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-¿Qué desea?- Pregunté con fingida indiferencia.

-¿Dónde estaba?- Ignoró por completo mi pregunta.

-No es de su interés.- Respondí tranquila.

-Dalila.- Mi nombre dicho de esa forma tan calculadora no era de mi agrado.

-Conde.- Él caminó hacia mí con la furia reflejada en su tenso cuerpo.
 
Mi espalda chocó con la pared y su pecho impidió que pudiese alejarme de aquel lugar y colocó sus brazos cerca de mis hombros para evitar un posible intento de fuga. Estaba atrapada, nerviosa y no me atrevía a confrontarlo. Para mi sorpresa, el cuerpo del conde dejó de verse violentamente tenso y él  apoyó su frente en mi hombro, dejándome completamente perdida.
 
-¿Dónde estaba?- Volvió a preguntar cerca de mi oreja.

-No es de su incumbencia.- Volví a repetir.

-¡Maldita sea!-Bramó y golpeó la pared con fuerza.- Necesito saber dónde estaba.

-No veo porqué.- Susurré.

-¿La besó?- Preguntó repentinamente. Al no obtener respuesta por mi parte, arañó la pared que era víctima de sus berrinches.- La besó.
 
El conde se alejó bruscamente de mi cuerpo y tomó su cabello con fuerza mientras caminaba a toda velocidad. Estaba intentando calmarse pero no podía hacerlo, la forma en la que tiraba de su cabello me indicaba la frustración que sentía.
 
-Conde…- Susurré.
 
No recibí respuesta alguna a excepción de su respiración entrecortada.
 
-¿Por qué?- Murmuró para sí mismo.- No lo entiendo.

-Conde…- Volví a repetir, siendo nuevamente tomada por sorpresa.
 
Reli Fracci volvió a acorralarme entre la pared y su cuerpo, mientras que sus labios acorralaban los míos en una danza necesitada. Aquel conde me estaba besando como nadie jamás lo había hecho y eso solo me confundió más. Me gustaba Heit, era completamente mi tipo de hombre pero ese conde… Ese conde charlatán me había estado confundiendo cada vez más.

Por mi mente pasó una dolorosa realidad y era que él no sabía amar, no quería hacerlo y yo no buscaba ser otra más de su lista. Como pude alejé su cuerpo del mío y cubrí mis labios para que no volviese a suceder.
 
-Conmigo no, conde.- Le advertí, sintiendo unas molestas ganas de llorar.- Yo no voy a lanzarme a sus brazos como las mujeres que corteja todos los días.

-Dalila.- Parecía perdido.

-No.- Negué con la cabeza.- ¿Acaso siente algo por mí?- Pregunté con temor hacia la respuesta.-Usted no ama y yo no quiero ser la que caliente una de sus noches.

-Tienes toda la razón, no siento nada por usted y tampoco podría amarla.- Asintió repetidas veces y se dirigió a la puerta, saliendo como un fantasma.
 
Sus palabras habían logrado su cometido, me habían lastimado hasta lo más profundo de mi ser.
 
-Soy una tonta.- Susurré en la soledad de la oscura habitación.- Justo cuando creí que…- Negué repetidas veces. No valía la pena decirlo en voz alta.
 
 Estaba cansada de esa actitud tan errática que tenía hacia mí. Alejé mi cuerpo de la pared y salí hacia la habitación de Sara. Quería alejarme de allí y tenía que notificarle pues habíamos ido juntas.
 
-Sara.- Toqué dos veces en su puerta antes de que me abriese.

-¿Qué ocurre?- Se hizo a un lado al ver que no hablaría estando en el pasillo.

-No puedo estar más tiempo aquí.- Le informé.- Quería saber si se quedará aquí o regresará conmigo.

-¿No está siendo apresurada?- Preguntó preocupada.

-No. Está decidido.- Ella asintió comprensiva.

-Ve, yo cubriré tus pasos.- Murmuró, envolviéndome entre sus brazos.

-Gracias por todo, tan pronto pueda te devolveré cada uno de los favores que me has hecho.- Susurré, intentando no llorar.

-Oh, niña. No digas tonterías.- Ella parecía que también se echaría a llorar.- Anda, ve.

-Cuídate.- Asintió sonriente.

-Usted igual.- Me había encariñado de la problemática de Sara y no quería dejarla atrás pero había sido su decisión quedarse para ayudarme, otra vez.
 
No iba a despedirme de nadie más, no podía arriesgar la oportunidad que me estaba dando la vida. Tenía que cubrir todos mis pasos e iba a aprovechar que los gemidos y golpes habían aparecido de la nada. Sentía un enorme hueco en la boca de mi estómago pero no iba a dejarme llevar por sentimientos que no debían existir, llevaría mi trasero a mi época sin importar qué.

Entré al despacho de aquel conde y rebusqué en sus papeles y cajones hasta encontrar aquello con lo que había llegado. Tomé el libro y lo aferré a mi pecho con fuerza mientras comenzaba a escabullirme entre los rincones más oscuros. Ya afuera, me dirigí al establo que tantas veces había visitado y subí al primer caballo que me encontré.

De un momento a otro, comenzó a haber demasiado movimiento en el pequeño castillo, los guardias corrían de un lado a otro al igual que las sirvientas. Como si fuese obra de magia, una antorcha iluminó la habitación que debía ser el despacho y con ello se desató el caos.
 
-¡DALILA!- El grito del conde se hizo eco por todo el lugar y fue cuando único me atreví a salir de mi escondite y cabalgar lejos de allí.
 
Nadie me había seguido porque no se esperaban que me hubiese robado un caballo y mucho menos que hubiese cabalgando por el bosque. Debía avisarle a Heit pero era más que obvio que las miradas irían a parar a él y no podía ser atrapada por un descuido así. Vagué durante minutos bajo las caricias del desgarrador frío, teniendo como único testigo a la oscuridad de la noche. Estaba asustada, cada tanto se escuchaban ramas romperse o el movimiento de las hojas y eso me hacía pensar que el caballo y yo no estábamos solos.
 
-Estamos solos…- Murmuré, intentando convencerme a mí misma de que no debía tener.- No tengo miedo.
 
Por más que repetía esas palabras, no lograba tranquilizar el temblor de mis manos. Sentía unas inmensas ganas de llorar y las ramas que se rompían cada vez más seguido, fuerte y cerca, no hacían más que descontrolar al caballo.

-Sh…- Una mano a mi altura, cubrió mi boca. Me iban a matar.- Soy yo, tranquila.
 
Aunque lo detestase, sentí alivio al volver escuchar su voz.
 
-Regresemos.- Tomó la rienda del caballo en el que me encontraba y tiró de él.

-No.- Dije decidida.

-Dalila, no es el momento ni el lugar para tener una discusión.- Habló.

-No tiene porqué discutir, solo suelte la rienda y vuelva a su hogar.- Intenté quitar la rienda de sus manos pero la fuerza que ejercía no me permitía arrebatársela.

-¿Ah, sí? ¿A dónde planea ir exactamente?- Preguntó cansino mientras miraba hacia abajo.

-Con Heit, por supuesto.- El conde, de inmediato alzó su rostro hacia mí, mirándome con malestar.

-Vamos, Dalila.- Volvió a tirar del caballo.

-No quiero ir con usted.- Zanjé.

-Escúcheme.- Exhaló ruidosamente.- Si continuamos aquí podrían asesinarla y créame, lo menos que me apetece es verla sin vida.

-No es lo que parece, conde.- Murmuré.

-No debería dejarse llevar por cómo actúo, señorita. Suelo hacer y decir lo opuesto a lo que pienso y siento.- Sonrió levemente.

-Entonces es un cobarde.- Lancé mordaz.

-Me temo que sí, soy un cobarde que teme alejarse de aquello a lo que está acostumbrado.- Murmuró.

-Debería cambiar ese aspecto.- Estaba decidida a responder con hostilidad hasta que se dignara a soltarme.

-Entiendo que esté molesta. Fui grosero, irrespetuoso y dije cosas que no debía… Le pido mis más sinceras disculpas.- Hizo una leve reverencia.

-Vive disculpándose.- Giré el rostro hacia otro lado.

-Como no se imagina.- Murmuró.
 
El caballo en el que estaba montaba me traicionó, cediendo al fin a los tirones que le daba el conde para que lo siguiera. Fracci en ningún momento intentó que los caballos trotaran o comenzaran a correr, se tomó la calma necesaria para que los ánimos se mantuvieran por lo bajo y fue así como llegamos nuevamente a su territorio.

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Onde histórias criam vida. Descubra agora