Capítulo 26.

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Personaje desconocido.

Me froto las palmas de las manos frente al fuego que hay unas cuadras más allá del edificio que están ahora habitando. Antes se usaba de universidad, su estructura es sólida, gastaron millones en construir esta universidad y las hectáreas que usaron antes eran un precioso prado verde amplio y ahora es una estructura y el césped que queda se ha resecado por completo. 

La noche cae a mis espaldas y acerco mis manos al fuego que arde frente a mí. Noto como el calor que el fuego emana se apodera y apiada de mis manos frías como el granizo y no me quejo. Decidí quedarme en este reino porque era tranquilo, amplio, verde y cálido en verano, pero los inviernos son de los más crudos en esta zona. He pensado emigrar como las aves, pero no tiene nada de emocionante hacer eso, ya que teniendo madera y un barril de hojalata te puedes hacer un fuego calentito.

Miro el enorme edificio que tengo frente a mí, hay movimiento, luces e incluso diría yo que algo más allá del silencio, algo más allá de mis pensamientos, unos murmullos, unas voces, sonidos provenientes de las casi ochocientas personas que ahora están dentro de la universidad. Se podrían llamar psicópatas por meter esa cantidad de alumnos en más o menos doscientas habitaciones, pero supongo que ni ellos ni sus padres estarán en desacuerdo cuando han aceptado tener a sus hijos apilados como los muertos en un cementerio.

Reconozco que en mi época de estudiante todo era distinto, tenías que ir al colegio o instituto -si llegabas a ese grado de estudio- que había en el reino, los niños nacíamos y cada vez habíamos más, pero no agrandaban los colegios, todo seguía igual. Los borregos pasaban de curso, era de lógica, lo que menos querían los profesores era tener a borregos calentando un asiento habiendo cada vez más niños. Incluso los maestros llamaban a los padres y ellos mismos le buscaban un trabajo. Ahora todo es distinto, no puedes trabajar hasta una cierta edad, los colegios e institutos amplían sus aulas, los profesores no pueden hacer nada si algún vago está calentando la silla y como mucho el directriz del reino le permite poner sus propias normas al colegio.

Este reino lleva casi doce años sin directriz de modo que las personas que no tenemos hogar, necesitamos refugio o cualquier cosa podemos venir aquí, sin directriz no hay normas ni vigilantes ni nada, es un paisaje libre y abierto al público. Seguramente por eso estén aquí todos ellos, porque esto es libre y porque ningún directriz le va a poner pegas.

Han puesto en el jardín que pertenece a la universidad unos bancos y farolas y ahora mismo estoy viendo a dos jóvenes de seguramente no más de dieciséis años hablar sentados en el banco. La chica tiene el pelo largo, de un color rojizo intenso que bajo la luz de la luna llena se ve hermoso y me recuerda tanto a mi mujer. El chico tiene el pelo de un rubio castaño, unas gafas descansan sobre su nariz y su relajada expresión corporal sentado en el banco me recuerda a mi hijo. Verles de este modo hace que mi imaginación me haga una mala pasada pensando en el momento exacto en el que la vida, el destino, la casualidad, el karma o una fuerza de poder divino me quitó, arrancó y destrozó un pedazo de mí y se llevó consigo la vida de mi mujer y mi hijo. Dos gruesas lágrimas caen por mis mejillas como si con eso hubiese tenido bastante, pero no, ellos dos se merecen muchas más lágrimas, pero el simple hecho que salgan cada vez que me acuerdo de ellos ya es más que suficiente para que la gente sepa que me dolió, me duele y, seguramente, en un futuro, me seguirá doliendo.

Una chica bajita, con el pelo recogido en un moño y con aspecto alegre parece acercarse a ellos e intentar entablar una conversación con los encantadores chicos, pero me equivoco y me sorprendo a la vez cuando el chico sentado y la morena empiezan a discutir. Supongo que podré vivir sin saber la razón de esa discusión.

Minutos después lo próximo que escucho ya que no he estado pendiente de mirar el entorno, sino de disfrutar de paz interior, escucho como dos personas se acercan hacia los arbustos que estoy, van susurrando, pero a la vez riendo. En el ambiente se puede notar la adrenalina de esas dos personas, lo que saben que están a punto de hacer creyendo no ser vistos ni escuchados y que seguramente les cree una excitación grandiosa. Escucho rozar las matas de los arbustos, las risas nerviosas y tela arrugándose. Ay dios. Van a follar aquí y voy a estar "presente" en tal acto. Lo único que pido es que Dios se apiade de mí en estos momentos.

  Siento publicarlo tan tarde y un capítulo tan extraño, pero unos capítulos después comprenderéis la razón, veréis la necesidad de saber sobre este personaje desconocido.
Espero que lo poco que hay para este sábado al menos sirva para algo.
Disfrutad del fin de semana pecadorxs♡♡♡

El Instituto. Where stories live. Discover now