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𝐌 𝐄 𝐃 𝐄 𝐀

Sonreí a las cámaras fingiendo estar emocionada de estar en el evento, cualquier otra fecha habría venido más que feliz a un evento de beneficencia, pero hoy no tenía ánimos.

Había donado más de medio millón, ¿era realmente necesario que viniera?

Vestía un vestido satinado de un azul de Prusia, tenía un escote recto y largo hasta los pies, los tacones negros apenas sobresalían de la suave tela. Solía usar prendas más vistosas y mostrar más piel, pero preferí reservarme para esta ocasión.

Mi cabello estaba peinado en un gran moño con algunos mechones libres rodeando mi rostro. El maquillaje estaba impecable combinando con mi tono de piel y recalcando mis ojos oscuros, sin embargo, la única persona que quería que me dijera lo guapa que estaba se encontraba en Los Ángeles.

Ah, y no había sabido nada de él desde hacia semanas. 

Leía los artículos con su nombre, incluso vi las primeras fotos de su interpretación como Tommy Lee. Le había dicho que se vería genial y tuve razón, me pregunto si se habrá acordado de ello la primera vez que le maquillaron para el personaje.

Caminé por la alfombra deteniéndome a saludar a un par de las cientos de personas que estaban allí, tomándome fotos con algunas de ellas. 

Cuando decidí que ya me había tomado muchas fotos y había hecho suficiente presencia, me adentré en el edificio para ir al salón donde sería la ceremonia. Saludé a un par de organizadores y antes de ir a mi mesa caminé hasta la de las beneficiarias.

Era un evento de beneficencia para recaudar fondos que se dividirían entre una cadena de hospitales públicos y un centro de investigación en busca de mejores tratamientos para el cáncer uterino.

Me puse de cuclillas frente a las mujeres y adolescentes que habían podido venir, éstas estaban internadas en el hospital de Nueva York; eran las pocas que estaban lo suficientemente estables para salir de su habitación una noche. 

Se suponía que iría a ver a las que no podían uno de los días de la semana. 

Hablamos un poco, me comentaron que cuando salió al aire Women of the Century se reunían en el salón del pabellón para ver los episodios cada jueves por la noche. La verdad es que se me habían salido un par de lágrimas. Una de ellas me había dicho que estuvo por rendirse, pero continuó con las quimioterapias porque quería saber cómo terminaba la serie. Creo que no pudimos parar de reír por unos cinco minutos.  

Cuando el salón empezó a llenarse me despedí para ir a mi mesa asignada, pronto empezaría la ceremonia.

Busqué la mesa con mi nombre, la verdad es que no sabía quién había organizado los asientos, pero creo que no estaba familiarizado con el orden alfabético. Llegué a la mía, que estaba en primera fila, pero más cerca de la pared que del centro.

Encontré la tarjeta con mi nombre y miré a la mesa de cuatro asientos. No reconocí a la pareja frente a mí pero una vez que nos presentamos supe que era una documentalista con su marido.

Estaba por mover mi silla para sentarme, pero alguien se me había adelantado.

—Permítame —dijo en un evidente acento inglés. 

Miré al hombre que tenía en frente, vestía un traje, curiosamente del mismo tono que mi vestido, una camisa blanca sin corbata o moño, con los primeros botones desabrochados. Sería más alto que yo si no tuviera tacones, sin lugar a duda, pero era más bajo que Sebastian.

Entre pelirrojo y rubio, sonreía mostrándome sus dientes blancos y alineados. Era bastante atractivo, pero me parecía muy familiar. 

Agradecí con un ademán y tomé asiento, rápidamente se sentó a mi lado. Ojeé la tarjeta con el nombre.

more than a woman; sebastian stanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora