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Pov Reli

Al final, mi más oculto deseo se había hecho realidad, Dalila había quedado embarazada. Habían pasado unos meses, como ella los llamaba, y su vientre estaba realmente grande. Yo estaba más que feliz porque tendría un hijo con mi esposa y ella lucía incluso más hermosa de lo que ya era.

-Reli...- Mi pequeña flor ingresó a mi aposento.

-¿Qué ocurre?- No se veía feliz y eso no me agradaba.- ¿Alguien se atrevió a hacerte enojar?

-Me duelen las piernas.- Se quejó.

-Vamos a ver.- Ayudé a mi esposa a que se sentara en el colchón y a acostarla.

-Esto es muy difícil.- Murmuró cansada.

-Me encargaré de hacerlo fácil.- Comencé a hacer lo que ella me había enseñado tan pronto supimos de su embarazo, masajes. Según ella me había dicho, los masajes ayudaban a relajar los músculos.

-Oh, eso se siente bien.- Murmuró.- Mm...- Emitió disfrutando del masaje.

Tomé sus pies en mis manos y los masajeé hasta que estuvo satisfecha. Cuando eso sucedió, coloqué una mano en su espalda y la otra tomando una de las suyas para levantarla sin que se lastimara. El embarazo le iba muy bien, se veía hermosa y su forma de ser seguía tan alegre como siempre. Lo único que había cambiado eran los tiempos en los que comía y las cantidades, aunque ella dijera que parecía un cerdo, a mí me gustaba verla comer, alimentándose a ella misma y a nuestro hijo.

-¿Cuánto tiempo falta?- Pregunté con suavidad.

-Un aproximado de tres meses, tal vez menos, depende del bebé.- Asentí lentamente.

-Crees que... ¿Crees que sea un varón?- Deseaba un heredero.

-Tú quieres un niño.- Aseguró. Nunca le había dicho eso.- No me mires así, eres bastante evidente.

-Es sorprendente.- Respondí avergonzado.

-No me hagas mucho caso pero creo que es un varoncito.- Murmuró.

-Eso sería maravilloso.- Asintió enérgica.

-Has estado haciendo un muy buen uso de las palabras de mi época.- Ah. Era cierto, Dalila me había estado enseñando palabras de su época y las utilizaba en todo momento.

-Sí, es divertido hacerlo.- Ella, a pesar del gran bulto que tenía en su vientre, se acercó como pudo y me besó.

-Voy a descansar un poco.- Murmuró.

-Descansa aquí, no quiero que te lastimes.- Asintió sonriente.- Tengo que ir a encargarme de unos asunto pero luego regresaré, ¿de acuerdo?- Volvió a asentir y besé sus labios una última vez.

Pov Dalila

Cuando me enteré de que estaba embarazada quise golpearlo, una cosa era estar casa y otra muy diferente era ser padre pero ahí estábamos. Reli había sido realmente atento y cariñoso todo el tiempo y se había encargado de mantener mi paz mental y felicidad por sobre todas las cosas. Incluso y pese a que iba en contra de sus tradiciones, se iba a dormir conmigo sin importar lo que dijeran sus sirvientes o consejero. Era divertido ver a un gripo de seis o siete personas ir detrás del conde mientras le decían que eso no podía ser y que él, los ignorase hasta que su paciencia se hubiese agitado.

No había dormido mucho, tal vez unos treinta minutos pero me había aburrido tanto que quise ver qué hacía Reli. Él había dicho que volvería pero no sabía cuándo y mis ansias por hablar se habían hecho presentes.

-¿Reli?- Pregunté al poner un pie en su despacho.- Vaya que estás ocupado.

Cerré la puerta de un portazo y salí lo más rápido que pude. Era un maldito mentiroso y yo una estúpida que había creído en sus cuentos. Al abrir la puerta e ingresado al despacho, me había llevado la sorpresa de mi vida pues había una coqueta mujer sobre el escritorio, tenía los pechos descubiertos y él solo estaba ahí... Intenté borrar el recuerdo de mi mente mientras escuchaba pasos apresurados a mis espaldas.

