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-¡Atrás!- Gritó una voz conocida justo antes de que el forcejeo en la puerta cesara.

Ese conde había llegado justo a tiempo.

-Abran, rápido.- Dijo él, con voz agitada.

Como pudimos sacamos todo del medio y al abrir la puerta nos encontramos frente a frente con su pecho. Él estaba sudado, con la respiración entre cortada, algunos cortes y con las mejillas coloradas.

-Cierren los ojos, las guiaré.- Ahí debía haber un cuerpo.

Tal y como lo ordenó, cerramos los ojos y nos dejamos guiar por él. El frío de la noche acarició mi cuerpo y eso en conjunto con los ruidos lejanos, me indicaron que habíamos salido al exterior.

-Bien, pueden abrirlos.- Habló.- Sara, regresará a Britmongh en este momento y avisará al rey sobre lo sucedido. Dígale que los carroñeros han picado, él entenderá.

-Sí conde.- Una temblorosa mujer subió al carruaje que había cerca de nosotros.

-Usted viene conmigo.- Me indicó.- No podría dormir sin saber su estado.

-De acuerdo.- No iba a llevarle la contraria, no cuando intentaba salvarnos la vida.

-Si le ocurre algo, les recomiendo que se escondan bajo las piedras porque si los encuentro...- Reli amenazó a los hombres que llevarían a Sara y ellos asintieron, presos del pánico.

El carruaje partió enseguida, dejándome ver por última vez el rostro entristecido de Sara. No esperaba alejarme de ella tan pronto, no estaba preparada pero debíamos hacerlo, ella estaría protegida en Britmongh.

-Vamos.- El conde tomó mi cintura y me alzó hasta el lomo del caballo.- No caigan o bailaré sobre sus tumbas sin descanso.- Reli lanzó aquel chiste de mal gusto con el fin de relajar la atmósfera.

-Sí, señor.- Gritaron todos.
Tan pronto el conde le dio las indicaciones al caballo, comenzamos a cabalgar hacia algún lugar desconocido. Reli estaba tenso, podía sentir los contraídos músculos de su espalda bajo mi tacto.

-Todo estará bien.- Dijo él, lo suficientemente alto como para que lo escuchase a la perfección.

-Lo sé.- Respondí.

-No parece. De hecho, puedo jurar que romperá mis ropajes en muy poco.- Bromeó. Sin comprender a qué se refería, bajé la mirada a mis manos en donde la camisa del conde estaba siendo aferrada con fuerza.

-Lo siento.- Solté un poco la tela para no ahorcarlo o incomodarlo.- Usted no está exento, se encuentra tenso.

-Estoy tenso porque una hermosa mujer está tocando mi espalda, señorita.- No importaba cuánto frío hiciese, el calor que sintió mi cuerpo ante tales palabras hizo que se esfumase hasta el mínimo rastro de temblor.

-Ni en una situación como esta se modera.- Murmuré.

Cabalgamos por un tiempo más hasta que Reli creyó que estábamos relativamente seguros. Cuando se bajó, acomodó su camisa y me ayudó a bajar con el mismo cuidado y respeto con el que me había subido.

-No es un aposento cálido, iluminado y completamente seguro pero estaremos bien.- Murmuró.

-Gracias.- Mis palabras parecieron tomarlo por sorpresa pues sus ojos se abrieron con exageración.

-¿Dónde está Dalila?- Preguntó con fingida sorpresa.

-No será usted el más gracioso, ¿no?- Murmuré, pretendiendo malestar.

-Ah, ahí está.- Se rio de sus tonterías.

-¿Sabe dónde estamos?- Pregunté mientras me sentaba en las faldas de un árbol.

-Tengo una leve idea.- Respondió, dándome una manta que no había notado antes y sentándose junto a mí.- Intente dormir, estaré cuidando sus sueños.- Pasó su brazo por mi espalda para acercarme a él.

En varias ocasiones intenté no caer rendida ante el sueño pero me fue imposible. Había estado caminando todo el día y la noche había sido estresante por lo que mis energías estaban completamente drenadas. Con cuidado, coloqué mi cabeza en su hombro y cerré los ojos por un instante hasta que mi cabeza se movió un poco más de lo debido. Sin quererlo, había hecho fricción con una de sus heridas y él había expresado su dolor de la manera más silenciosa posible.

-Déjame ver.- Le dije, buscando un poco de agua que había en el saco del caballo.

-Estoy bien.- Respondió.

-No le he preguntado eso.- Murmuré, quitándole yo misma la camisa.- Oh, por Dios.- Susurré.

-Le dije que estoy bien.- Murmuró.

Él no estaba para nada bien y mucho menos su espalda y costillas. Había recibido múltiples ataques y su cuerpo era muestra de ello.

-Quieto.- Le advertí cuando me dispuse a limpiar y vendar sus heridas.

-Auch.- Se quejó.- Despacio, Dalila.

-Necesito limpiar bien con lo poco que tenemos, conde.- Ignoré por completo sus quejas y continué limpiando.

-Deje de llamarme conde.- Murmuró con una mueca en el rostro.

-Ese es su título.- Indiqué tranquilamente.

-Yo no la llamo viajera.- Sin quererlo, una pequeña sonrisa se escapó de entre mis comisuras.- Ah, Dalila.- Volvió a quejarse.

-Ya casi termino.- Susurré, acariciando el hombro que no estaba afectado.

-Si lastimado es cuando único puedo tener su atención, lo haré más a menudo.- Susurró cerca de mi oreja.

-Debería tener cuidado.- Se quejó por la presión que ejercí en su herida.- Podría vengarme mientras limpio sus heridas.

-Usted es muy cruel.- Murmuró en reproche.

-Y usted muy atrevido, no puede quejarse.- Enderecé mi cuerpo y envolví sus heridas con pedazos de la manta.- Listo.

-Le debo la vida.- Sonrió levemente.

-Supongo que estamos a mano.- Volví a acomodarme en donde estaba y por fin pude dormir, sintiendo el calor que emanaba el cuerpo del conde.

Pov Reli

Hacía mucho frío, tanto que me sorprendía que su pequeño cuerpo no estuviese temblando. Su suave respiración tranquilizó mis preocupaciones y logró que solo me concentrase en ella y su bienestar. Dalila era una mujer muy inteligente, ella sola había descubierto heridas que ni yo mismo había notado e incluso se había tomado la molestia de limpiarlas, limpió mis heridas por segunda ocasión.

Tenía una idea de dónde estábamos gracias a la osadía que había vivido con aquel aprovechado y la reina. Sin poder evitarlo, sonreí al recordar la riña que le había dado a aquel prifactano por haber intentado propasar los límites con la reina y frente a mis narices. Pude haber perdido la cabeza por culpa de él, por su afán de querer llamar la atención de la mujer más prohibida de toda Europa.

-Si hubiese sido ejecutado, ¿dónde estaría en estos momentos?- Pregunté a la nada misma, sintiendo la amargura recorrer mi boca y estómago.

Pensar que podría estar con otro hombre no era de mi agrado e imaginarla sonriéndole me enfermaba. Si hubiese sido asesinado, en esos momentos ella podría haber estado con la cabeza en el hombro de otro hombre que la observara como yo lo hacía.

-Tanta fragilidad detrás de un espeso manto de espinas.- Murmuré, pensando en el carácter que Dalila me había mostrado en tantas ocasiones.- Mi pequeña flor...

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Where stories live. Discover now