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Sentía sus manos hacer contacto con mi piel mientras intentaba cubrir mi desnudez. Estaba agotada, descansando mi cabeza sobre su pecho y disfrutando de las múltiples caricias que recibía en mi espalda baja. Reli me había abrazado a él y no había dejado de acariciar mi espalda desde aquel momento, incluso cuando su otra mano intentaba cubrir el nacimiento de mis senos con la manta.

-¿Sigues despierta?- Preguntó con suavidad.

-Sí.- Murmuré.

-Deberías descansar.- Besó mi cabello un par de ocasiones.

-Entonces, ¿para qué me preguntas?- Abrí los ojos y observe su rostro.

-Quería saber si estabas exhausta.- Murmuró sonriente.

-Lo estoy.- Sentía el rubor recorrer mis mejillas.

-He hecho un buen trabajo, entonces.- Asentí levemente.

-Muy buen trabajo.- Susurré.

-Descansa, esposa mía.- Bajó su rostro a mi altura para besar mi frente y labios.-Te amo.

-Dilo otra vez.- Susurré sobre sus labios.

-Te amo, mi amada.- Acarició mis labios con los suyos.-Ahora duerme.

-No quiero dormir.- Cerré la mínima distancia que había entre nosotros.

-Dalila.- Gruñó.- No me provoques.

-No estoy haciendo nada, conde.- Murmuré bromista mientras me sentaba sobre sus piernas.

-No muerdas tu labio.- Murmuró sin quitar la mirada de estos.

Reli pasó sus manos por mi cintura cubierta por la delgada manta y se acomodó en la cama, sentándose para que su rostro estuviese más cerca del mío. Aquel hombre con el cabello despeinado, analizaba mis facciones con detenimiento y luego recorría mi cuerpo con su mirada.

-¿Qué es lo que quieres, Dalila?- Preguntó con aquella voz ronca que ya conocía.

-A ti.- Respondí con timidez.- Te quiero a ti.

-Soy todo tuyo.- Alejó una de sus manos de mi cintura y la colocó en mi cabello, colocando detrás de mi oreja los mechones que le impedían ver mi rostro en su totalidad.

-¿Completamente?- Mordí mi labio inferior.

-Completamente.- Respondió, colocando mi mano sobre su pecho, dejándome sentir los latidos de su corazón.

Nunca me había considerado una mujer demasiado romántica pero aquel hombre era tan tierno que despertaba en mí hasta el gesto más empalagoso. Me encantaba que pusiese mi mano sobre su pecho porque era otro simbolismo, uno que había logrado pillar después de que él lo hubiese hecho en la segunda ocasión.

-¿Conoces el motivo por el que hago esto?- Preguntó sin alejar mi mano de su piel.

-Porque tu corazón me pertenece.- Respondí y asintió complacido.

-Así es.- Me dio la razón.- Mi corazón te pertenece desde antes de que yo mismo me diera cuenta.

-¿La primera vez que lo hiciste?- Volvió a asentir.

-Sí. Cuando lo hice por primera vez no comprendía el motivo pero luego lo hice.- Acarició mi nariz con la suya.- Te he pertenecido prácticamente desde que te conocí.

-Mío.- Susurré al besarlo.

-Completamente tuyo.- Murmuró devolviéndome el beso y comenzando a mover mi cuerpo sobre el suyo.

Ninguno de los dos éramos unos santos y eso se podía notar en la forma en que el ambiente se había vuelto tenso.

-Reli.- Gemí cuando se adentró completamente en mí.

La manta que había estado cubriendo mi cuerpo hasta ese momento, había desaparecido, dejándome ante sus ojos como Dios me había traído al mundo. Su boca torturaba mi cuello con ferocidad mientras que una de sus manos estaba en mi nuca y la otra sostenía mi cintura.

-Reli.- Volví a gemir al aumentar la velocidad de los movimientos.

