Oblivion | Draco Malfoy (memoria #1) © ✓

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Lethe

Cualquiera que pasara por aquel lugar, diría que veía a dos chicas, lo más seguro hermanas —dado al gran parecido—, sentadas frente a un lago.

—¿Quién eres? —pregunté mirando a la chica de pelo largo y castaño.

—Aura.

Ese nombre mi atravesó el cráneo, instalando un dolor en mis sienes.

—Aura... He escuchado tu nombre —dije.

—Lo sé —sonrió—. Oye, ¿cómo está Draco?

—¿Draco?

—Estoy segura de que mi nombre lo has escuchado de su boca, ya que soy consiente de que tú no eres capaz de recordar nada...

—¿Y qué debería de recordar?

—Ven, demos un paseo, tengo mucho que contarte —contestó colgándose de mi brazo.

Draco

La puerta de la habitación se abrió, dejando ver a los padres de Lethe.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Alexander.

—¿Y ustedes? —los miré con los ojos entrecerrados.

—Creo que es obvio —murmuró su madre—, es nuestra hija.

—Bueno, que yo recuerde, fuisteis partícipes de lo que la dejó en este estado —contesté levantándome del sillón.

—¿Y tú, Draco? —Alexander dio pasos amenazantes hacia mi—. ¿Eres un santo ahora? ¿Eres mejor que cualquiera en esta habitación? ¿Eh? dime, ¿lo eres?

—No, no lo soy. Lo mejor de esta habitación está ahí —señalé a Lethe que aún seguía en aquella cama—. Lo mejor de esta habitación están en coma por una guerra en la que no debería estar metida. De la que ustedes la deberían de haber protegido.

—No pudimos, Draco —intervino Diane.

—Con esos argumentos solo os engañáis a vosotros mismo. —Me senté de vuelta en el sillón.

—¿Nos vas a dejar solos con nuestra hija? —preguntó Alexander.

—No.

Noté sus miradas sobre mi. Me miraban como si quisieran hechizarme ahí mismo, pero no me inmuté.

—Vamos, Alexander —le dijo Diane—, vendremos cuando él no esté.

Suerte con eso.

Escuché que se cerraba la puerta, indicándome que volvía a estar solo con la chica de pelo azabache y ojos negros.

🥀

—No era así como imaginaba fin de año —murmuró Ava a mi lado.

Blaise y Ava habían llegado hacía media hora. Decidieron que hoy lo pasaríamos loa cuatro, tal y como habíamos planeado, aunque en diferentes condiciones.

—¿Qué han dicho los sanadores? —preguntó Blaise.

—Nada nuevo: que cuanto más tiempo tarde en despertar, más difícil será que lo haga —contesté, y las palabras ardieron en mi boca.

Cada vez faltaba menos para entrar en 1997. Un año en el que no vendría nada bueno, por lo que sería inútil pedir lo contrario.

Ava se sentó junto a Lethe, acariciando su pelo.