Capítulo 11. Cayendo en la tentación

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Advertencia, contenido +18

La luz de día despertó primero a Jofiel, a pesar de todo el caos de la madrugada, su sueño fue muy reparador, no se sentía cansado y a diferencia de los días pasados, esta vez se no sentía nervioso o molesto. Terminó de despertar cuando volteó a su lado y vio a su compañero de equipo dormir tranquilamente sobre su brazo. Su cabello todo desordenado cubría su frente y parte de sus ojos, aunque bien se podía ver esa larga línea de pestañas que los adornaban, su cara todavía se notaba algo hinchada, pero, aun así, se veía hermoso, o eso pensó Jofiel al quedarse viéndolo en silencio por un momento.

El tranquilo momento fue interrumpido por el recuerdo de que ese día todos habían sido citados a primer ahora a las afueras del palacio y por el color de la luz que lo despertó, pudo deducir que ya era tarde. —¡Ariel!, ¡Ariel!, ya es tarde, ¡levántate! —Él como pudo se puso de pie y fue ese movimiento brusco de quitarle su brazo como almohada, lo que provocó que el otro despertara. —Ya todos deben estar esperándonos, vámonos.

—¡Lo había olvidado! —Sus ojos no podían abrirse, pero tenían tanta prisa y había olvidado que no era su cama que terminó cayendo al suelo al enredarse entre las sábanas. El golpe al caer sonó tan fuerte que el otro interrumpió lo que hacía para correr a levantarlo.

—¿¡Estás bien!?

—Sí, sí, vámonos ya.

Ambos salieron corriendo hacia el punto de reunión. El más bajo todavía con su ropa de dormir y descalzo y el otro a medio cambiar, ambos despeinados y sin asearse. Justo como lo suponían, ya todos los demás estaban ahí esperándolos. No pudieron llegar inadvertidos, puesto como los esperaban, todos miraban hacia la entrada para de verlos llegar. La impresión fue mucha cuando los vieron venir corriendo en ese estado.

Para no dejarlo atrás, Jofiel se aseguró de ir sujetando a Ariel de la mano, además creyó que si llegaban juntos el regaño podría ser menor. Cuando dejaron de correr, se encontró con un montón de caras felices, pero esas sonrisas no eran porque ya estaban ahí, sino por la forma en que se habían presentado e incluso sus Maestro no pudo ocultar su expresión al concluir que ese par finalmente habían hecho las paces.

—¿Por qué llegan tarde? —cuestionó Gabriel mientras se acercaba para verlos mejor.

—Perdón —exclamó de inmediato Ariel mientras acomodaba su ropa y trataba de recuperar el aliento— es que por la madrugada...

—Fue mi culpa —interrumpió Jofiel poniéndose enfrente de su compañero para protegerlo de la mirada acusadora de Gabriel—. Yo le dije a Ariel que durmiera tranquilo y yo lo despertaría, pero me quedé dormido y por mi culpa él también llegó tarde, lo lamento mucho, si habrá un castigo que sea sólo para mí, Maestro.

Jofiel no era del tipo protector con los demás, así que todos quedaron aún más impresionados al verlo proteger a Ariel, algunos comenzaron a murmurar entre ellos y otros no podían ocultar la emoción. —No es para tanto, Jofiel, tranquilo, no habrá castigo —respondió el Maestro mientras se acercaba a él y trataba de ordenar un poco el cabello despeinado del más alto. —Ahora que ya están todos aquí, vengan conmigo, hay algo que tenemos que hacer.

En cuanto el Maestro comenzó a caminar, los demás lo siguieron, pero el equipo que llegó tarde esperó a que los demás avanzaran para ir unos pasos por detrás. —¿Por qué te echaste la culpa? —cuestionó Ariel a su compañero.

—Porque lo fue, además tranquilo, ya dijo que el Maestro que no nos castigará —Sonrió para él y fue en ese instante que se percató que venía descalzo. —¿Por qué no te pusiste algo?

—No sé, es que ya era tarde y mis zapatos no estaban cerca.

Ambos empezaron a reír, se dieron cuenta de lo mal vestidos y arreglados que estaban, sus cabellos todos desordenados, los risos de Jofiel enredados y Ariel tenía en su nuca un nudo que le hacía una forma graciosa a su cabeza. Tras tratar de arreglarse, Jofiel se puso frente al más bajo y se agachó, indicándole así que subiera a su espalda. —El piso debe estar muy frio, yo te llevo.

La luz que se extingue al albaWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu