Capítulo 14. Descansa

923 101 114
                                    


Sólo Belial pudo acercarse a ayudar a su Maestro, Samael, por su parte, quedó de pie un par de pasos lejos de ellos; la impresión que supuso para el pelirrojo ver a Ariel tan herido, fue demasiada. Al ser de los pocos seres empáticos dentro de los serafines, Samael percibió el terror que el espíritu de Ariel aún sentía, le fue inevitable comenzar a llorar mientras su cuerpo temblaba de miedo, inevitablemente contagiado por el arcángel inerte en los brazos de su Maestro.

—Llévatelo, ustedes dos podrán encargarse —comentó Jesús mientras ponía a Ariel sobre los brazos de Belial. —Ponlo a dormir, Belial —Tras dar la orden, se acercó al otro serafín, extendiendo hacia él los objetos que previamente le habían sido entregados. —Asegúrense de ponerle las reliquias de Lucifer antes de aislarlo.

—¿Por cuánto tiempo, Señor? —preguntó Belial, cuidando de no lastimar más el cuerpo del arcángel. Al dar media vuelta, pudo notar a su compañero en shock, estaba tan sumergido en las emociones de Ariel que ni siquiera se daba cuenta de que tenía a su maestro con la mano extendida esperando. —¡Samael!

—¡Samael! —Fue nombrado una vez más por su Maestro, pero incluso no atendió a este llamado. Jesús pudo notar cuán afectado estaba, comprendió que, a causa de su naturaleza, ahora mismo estaba sufriendo lo mismo que Ariel; las palabras de su padre, sentenciando que todos los involucrados recibirían una reprensión, comenzaban a tomar forma. —Estará bien, Samael... —susurró mientras que, con ternura, enjugaba sus lágrimas en un intento por consolarlo.

—Aún está sufriendo... —respondió el serafín de ojos verdes entre sollozos, no pudiendo apartar su mirada del arcángel. —No sólo su cuerpo duele, su espíritu no tiene paz.

—Lo sé, por eso debes ayudarlo —Acarició su mejilla antes de sujetar su diestra y dejar sobre su palma el anillo y relicario de Lucifer. —Antes de que Belial lo haga dormir quita de él cualquier sentimiento negativo, ¿puedes hacerlo? —Sólo recibió un movimiento de cabeza como respuesta, pero fue suficiente para saber que harían lo que les pedía. —Ariel fue despojado de su divinidad y aunque mi padre le devolvió la vida, no sé hasta qué punto su espíritu fue amedrentado, preparen su cuerpo antes de hacerlo dormir y no olviden las reliquias, yo iré con Uriel y trataré de calmar a Jofiel, si es posible los alcanzaremos para que él se despida de Ariel.

—Nosotros nos encargamos.

Cada quien se fue por su lado, Belial y Samael llegaron de inmediato al hogar del arcángel y rápidamente comenzaron a cumplir las órdenes de su Maestro. Belial dejó a Ariel sobre la cama y fue a preparar una tina con agua caliente para limpiar el cuerpo del arcángel, Samael se quedó desvistiéndolo, la ropa estaba tan ensangrentada que no le importó romperla para terminar más rápido, pero al hacer esto con su camisa y descubrir su espalda, el llanto se volvió a apoderar de él.

Cuando Belial notó lo mucho que su compañero tardaba, salió a ver qué lo retrasaba, pero hasta él se vio impresionado una vez que notó las heridas sobre su espalada, ninguno sabía que a Ariel le habían sido arrancadas sus alas. Hincado sobre el suelo y mientras sujetaba una de sus manos, Samael repetía constantemente —¡Es mi culpa! ¡Es mi culpa!

Alguien debía ser el fuerte y a Belial le tocaba serlo, se acercó hasta el otro serafín y le ayudó a ponerse de pie. —No digas eso, esto no es culpa de nadie —Aunque su tono y sus palabras no fueran muy dulces, realmente se preocupaba por su consiervo, así que cuando logró levantarlo, lo abrazó y comenzó a acariciar su cabeza, tratando de tranquilizar aquella nueva ola de emociones que lo sobrepasaban.

—¡Todo es culpa mía!, yo les dije que no hacían nada malo, si tan sólo hubiera sido más sensato me habría dado cuenta del mal que cometían, debí detenerlos, soy mayor que ellos ¡¿Por qué no pude protegerlos?!

La luz que se extingue al albaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora