramente dormía por gusto y no porque siguiera sintiéndose mal, esto alivió al serafín, quien encontró con esto una oportunidad para hacer algo más en lo que él despertaba, aunque antes de dejarlo un rato, lo acomodó bien para que dejara de roncar.

Para cuando Miguel hubo despertado ya pasaba el medio día y lo sabía por el tono de la luz que atravesaba la ventana. No recordaba en qué momento se había quedado dormido y lo último que tenía en mente fue una plática casual con Ariel; cuando bostezó y quiso tallar sus ojos, sintió pesado uno de sus brazos, su mano ni siquiera llegó hasta su rostro. Miró a su lado y vio a Lucifer durmiendo recargado sobre la cama, pero sentado en el suelo y junto a él un montón de vendas atadas la una con la otra, que unían su brazo con el del serafín y era a través de esta improvisada guía que el enlace con el que le era compartida la energía de Lucifer, se mantenía.

Es verdad que se sentía algo cansado, pero ya no tenía frío y nada en él dolía, así que pudo sentarse, movimiento que, aunque cuidó hacer despacio, terminó despertando también al serafín. —No duermas en el suelo, ven—Aprovechó para moverse al rincón y dejar el espacio de Lucifer a su lado, el cual señaló para animarlo a acostarse.

A Lucifer no había que rogarle, él tan pronto obtuvo aquel permiso, de inmediato se acostó con él, aunque en lugar de apoyarse en su almohada, recargó su cabeza sobre el regazo de Miguel, en una posición en la que lo tuviera a la vista en todo momento. —¿Cómo te sientes?

—Ya estoy bien, lamento mucho haberlos asustado.

En cuanto Lucifer notó cómo la expresión en Miguel volvía a afligirse, se apuró a estirar sus manos hasta sus mejillas y aplastarlas un poco, provocando un divertido puchero en sus labios. —No te disculpes más, lo importante es que no fue más grave, ¿seguro que estás bien?, ¿Ariel te ayudó a revisar tu cuerpo?

—¿Mi cuerpo? —Sólo pudo mover sus manos y observarlas, aunque al no saber qué debía buscar, preguntó a quién insistentemente continuaba molestando sus mejillas. —No revisamos nada, pero me siento bien.

—Dame tus manitas —Lucifer se sentó para poder tomar las manos del arcángel y comenzar a revisarlas, se aseguró de buscar bien incluso entre sus dedos, las uñas y le tuvo que subir las mangas para checar hasta el codo. Empezó con una y tras terminar ambas, movió las sabanas para destaparlo. —Aunque no fue mucho tiempo el que estuviste expuesto al frío, tus extremidades pudieron haberse congelado, así que debemos ver que estén bien —Se recorrió hacia abajo y se dio algunas palmadas en sus piernas, para que Miguel acomodara las suyas sobre él. —Pon aquí tus piecitos.