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𝐌 𝐄 𝐃 𝐄 𝐀

Conduje hasta su casa, con el auto ensimismado en silencio.

Vidia se mantenía de brazos cruzados, con la vista clavada en la ventana. Reese bostezaba mientras jugaba con un pequeño muñeco de plástico en la parte de atrás. 

Me adentré en su vecindario y detuve el coche fuera de la casa. Todas las luces estaban apagadas. Apagué el motor y cerré con llave para que no pudiera salir.

—No quiero hablarlo, Medea —pronunció lentamente.

—¿Mamá lo sabe? 

—Ni ella ni nadie.

Suspiré, tampoco podía forzarla a hablar del tema, pero no se sentía bien dejarla sola. Quién sabe cuánto tiempo llevaba guardándose esto. 

—Vidia yo... —cogió su cartera y quitó el seguro del auto con velocidad.

—Mira, M, no tengo ganas de charlar sobre el tema, ¿sí? Mañana ven y me cuentas sobre lo que pasó con Sebastian, pero por favor deja esto de lado. 

Antes de que pudiera responderle, salió del auto y abrió la puerta de atrás para tomar a Reese en brazos. Me dio una sonrisa forzada y se despidió con la mano.

La miré caminar por la entrada de su jardín, sin saber si encender el auto e irme. No era justo, no podía solo soltar una bomba como esa y luego esperar que me quede callada. 

Decidida salí del coche y la seguí. Estaba metiendo la llave en el cerrojo cuando la alcancé.

—Vamos, Medea, ¿no puedes dejarlo estar? —inquirió cansada, entrando en la casa. 

Entré junto a ella, cerrando detrás de mí. Bajó a Reese de sus brazos y le dijo que fuera a su cuarto, que lo iría a acostar en unos minutos. Cuando le obedeció, se giró hacia mí con los brazos cruzados y su mirada de madre molesta.

Pero no me iba a dejar doblegar así como si nada.

—Vidia, has hecho el papel de hermana mayor durante años, creo que es tiempo de que me devuelvas el puesto —le sonreí con cariño—. Sobretodo de que te dejes cuidar.

—Sí me dejo cuidar, M —dijo.

—No, no lo haces. Desde los diecinueve años que has cumplido el papel de madre, esposa y hermana, incluso antes de tener a Reese y ese anillo en tu dedo. No has tenido ningún descanso en años, no recuerdo la última vez que te permitiste mostrarte vulnerable. No es sano, V.

Resopló insegura y terminó por asentir.

—Déjame poner a Reese a dormir.

Desganada subió las escaleras para cumplir con lo que había dicho, yo por mientras fui a la cocina y puse a hervir agua para hacer té. Algo me decía que no sería una conversación corta.

Unos minutos después, ya sentada en la mesa con ambas tazas, apareció. Se había cambiado de ropa y lavado la cara. Parecía que se había tomado unos segundos para llorar antes de regresar conmigo.

Se sentó al lado mío y tomó un sorbo de su té. 

—Se fue a inicios de agosto —alcé las cejas con sorpresa—, al inicio se quedaba solo los fines de semana para pasar tiempo con Reese, pero hace unas semanas decidió que lo mejor sería ir a buscarlo después del preescolar y pasar el día con él. Dijo que no le hacía bien volver para estar con Ree cuando en realidad pasaba el tiempo conmigo. Que había que mantener la distancia.

—¿Desde hace cuánto que no están llevándose... bien? 

—Poco antes de tu cumpleaños empezó a comportarse raro, pero para enero ya todo se tornó complicado. Tratar con él era... imposible. Siempre de malhumor, irritado por lo más mínimo que hiciera. Aún no sé qué hice mal, Medea —dijo esto último en un hilo de voz, casi en un sollozo. 

more than a woman; sebastian stanHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin