REENCARNADO COMO EL VILLANO DUQUE ORCO CERDO Volumen 8 prologo

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La noche se sentía similar, pero había una diferencia crucial.

Al igual que en el día, el poder de la presencia que sentían los dragones aumentaba y disminuía.

Al igual que durante el día, no había nada que los dragones pudieran hacer para cohibir la extraña presencia que ingresaba en sus dominios.

No, era como si la existencia naciera de su dominio mismo.

Pero a diferencia del día que sometía con ley y apuntaba su pecado, la noche era francamente libre.

Como si nada fuese un pecado, como si todo fuese aceptado.

Acogidos por el cobijo de la calma.

Ocultos por el manto del incognito.

Si el día era la vida, la noche era el silencio.

Y había una diferencia más.

[Ignis-chi, vine a visitar]

[Vete]

[Traje esta cosa que encontré en uno de tus volcanes, es dulce, pero algo caliente.

Bueno, eres el dragón del fuego asi que supongo que te gustara más que a mi]

[VETE]

[Buuu, eres tan fría ¿y te haces llamar el dragón de fuego? y yo que vine a ver como estabas después de la putiza que te dio aqua-chi. ¿Por qué no usas ese fuego para calentar tu helado corazón?]

[T, si alguien recibió una putiza fue ella, claramente gane esa pelea, tu estabas allí, lo viste con tus propios ojos]

[Si, vi tu putiza con mis propios dos ojos]

[GRRRRRR]

Y esa diferencia es la presencia del dueño.

A diferencia del dragón de la luz que nunca fue visto.

El dragón de la noche se hacía notar con recurrencia.

Hay que decirlo, recurrencia para seres inmortales como estos eran visitas una vez cada tantos miles de años, no muy diferente a su frecuencia de peleas.

¿Cómo reaccionarían los dragones cuando un intruso entrase a su casa?

Bueno, no muy bien.

Pero fue inútil.

Aplastarlo, quemarlo, ahogarlo, cortarlo.

Nada funciono.

Incluso se aparecía como espectador en las peleas recurrentes de los dragones.

Un espectador muy molesto de hecho.

Pero no se podía hacer nada.

Una vez los peleadores se cansaron de sus incesantes molestias y lo atacaron juntos.

No funciono.

Al final simplemente debieron aceptar sus visitas y seguirle el juego.

Poco a poco, su relación con cada dragón se definió.

Pelear con el fuego.

Molestar al agua.

Jugar con el aire.

Hablar con la tierra.

El día, al igual que el resto de los dragones, él no la conocía.

Después de todo, incluso a él se le hacía imposible ingresar a su antítesis directa.

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