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𝐒 𝐄 𝐁 𝐀 𝐒 𝐓 𝐈 𝐀 𝐍

—¡Eres un tonto! —exclamó enfadada una vez que cerró la puerta.

—¿Qué hice yo?

—No quería quedarme, Sebastian, ¡ahora debemos pasar la noche aquí! —me encogí de hombros tomando la ropa que me había pasado, creo, su madrastra.

A decir verdad, no entendía en lo absoluto quién era quién ni cómo se relacionaban con Medea.

—¿Qué tiene de malo esta casa?

—¡Vibra raro! —la miré incrédulo y reí ante su seriedad.

—Me parece que vibra a la perfección. Es muy acogedora.

Escondió su rostro en sus manos frustrada y se sentó al borde de la cama. Suspiré y me senté a su lado acariciando su espalda.

—¿No será que quizá tú sientes que no encajas aquí? —pregunté con suavidad esperando que no se lo tome mal.

Asintió con lentitud y me miró.

—Estoy yo, ¿y encajamos bien, no crees? —dejó entrever una sonrisa— ¿Ves? No tienes de qué preocuparte.

—Está bien, pero si algo sale mal es tu culpa —bufé.

—Bien, tomaré la culpa si con eso dejas de lloriquear.

Me miró boquiabierta y fingió haberse ofendido.

—¡¿Lloriquear yo?!

—Sí.

—¡Tienen sexo dos veces y les sube la audacia como si nada! —rodó los ojos— Hombres.

Solté una carcajada y me puse de pie para cambiarme de ropa. Como no habíamos planeado quedarnos, Hanane nos prestó unas prendas viejas de Drakon.

—No entiendo quién es quién —comenté mientras desabrochaba los botones de mi camisa.

Medea se paró y se puso frente a mí, quitando mis manos de los botones y siguiendo la tarea por mí.

—Drakon es mi padre.

—Eso me quedo claro.

—Vaya, algo de comprensión tienes —reí—, Alke es un distribuidor de mi padre, que con el tiempo se hicieron cercanos. Fano es un amigo que hizo cuando se mudó a esta villa, hace años. Mirto creció con papá, llevan tanto tiempo juntos que son prácticamente hermanos, Neera es su esposa y Hanane... ¿la novia de mi padre?

—¿No sabes si son novios?

Llegó al último botón y alzó la mirada una vez que la camisa quedó abierta mostrando mi pecho desnudo.

—Son... ¿polígamos? Viven con otras dos mujeres, Selene y Alika. Llevan viviendo aquí años, en realidad.

Abrí los ojos como platos, no me lo esperaba a decir verdad. Una risa burlesca salió de entre sus labios.

—Creo que mis padres se traumatizaron tanto con el otro que papá se negó a conformarse con una sola mujer y mi madre nunca volvió a estar con otro hombre.

—¿No te resulta extraño? —me atreví a preguntar, se encogió de hombros.

—Al inicio sí, porque no nos lo contó, entonces cuando Vidia y yo vinimos a visitarle, nos recibieron tres mujeres desconocidas diciéndonos que papá regresaría más tarde.

—Uf, eso suena incómodo.

—¡Y mucho! —rió— Pero son buenas mujeres, todas muy distintas. Viven los cuatro aquí, cada uno tiene su propio cuarto, conviven juntos y son muy cariñosos entre sí.

more than a woman; sebastian stanWo Geschichten leben. Entdecke jetzt