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Pov Reli

Ella dormía plácidamente entre mis brazos, sin resistirse a mi tacto o muestras de afecto. Al fin me había dejado demostrarle que podía cambiar para bien y por ella, por mi pequeña y hermosa flor.

No sabía cómo debía actuar pues era la primera vez que me interesaba una mujer sin que quisiera tomarla una sola noche. Durante toda mi existencia, cientos de mujeres me habían llamado la atención pero era únicamente para satisfacer mis necesidades y luego de eso no volvía a verlas o les prohibía la entrada al castillo. Sin embargo, Dalila era diferente, ella había llamado mi atención de una forma muy distinta. Pese a que era poseedora de un bonito cuerpo, era su personalidad y forma de ser lo que me llevaba a perder la cabeza. Dalila tenía una hermosa sonrisa pero las barbaries que salían por su boca eran sorprendentes, alarmantes y a su vez, atrayentes.
Si bien le había dicho gran parte de mi sentir, no podía expresarle lo que en la intimidad de mi cabeza pensaba o sentía por ella. Era tan confuso que no encontraba formas de decirle y cuando creía que podía, mi cobardía se hacía presente.

Daría mi vida por ella...

-Eso es demasiado.- Me reñí en un bajo murmuro para no despertarla.

La... ¿amaba? No, no podía amar a alguien si no sabía qué era aquel sentimiento, ¿o sí?

Negué con la cabeza repetidas veces hasta alejar aquellas preguntas que me acechaban constantemente. No sabía qué era exactamente lo que sentía por ella pero lo iba a descubrir a su lado. No pretendía dejar que ella se fuera, no cuando una sensación extraña pero agradable, se había hecho presente en mi estómago y pecho cuando me había dejado besarla y posteriormente, dado la oportunidad.

-Reli...- Murmuró mi nombre y me sentí morir.

-Pequeña flor.- Acaricié su cabello.- ¿Qué ocurre?

-Duérmete.- Le costaba hablar pero incluso así resultaba fascinante.

Nunca había dormido al lado de una mujer, principalmente porque no había sentido algo más allá de intenciones íntimas y en segundo lugar, porque me resultaba desagradable la idea de dormir junto a una. En realidad, no era en sí la idea sino la imagen descuidada y para nada atrayente que podría encontrarme. Sin embargo, al ver a Dalila... ella era distinta en todos los aspectos. Aún dormida lucía hermosa y tranquila, tanto que había tomado la costumbre de observarla hasta que el cansancio me arropase.

-Ya voy.- Murmuré sonriente. Ella se preocupaba por mí y eso me hacía sentir bien.

Acomodé un poco su cuerpo para que ambos estuviéramos más cómodos y para mi gusto y sorpresa, ella pasó su brazo por mi costado. Besé su cabello una última vez y cerré los ojos, dejándome llevar por el cansancio acumulado y las tensiones que intentaba ocultar para no preocuparla.
No recordaba algún otro día en que hubiese descansado tan bien como lo había hecho ese momento. Estaba disfrutando de aquella sensación hasta que un movimiento a mi lado hizo que mi cuerpo se tensara y que mi mente estuviese alerta. Esperaba que no hubiese nadie a nuestro alrededor porque aún no estaba completamente recuperado y luchar en esos momentos sería difícil. No había abierto los ojos pero mi prioridad era que Dalila no se separase de mi lado así que el agarre de mi mano en su espalda se hizo más firme.

-Soy yo.- Susurró.- Voy a buscar el agua.

Mentiría si dijese que no sentí alivio al saber que no había amenazas cerca. Abrí los ojos con pesadez y me senté, buscando con la mirada la silueta de mi pequeña flor.

-Vamos.- Murmuró con lentitud. Ella aún debía tener sueño.

-Duerme un poco más, luego podrás ayudarme.- Sugerí pero negó con la cabeza.

-No, podría empeorar.- Dalila comenzó a alzar mi ropaje hasta que éste desapareció de mi vista.

Tan pronto vio las heridas, hizo un gesto en desaprobación. Ella intentaba no lastimarme pero a sus palabras, "tenía que limpiar bien si no quería que se infectara".

-Ah.- Me quejé.

-Lo siento.- Murmuró con las mejillas sonrojadas.

-Despacio, sino no tendrá con quién casarse.- Murmuré para provocarla.

-Para empezar, no soy una señora.- Me riñó, haciéndome recordar lo hablado el día anterior.- Segundo, siempre puedo ir con Heit.

Sin poder evitarlo, giré mi rostro hacia ella para observar sus facciones. Esas palabras me habían molestado, no, hacían que mi sangre quemase. Ella era consciente del desagrado que sentía hacia aquel pretendiente y decidía mencionarlo en esos momentos, justo cuando me había dado una oportunidad.

-Respira, puede que mueras si sigues aguantando la respiración.- ¿Se reía de mí?

-No provoques mi malestar, Dalila.- Murmuré cortante.

-Debes aprender a controlarte.- Mis manos viajaron a su cintura, logrando que su cuerpo se tensara bajo mi tacto.

-Aún puedo deshacerme de él.- Recibí un golpe en mi hombro por su parte.

-No puedes tocarlo.- No podía creer que Dalila me estuviese dando órdenes y que yo fuese a obedecerla.

-Tú tampoco.- Me reí de ella.

-Ya está.- Avisó cuando terminó de cubrir las heridas con los trozos de manta.

-Ven.- Murmuré y para mi sorpresa, no tuve que repetirlo.

-¿Mm?- Se avergonzaba.

-No has comido nada desde el ataque, debes hacerlo.- Tampoco podía entender porqué le daba órdenes de esa forma tan extraña, tan sutil.

-Ambos.- ¿Acaso no podía dejar de llevarme la contraria?

Fue donde se encontraba el caballo y buscó en el saco, tomando un par de manzanas colocadas de prisa al momento del ataque sorpresa.

-Toma caballito.- Le habló a Kruv mientras le acercaba el fruto.

-Toma condecito.- Fruncí el ceño al escuchar aquella forma espantosa en la que se había referido a mí.

-Siéntate.- Ordené.

-Mandón.- Murmuró.

Ella comenzó a comer de la manzana de inmediato y cada cierto momento me ofrecía. Evidentemente, no podía negarme porque tenía hambre y era ella quien lo ofrecía. Tras comer, ella siguió sentada en mi regazo y recostada en mi pecho mientras mi mano recorría su brazo.

-Debemos encontrar un pueblo.- Habló pensativa.

-¿Te molesta mi presencia?- Intenté que la tensión de su cuerpo desapareciera.

-No pero me preocupan tus heridas. Reil, aún no sé cómo no se han infectado pero no podemos confiarnos en que no sucederá.- Mi nombre en sus labios se escuchaba muy bien...

-Vamos.- Accedí, aun disfrutando.

Ayudé a que se levantara y luego ella a mí para que no hiciese mucha fuerza. Al tenerla allí de pie frente a mí mis impulsos se hicieron presentes e hice caso a ellos. Tomé su rostro entre mis manos y besé sus labios castamente. Aún me costaba creer que no fuera a ser insultado o golpeado por ella.

-Atrevido.- Murmuró con las mejillas coloradas.

-Solo contigo.- Volví a besarla y liberé su rostro para que pudiese huir de mí como siempre lo hacía.

Tal y como lo había pensado, Dalila tomó la manta y caminó a pasos ligeros hacia Kruv. No podía evitar reírme, ella era interesante de ver.

-Algún día será mi esposa.- Murmuré por lo bajo, saboreando ese pensamiento mientras observaba lo que hacía.

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora