Capítulo 8. El penúltimo círculo

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«Bueno, lo intenté».

Pensó Miguel mientras se ayudaba del otro para ponerse de pie. Una vez hecho, el arcángel volteó hacia atrás, de donde habían llegado corriendo, para ver si seguía a la vista el querubín que momentos antes los intimidó.

—Oye, Lucifer, ¿por qué aquel sujeto era tan malhumorado?

—¿Raguel?, bueno, es que es el querubín de la tranquilidad y paz interior, entonces obliga a todos a su alrededor a mantener un ambiente sereno.

—Es un amargado.

—Sí, definitivamente lo es —asintió para hacer realce de su respuesta—. Si no fuera porque Uriel ya no está aquí, él seguiría siendo tan sólo un miembro del séquito de mi amigo, desde que se fue se ha vuelto más insoportable —respondió mientras se agachaba un poco, para poder sacudir su ropa.

—¿Eres tan cercano a Uriel como con Belial y Samael?

—Sí, al principio fue difícil acercarme a él, es muy serio y reservado, sólo hacía sus deberes y no hablaba con nadie —una vez que terminó, comenzó a hacer lo mismo con el rubio— Me acerqué a él para ayudarle, aunque es claro que no necesitaba mi ayuda, le conté un poco sobre mí y cómo todavía no había encontrado mi misión, entonces eso le conmovió y me dejó hacer las cosas con él —cuando terminó, tomó la mano de Miguel y comenzó a caminar para irse de ahí— teníamos la esperanza de que tal vez mi misión sea parecida a la suya o que la encontráramos mientras trabajaba con él, pero no.

—¿Eso te decepcionó? —dudó un poco en preguntarle mientras comenzaba a caminar con él.

—Me puso algo triste, pero Uriel y lo demás se encargaron de hacerme sentir mejor e hicieron que me diera cuenta que si ni Él me presiona a encontrarla, entonces no tengo que atormentarme a mí mismo, así que por favor... —volteó a ver a Miguel y tras sostener ambas manos y acercarlas a su rostro, continuó— prométeme que no te lastimarás a ti mismo tratando de encontrar más rápido tu misión, créeme cuando te digo que llegará cuando tenga que hacerlo.

La expresión en el rostro de Lucifer hizo sentir triste a Miguel, pudo imaginar lo pesado que había sido para él el tema de encontrar su misión y lo presionado que se habría sentido con todo eso, le dedicó una sonrisa y tras asentir respondió.

—Lo prometo.

La escena volvía a repetirse, pero ahora Miguel se encontraba emocionado al estar de pie en el borde, justo para saltar dentro del vórtice que los trasladaba de nivel a nivel. Ambos se lanzaron dentro y por primera vez Miguel disfrutó el momento, pues pudo usar sus alas para descender y controlar la velocidad con lo que lo hacía, esto le permitió poder observar con más cuidado el exterior. Ambos bajaron tomados de la mano y al no detenerse en ningún otro nivel, el recorrido fue más largo que los anteriores.

Esta vez Lucifer no lo dejó bajar hasta el suelo, ambos se quedaron viendo desde el cielo. Desde el primer segundo el arcángel sintió cómo el ambiente cambio. Visualmente, los niveles anteriores lucían muy diferentes a este; el de los serafines estaba lleno de altas construcciones y parecía en sí una ciudad flotante sobre un amplio estanque de agua; lo que alcanzó a ver del nivel de los querubines, parecía más un bosque con construcciones sobre los árboles; pero en cambio este, era algo así como un campo abierto, lleno de flores y pequeñas cabañas esparcidas por toda la extensión y justo en el centro un edificio alto que se iluminaba a sí mismo del cual salían y entraban arcángeles en todo momento.

Fueron volando sobre el nivel, lo que le permitió a Miguel ver desde las alturas toda la extensión de aquel círculo celestial, estaba dividido por secciones y cada una de esos sectores era rodeada por una esfera que mantenía cierto ambiente dentro. Algunos sectores lucían blancos, otros brillaban muchos y algunos más estaban llenos de agua. En las zonas donde era un campo se podía apreciar a algunos arcángeles que parecían estar sembrando cosas en la tierra, otros formaban un circulo y unidos hacían crecer algo en medio de ellos. Ninguno de los dos sabía qué estaba pasando, pero ambos quedaron impresionados por tantas cosas que alcanzaron a ver.

La luz que se extingue al albaWhere stories live. Discover now