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𝐒 𝐄 𝐁 𝐀 𝐒 𝐓 𝐈 𝐀 𝐍

+18

Las puntas de mis dedos podían sentir la piel de su espalda descubierta. Estaba de puntillas, aunque usara tacones, y estaba empujándose más cerca de mí. Sus manos en mi espalda la acercaban a mi pecho sin dejar espacio entre los dos.

Fundiéndonos en un beso más intenso y largo bajé mis manos hasta su culo levantándola del suelo. Sus piernas rodearon mi cintura con fuerza sin separar sus labios de los míos.

Entre risitas y tropezones nos moví dentro de su habitación, cerrando la puerta tras de mí con una pequeña patada. Sus tacones cayeron casi de inmediato.

Su lengua se zambullía en mi boca, buscando conocer cada rincón. Con cuidado la recosté sobre la cama y libré una de mis manos para llevarla a sus piernas, admirando la suavidad y lo gruesa de éstas.

Tomé distancia y la contemplé de pie. Su vestido ligeramente levantado permitiéndome ver la parte alta de sus muslos, su cabello desordenado, sus mejillas ruborizadas. La sonrisa coqueta que tenía en el rostro.

Tomé un largo respiro y regresé a ella. Llevé mis manos a su espalda buscando el cierre de su vestido. Lo bajé sin siquiera pensarlo antes. La prenda de ropa se deslizó rápidamente por sus piernas dejándome verla en ropa interior.

Estaba más preciosa que la primera vez que me permitió verla así; en el set de la película. La idea de que esta vez fuera solo para mí de admirar hacía que mi pene creciera aún más dentro de mi pantalón.

Se apoyó sobre sus codos y me miró con sus grandes ojos de gata.

—Creo que tienes mucha ropa —dijo con un ligero tono inocente, como si no tuviera otras intenciones detrás.

Con lentitud me desabotoné la camisa, tomándome mi tiempo. Quería que se impacientara, quería verla frustrada como me había visto a mí.

No me quise quitar el pantalón aún, pero con la misma tranquilidad me solté el cinturón. Hizo un mohín y suspiró inquieta.

Con ayuda de sus codos se estiró situándose frente a mí. La cama era lo único que la ayudaba a estar a mi altura. Se mordió el labio con cierta delicadeza y paseó sus uñas largas por mi nuca hasta mi pecho. Acuné mis manos en su culo y con un movimiento volví a recostarla, esta vez con las piernas abiertas frente a mí.

Me puse entremedio de éstas y con un solo clic desabroché su sostén revelando sus pechos. Suspiré encantado con la vista. Se veían pequeños en mis manos, pero eran del tamaño perfecto, con sus pezones de un café ligeramente más oscuro que su piel sin broncear.

Hundí mi rostro en su cuello esparciendo besos húmedos en el camino hasta sus pezones erguidos, soltó un jadeo. Jugué un poco con uno mientras lamía el otro, mordiéndolo sin mucha fuerza, la suficiente para que un escalofrío le atravesara.

—Tócame... —pidió en un gemido, la miré—, por favor.

Sentí como mi erección pedía atención ante sus palabras. Sonreí complacido y con la punta de mi dedo recorrí sus curvas hasta llegar al dobladillo de su ropa interior. La bajé hasta tenerla en mi mano y lanzarla por la habitación.

—Lo que la nena pida —musité con una sonrisa.

𝐌 𝐄 𝐃 𝐄 𝐀

Con esa sonrisa traviesa se abrió paso entre mis piernas, mi respiración se tornó más pesada una vez que supe lo que se venía. Alcé un poco mis caderas casi que por instinto cuando su dedo rozó mi entrada.

more than a woman; sebastian stanWhere stories live. Discover now