00:15

1.1K 83 3
                                    

𝐌 𝐄 𝐃 𝐄 𝐀

Pasé el boleto y pasaporte a la encargada de embarque con Sebastian detrás mío. Solté una risilla cuando lo oí bostezar por doceava vez.

—Alguien está preparado para dormir las doce horas de vuelo —canturreé.

—Planeo hacerlo, quiero estar bien despierto cuando lleguemos a Grecia.

Le alcanzó sus papeles a la misma encargada y caminamos por el puente de embarque hasta entrar en el avión. Habíamos decidido viajar en primera clase, yo tenía la ventana y Seb el pasillo. Acomodó nuestras maletas donde nos indicaron y me sonrió antes de sentarse.

—¿Cuánto tiempo es la escala en Atenas? —preguntó adormilado.

—No mucho, una hora, luego otra de vuelo. Podremos parar a comer algo más nutritivo que lo que dan en los aviones —asintió riendo.

—¿Y cuánto te demorarás del aeropuerto a tu casa? Yo unos quince minutos hasta mi hotel.

—¿Cómo que hasta mi casa? No tengo casa en Grecia —frunció el ceño.

—¿No te quedarás con tu padre?

—Ni aunque me pagaran el triple de lo que tengo en el banco. Amo a mi papá, pero no puedo pasar más de cinco horas con él —reí.

—¿Y donde te quedarás entonces?

—Seb, ¿por qué crees que te dije en que hotel agendar? Definitivamente no lo hice porque quería que estés cómodo —rió—, reservé una habitación allí. Quería que estuviéramos en el mismo hotel.

—Vaya, me hace feliz oír eso. Me daba miedo ir a casa de tu padre para buscarte —solté una carcajada.

—Si puedo impedirlo, no lo conocerás.

—Oh vamos, ¡quiero conocerlo!

—Que no, ni de broma. Va a creer que estoy casada y embarazada.

—¿Por qué creería eso?

—¡Por que es la única razón por la que le presentaría a un hombre! —bufó.

El asistente de vuelo se aproximó a nosotros para darnos las indicaciones de vuelo y decirnos que pronto partiríamos, también para decirnos que amó nuestra última película, reímos cuando lo dijo. No nos incomodó ningún poco.

—¿Qué horas serán allí cuando arribemos? —preguntó.

Chequeé mi reloj y calculé en mi mente. Grecia tenía siete horas por delante a Nueva York.

—Las seis de la tarde —me miró sorprendido—. Será largo, mejor intenta descansar.

Levantó el reposabrazos y se apoyó en mi hombro, no sin antes dejar un pequeño beso en mi mejilla haciéndome sonreír.

—Estaba pensando, Seb...

—¿Ajá?

—¿Recuerdas mi regalo de cumpleaños?

—¿La novela?

—No, no ese regalo. El del balcón.

—¡Oh, sí, ese! ¿Qué? ¿Quieres reclamarlo? —sonrió.

—Bueno, quizá podríamos llegar, descansar un poco de tanto avión, tomar una ducha y salir de fiesta como si tuviéramos veinte años —ideé entusiasmada.

—Suena bien, ¿quieres salir con ese Sebastian Stan? —arrugó la nariz, carcajeé.

—He de admitir que esas fotos donde tienes unas pupilas más grandes que tus propios ojos me llaman mucho la atención —sonreí mostrándole todos mis dientes, la idea me emocionaba.

more than a woman; sebastian stanWhere stories live. Discover now