-¡Dalila!- Gritó a lo lejos.

Justo cuando estuvo frente a mí, cerré la puerta de mi habitación en sus narices. Me había traicionado y lo peor era que me había creído especial cuando la realidad era que no sabía cuántas veces había ocurrido eso.

-Escúchame.- Pidió desde el otro lado.- Por favor pequeña flor, no es... No es lo que crees.

Comencé a llorar sin poder evitarlo. Eran más y más mentiras.

-Dalila.- Volvió a llamar.

-¡Lárgate!- Grité.- ¡Déjame en paz de una puta vez!

Tan pronto mis palabras fueron dichas, se hizo un silencio espeso en todos los rincones del castillo. Como pude, me alejé de la puerta y coloqué objetos para que nadie pudiera entrar ni siquiera cuando estuviese dormida.

Las horas comenzaron a pasar con lentitud y de las afueras de mi habitación no se detuvieron las pisadas. Él estaba ahí, escuchaba cómo daba órdenes y murmurara pero no se dirigía a mí y era lo mejor porque no sabía de lo que era capaz si aquel mentiroso me volviese a hablar.

-Todo va a estar bien.- Susurré mientras acariciaba mi vientre.- Yo voy a encargarme de ti.

-¿Señora?- Preguntó una voz femenina que reconocí como la de una de las que se encargaba de limpiar el dormitorio.

No respondí. No estaba dispuesta a caer en los trucos que estaba utilizando para comunicarse.

-Señora, debe comer.- Sí, tenía hambre pero nosotros podríamos aguantar con el poco pan que me quedaba de la merienda.

Las pisadas volvieron a escucharse de un lado a otro al igual que sus murmuros y maldiciones.

-Mentiroso.- Susurré, ahogándome con mis lágrimas.

La cama se sentía como un montón de piedras. Mi cuerpo comenzaba a doler sobre aquella superficie y el hambre no me dejaba cerrar los ojos.

-Por favor señora, el bebé...-Alejé con lentitud la muralla y abrí la puerta frente a la expectante mirada de algunos.

-Trae comida y agua suficiente para unos días.- Ordené y volví a cerrar.

Sus apresurados pasos no se hicieron esperar hasta que desaparecieron de mi rango de audición. No iba a salir hasta que fuese estrictamente necesario o me volviese loca.

-Señora, traje lo que pidió.- Avisó la mujer luego de unos minutos.

-Gracias.- Dije cuando abrí, tomé las cosas y volví a cerrar.

Sí... Podía sobrevivir con aquello algunos tres días si sabía manejarlo.

El primer día pasó tortuosamente lento, en el segundo pude aprovechar el tiempo ya fuese limpiando o leyendo y para el tercer día ya mis provisiones se habían agotado y mi humor estaba a menos trecientos. Abrí la puerta de un solo tirón y caminé lejos de aquellas personas que parecían haber acampado frente a mi puerta.

-¿Podrían prepararme algo?- Pregunté al llegar a las cocinas mientras acariciaba mi vientre.

-Por supuesto mi señora.- Hicieron una reverencia y se pusieron a ello.

Él debía estar cerca porque sentía una mirada insistente sobre mi espalda. No iba a girarme para buscar quién y de dónde estaba siendo observada, solo me mantuve allí como si no estuviese sucediendo nada.

Mi espalda me mataba al igual que mis pies y no importaba cuánto tiempo estuviese acostada, la hinchazón y el dolor no se iban. El bebé me estaba matando por lo que a mis cálculos y lógica, debía ser grande.

-¿Se encuentra bien, señora?- Preguntó la mujer que me llevaba la comida.

-Sí... No te preocupes.- Comencé a comer hasta que sacié nuestro apetito.

Al terminar de comer volví sobre mis pasos y fui a mi habitación, mi pequeño y aburrido refugio.

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Where stories live. Discover now