Capítulo 4.

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Mateo 

Perdido es como estoy, no tiene otra palabra. Hugo está a mi derecha colocando su parte del armario y yo en la izquierda, al menos nos ha tocado compartir armario. Cuelgo las camisas en las pechas, los pantalones los dejo doblados en el bajo del armario, la ropa interior en mi cajón y el neceser al lado de los pantalones juntos a las toallas, ambos lo estamos haciendo igual para tener un armario simétrico al menos. 

-Esto se me hace tan raro -murmura mirándome.  -Parece un sueño.

-Sinceramente, sí. Nos han separado, nos faltan las locas de las teorías.

-Tania y Cora están muy mal, pero sinceramente quiero saber sus teorías sobre esta cosa nueva que no se sabe todavía muy bien que es.

-Pues, -se queda Hugo pensativo unos segundos. -No estoy muy seguro sinceramente.

-Yo tampoco.

Con eso finalizamos la conversación, volvemos a la clase para que así el resto de gente pueda seguir colocando y miro las literas. Metemos las maletas debajo de las literas que nos tocan y pese a poder elegir la de arriba decido coger la de abajo, nunca me han gustado las alturas y esta no será una excepción. 

Una vez que ya estamos todos en clase con las cosas en el armario y las literas escogidas nos sentamos a rellenar un formulario sobre nuestros datos personales, enfermedades, como somos y demás. Esta es la parte más aburrida de todo el curso y a la vez la más interesante para todos porque es nada más que rellenar una hoja poniendo cruces o datos personales. 

Leo el papel, lo relleno, lo dejo en la esquina de la mesa y juego con mis dedos nervioso, ¿por qué tengo que estar aquí? ¿Por qué me han separado de mis amigas? ¿Por qué hay que dormir todos juntos? ¿Por qué estos horarios? ¿Por qué todo tan bajo control? ¿No tienen piedad o no tienen cerebro? Sinceramente dudo que tengan los dos. Saco una libreta a cuadros antigua, que se nota que le faltan varias hojas de habérselas arrancado según iban pasando los días. Voy a las páginas en blanco del final, las cuales todavía no han sido escritas, cojo el lápiz y empiezo a escribir en esa libreta, aunque con mi letra no sé si escribo o garabateo. Las páginas que había en blanco al final de la libreta a cuadros se empiezan a llenar con palabras, letras, canciones, empiezo a adornarlas con un ritmo que por ahora nada más existe en mi cabeza y que pronto pasará a estar en una hoja de pentagramas porque pienso ir al aula de música y usar ese piano. El piano es lo único que me queda fiel a esta amarga existencia, Hugo, Cris y Leo son muy buenos amigos, me ayudan mucho, pero Cora, Tania y Ángela también lo son y llevo casi tres horas sin verlas, de modo que a ellas sí me las pueden quitar, el piano no. Saber que puedo controlar y mantener mi calma, mi rabia y mi ira con un piano hará todo más fácil y más vale que no me prohíban ir a esa sala a tocar el piano porque entonces sí que se las van a ver con Mateo.

El timbre suena indicando las 11:15, la hora del recreo, llevo aquí tres horas y media y ya me han dado ganas de irme de aquí y estamos en el primer día. Todos salen del aula, la profesora la primera, me asomo a la puerta, miro a los lados y veo a alumnos de mi edad abandonando las aulas. Entre todos esos alumnos de mi edad veo a Cora y Vera reírse de algo que Cora le dice a Vera y Tania y Ángela hablando de algo que le preocupa a Tania. Como sé que ellas son capaces de verme, acercarse y arrastrarme en contra de mi voluntad al recreo decido retroceder, volver dentro de mi aula y que cuando cese el murmullo del resto de compañeros salir yo. Al menos estos años aquí han servido para conocerme el instituto bastante bien y poder saber donde está cada clase y sobretodo donde se esconden los profesores a diario. Su madriguera, la sala de profesores. 

Cuando los murmullos cesan salgo del aula viendo los pasillos despejados, bingo. Empiezo a andar hacia las escaleras, pero antes de acercarme a ellas miro detrás de mí para asegurarme que no vienen nadie y miro a los lados para saber a la precisión que nadie es capaz de pasar por ese pasillo ahora. Subo las escaleras hasta llegar a la última planta, peligro total, antes de llegar al aula de música hay tres clases que están cubiertas por los niños de cuarto y un aula de plástica en la que puede haber profesoras. ¿Y si están los profesores de música en el aula de música y me meto en un lío? Ya ha sido mala idea hacer esto, pero tengo que seguir, parar ahora sería arriesgado, pero seguir lo podría complicar todo. ¿De qué me va a servir esto? ¿Puedo hacerlo? ¿Estaré en un buen lío? ¿Me saldrá bien? ¿Conseguiré pasar todas esas puertas sin ser visto por nadie y llegar a esa aula y saber que no hay nadie? ¿Qué hago si llego hasta ahí sin ser visto, pero resulta que hay una profesora? ¡Vale! ¡Para, Mateo! 1. Ya has subido una planta. 2. Te queda que cruzar un pasillo con cuatro clases que pueden estar vacías. 3. Si llegas y hay alguien te disculpas y corres por tu vida. 4. Si llegas vivo, no hay nadie, tocas el piano, te relajas y en un ratito te vas para que no se te haga tarde y no te vayan a pillar. 5. Si un profesor o profesora te ve antes no tienes que correr, tienes que volar. Vale, ahora sí, con un plan es más fácil poder llevar acabo lo que tanto quiero y deseo hacer. Avanzar por el pasillo se me hace raro, extraño y hasta difícil, parece que mis pies no responden a mis órdenes nerviosas y si responden me temo que son más de las que deberían porque estoy temblando.

-Usted, jovencito -escucho la voz de una profesora y rezo que no sea para mí. -Sí, usted, el rubio.

Sí, soy yo, hasta aquí ha llegado Mateo y su corta vida. Me giro para enfrentar la voz de la profesora y por supuesto con mucho más miedo y temblor con el que ya he subido. Al ver quien es quedo totalmente paralizado. 

....................Pobre Mateo...................

El Instituto. Where stories live. Discover now