Él dejó de torturar mi cuello para pasar a mis labios y alejar el cabello que hasta aquel momento había estado cubriendo mis pechos. Sus manos se ciñeron en estos y no paró de acariciarlos incluso cuando comenzó a tensarse. De pronto, sus calidad manos abandonaron mis pechos y se aferraron a mi espalda baja y trasero, dando sus últimos y rudos movimientos.

-Ah, sí.- Se quejó cuando sintió su liberación.- Dalila.- Gruñó, abrazándome a él.

Su cuerpo temblaba bajo el mío, preso del éxtasis. Reli me llevó consigo cuando se acostó, aún lo tenía dentro de mí por lo que me alcé un poco para evitar lastimarlo. Él volvió a gruñir al dejar de sentir el calor de mi interior pero no dijo nada, solo volvió a acariciar mi espalda baja y me dejó dormir sobre él.

En una misma noche de bodas habíamos tenido dos rondas de sexo intensamente pecaminoso. Él había tenido razón, al no ser virgen me había podido hacer suya sin tener que preocuparse por lastimarme. Le daba gracias a Miky Starsh por haberme desvirgado con suavidad porque por él, había disfrutado de los orgasmos más intensos de toda mi jodida vida, cortesía de Reli Fracci.

Dormir a su lado era magnífico pero estar sobre él era otra cosa. En un principio había creído que nuestras costillas me lastimarían pero no, era tan cómodo que no quería levantarme de allí.

-Dalila, tenemos que desayunar.- Murmuró.

-No quiero.- Tenía mucha hambre pero no quería alejarme de su calidez.

-Vamos mi pequeña flor.- Alejó el cabello que cubría mi rostro.- Te necesito con energías.

-Las tengo.- Murmuré.

-Cuando estés de pie y molestando a todos, entonces te creeré.- Su comentario me hizo reír.

-Idiota.- Murmuré, alejándome por fin de su pecho.

Tomé la manta y cubrí mi desnudez antes de que se viera algo aunque claro, todo ya había sido visto y en dos ocasiones. Reli lucía incluso más atractivo de lo que ya era pero claro, él no tenía la maldición de las mujeres. Yo debía verme del asco: con el cabello despeinado y enredado y la cara hecha un desastre. Ante ese pensamiento, terminé por cubrirme por completo, sin dejar siquiera un pequeño espacio para que me viera la piel. Rápidamente comencé a intentar arreglar mi cabello y a limpiar mi rostro, él no podía verme tan destruida.

-Dalila, ¿qué haces?- Preguntó entre risas.

-No la alces.- Lo reñí cuando tomó parte de la manta y se dispuso a tirar de ella.

-¿Te avergüenzas?- Preguntó divertido.- Ya te he visto...

-Lo sé.- Murmuré.

-¿Entonces?- Preguntó, retiró la manta y la dejó hasta mis hombros.

-Estoy horrible, no me veas.- Intenté volver a cubrirme pero fue imposible. Él no soltaba la manta y yo no podía contra su fuerza.

-Eres la mujer más hermosa que he visto.- Tomó mi mentón y alzó mi rostro hacia el suyo.- Cuando duermes o estás despierta, cuando tenemos intimidad o te estás dejando llevar por el cansancio después de nuestro encuentro amoroso. Incluso cuando estás enfadada, eres la mujer más hermosa.

Ese hombre siempre superaba mis expectativas. Cuando creía que ya había dicho lo más tierno que podía, iba y soltaba algo aún más cursi y causaba en mí una montaña rusa de emociones.

Sin decir nada me lancé hacía él y lo abracé sin importar que mi cuerpo quedara desnudo bajo sus brazos. Amaba a Reli con locura por ese tipo de gestos y palabras porque cuando él decía o hacía algo era porque le nacía hacerlo. Le nacía decirme lo hermosa le parecía y le nacía amarme como el desastre que era.

La Flor del Conde© EE #3 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora