Capítulo 15. Reencuentro

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Tan rápido como le fue posible, Lucifer corrió hacia la habitación más cerca de la entrada y de inmediato recostó a Jofiel sobre la cama. Desesperadamente comenzó a moverlo, sacudía su torso mientras mencionaba repetidas veces su nombre, deseando que el arcángel pudiera escucharlo y despertara, pero comenzó a asustarse cuando por más que lo movía no reaccionaba; ver a su amigo de esta forma despertó emociones que ya había sentido antes, vinieron recuerdos a su memoria de aquella vez que casi perdía a otro de sus compañeros y temía que esa situación volviera a repetirse, aún más al notar las similitudes entre ambas.

No pasó mucho antes de que su Maestro llegara, seguido de Uriel el cual cerró la puerta detrás suyo. —¿Es como esa vez? —cuestionó Jesús tras acercarse para comprobar el estado de Jofiel.

—No lo sé, estábamos hablando y de repente quedó inconsciente —respondió nervioso, alejándose para darle espacio.

—¿Sobre qué hablaban? —Posó su diestra sobre su frente, para luego bajarla algunos centímetros hasta colocar el dorso de esta debajo de su nariz, esperando sentir alguna exhalación, por más tenue que fuera. —¿Qué hizo enojar tanto a mi padre para que lo castigara de inmediato?

—Él... —Volteó a ver al arcángel, dudando en decir la verdad. Sabía que Jofiel se equivocó y esta ocasión era más grave que la vez anterior. Inconscientemente comenzó a jugar con sus pulgares, estaba nervioso y estos ademanes lo evidenciaban. —Estaba muy dolido, sus emociones lo sobrepasaron y dijo cosas que podrían malinterpretarse, pero estoy seguro que no...

—Sé claro —reprendió Jesús.

Lucifer desvió la mirada, buscó socorro en el querubín de pie junto a la puerta, pero este sólo lo animó a responder. Tras un suspiro y sintiéndose avergonzado de ser él quien dijera esto, respondió cabizbajo. —Jofiel blasfemó.

Jesús suponía una situación como esa, pero al recibir la confirmación no pudo evitar entristecerse. —Es la misma razón por la que Ariel perdió sus alas —Tomó asiento en una esquina de la cama, frustrado recargó los codos sobre sus rodillas y cubrió su rostro en un intento por no perder la cordura y hacer algo insensato. —Preparen el cuerpo de Jofiel, haremos con él lo que hicimos con Ariel.

Tras ordenar, los otros dos seres consientes en la habitación empezaron con los preparativos. Mientras Uriel le quitaba el calzado y su delantal de herramientas, Lucifer se despojaba de sus reliquias, dispuesto a entregarlas una vez más, pero justo cuando estaba por ponerlas sobre el arcángel, fue detenido por su Maestro. —¿Qué haces?

Tanto Uriel como Lucifer voltearon hacia donde estaba Jesús, no entendiendo tal reacción de su parte, se miraron entre sí con la esperanza de que alguno de los dos supiera que estaban haciendo mal, pero en un instante supieron que ambos estaban igual de confundíos, así que el serafín fue quien se atrevió a manifestar su falta de comprensión. —Usted dijo que...

—Esa vez tú no podías salir de aquí, ahora es diferente —Fue hasta él y tomando su relicario, lo colocó de vuelta alrededor de su cuello, haciendo lo correspondiente con el anillo. —Lo harás tú directamente, no necesitas a nadie más, tienes el poder para devolverle la vida y su divinidad a Jofiel.

El peso de la responsabilidad que cayó sobre sus hombros rebasó las expectativas que tenía sobre sí mismo. Cualquiera que conociere bien a Lucifer, sabía lo desconfiado que era respecto a sus habilidades y aunque quería ayudar a Jofiel, sus inseguridades empezaron a sobreponerse por encima de su ánimo. —¿Y si lo hago mal?, creo que Belial podría hacerlo mejor, iré por él.

Trató de salir de la habitación, pero fue detenido por Uriel que alcanzó a sujetar su brazo. Al parecer sólo su Maestro tenía una idea de lo fuerte y capaz que él podría llegar a ser, por lo que se vio en la tarea de guiarlo a descubrir su potencial. —¿Cómo te llamas?

La luz que se extingue al albaWhere stories live. Discover now