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𝐌 𝐄 𝐃 𝐄 𝐀

Bebí un sorbo de mi café mientras miraba un punto fijo de la pared.

Mis ojos se movían hacia la puerta al final del pasillo. Me había despertado hace horas, salí de la habitación y me negué a entrar de nuevo. Hace unos minutos que había oído ruidos dentro del cuarto, pero no quería entrar y él parecía no querer salir. Debía disculparme y echarlo. 

Joder, me sentía una persona terrible. ¿Por qué lo hice? Parecía que iba a tener un nuevo amigo y lo lié todo besándolo. 

Debía de disculparme, lo había usado. Quisiera mentirle a él o a mí, pero no podía, debía ser sincera. Me sentía sola y él era tan dulce y atractivo que no me había podido aguantar. Había sido una tonta.

Dejé la taza de lado y sacando coraje de no sé donde, crucé el pasillo hasta llegar a la gran puerta blanca. La abrí dispuesta a enfrentar mis errores.

Joe estaba sentado, apoyado sin camiseta contra la pared. Estaba leyendo una de las revistas que descansaban en mi velador. Me miró y sonrió, no le correspondí el gesto. Se veía tan bien que solo me irritaba más el hecho de no sentir nada por él.

Caminé a pasos tímidos hasta él y me senté en el espacio libre de la cama. 

—Buenos días —canturreó, suspiré apenada.

—Joe... perdóname, de verdad lo siento.

—Está bien, te perdono, ¿pero por qué? —fruncí el ceño confundida— ¿Hiciste algo malo? —asentí— A mí me pareciste genial.

Una risa se me escapó. Incluso cuando lo había usado para olvidar a otro, hacía chistes.

—Anoche... —me interrumpió.

—¿Es por él? —preguntó mostrándome el artículo de la revista.

Sebastian Stan y Medea Vandi confirman su relación tras ser fotografiados en Grecia, país natal de la famosa actriz

¡Te lo contamos todo! 

Asentí lamentándome de haber comprado esa revista y haberla guardado cerca.

El artículo hablaba de las publicaciones de Instagram que habíamos subido en la playa, de lo poco sutil de nuestros comentarios y de las fotos que nos habían tomado saliendo del club, en la fiesta de la playa y en la calle. No nos habíamos dado cuenta nunca, creímos que estábamos seguros allí.

—No estamos juntos —aclaré—, pero aún no lo he superado. No terminó de la mejor manera.

Hizo un mohín y con ternura abrió sus brazos invitándome a acostarme en su pecho. Sintiéndome un poco más vulnerable, acepté. Rápidamente me envolvió con sus brazos e hizo caricias en mi cabello.

—No tienes que disculparte, que tampoco busco una relación —rió—, pero tampoco conozco a nadie aquí. 

—¿Qué quieres decir?

—Que si no te molesta, me gustaría continuar pasando mi tiempo contigo, si es que no estás ocupada —enarqué la ceja.

—¿Quieres ser mi amigo? —asintió con una sonrisa haciéndome reír.

Este hombre era una dulzura, no sé de dónde había salido.

—Eres divertida, y una grata compañía. Estaré dos semanas aquí y la verdad es que no me gustaría pasar todos mis días solo. ¿Me mostrarías la ciudad?

more than a woman; sebastian stanWhere stories live. Discover now