Capítulo 16.

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Vera.

Hago el ejercicio como me indica y las repeticiones que me indica. Al bajarme de las espalderas y girarme noto como de rojo está.

-¿Tienes calor?

-Un poco, ya sabes, deporte, ejercicio físico, esfuerzo...

Se lame los labios y creo que necesito muy en serio besarlos con ganas. Intento concentrarme para no mirarle los labios, ni absolutamente nada, pero se me hace bastante difícil, quizá con una simple mirada...

<<No lo hagas.>> replica mi conciencia, pero ya en vano porque ya le he mirado los labios.

-¿Les pasa algo? pregunta él y continúa hablando como si hubiese podido leer mi pensamiento. -Lo digo porque no dejas de mirarme los labios.

-No, -digo rápido. -No les pasa nada.

<<Mentirosa.>>

-Bueno, ¿sigues entrenando?

-¿Contigo? -asiente. -¿Aquí?

-Claro.

-Bueno, no, creo que mejor me voy.

-Hola chicos. -aparece Cora detrás nuestra y me asusto un poco. -Perdón.

-Hey, ¿Qué tal Cora?

-Estupendamente. ¿Y vosotros?

-Aquí, -respondo un poco seca. -Haciendo deporte.

-Bueno, enseñándole un ejercicio  en las espalderas. Por cierto, ¿Qué hay entre Mateo y tú?

Lo miro frunciendo el ceño, le acaba de preguntar a Cora por lo que sea que tengan Mateo y ella y eso me da a pensar en dos opciones: La primera es que esté interesado en Cora y no en mí. La segunda es que tenga tanta curiosidad como el resto.

-Amistad.

-Ya... -parece elegir las palabras Ban, pero algo me dice que las va a soltar sin más. -Con todos mis respetos, pero parece el típico niñato que se cree importante y tiene que reguardar a su presa.

-Bueno, yo mejor no te digo lo que estabas mirando cuando estabas ayudando a mi amiga.

Dejo de respirar en el mismo instante que Cora suelta esas palabras y Ban se pone rojo. Esto es trampa y una trampa que se debe penalizar. 

-No estaba mirando nada.

-¿Encima me lo niegas? 

En este momento lo que menos deseo es encontrarme en medio de ellos, Cora es una chica amable, risueña, graciosa, cariñosa, pero es cierto que en los días que llevo aquí no la he visto enfadarse y la verdad que da un poco de miedo.

-Bueno, cálmate, vaya, tampoco es para tanto.

-Deja a Mateo en paz porque precisamente no te ha hecho nada y no conoces absolutamente nada de él.

Con eso Cora se va, supongo que para no entrar en polémicas y mucho menos en problemas que la puedan llevar a algún lado peor como a no salir este fin de semana o a que la expulsen y sus padres se enfaden.

-No pensé que Cora fuese tan explosiva.

-Ni yo, la conozco de una semana o así, hasta ahora conmigo ha sido muy amable y agradable, pero no conocemos su peor parte.

-Una chica bajita y a simple vista amable, pero imponente, eso es.

-Impone bastante, pero supongo que es simplemente su forma de ser, igual que impone también da confianza.

-Miedo también puede llegar a dar, pero se le ve tan tierna, como es bajita.

-Bueno, es Cora, simplemente eso.

Me apoyo en una espaldera mirándole y se pone delante de mí. Mira a sus alrededores, ve que hay poca gente, con una mano sujeta mi cadera, con la otra mano sujeta mi mejilla y lo próximo que hace es estampar sus labios con los míos. Suelto un leve jadeo ante el tacto y muevo los labios en sincronización a los suyos. La mano que tiene en mi mejilla la desliza hacia el cuello, la lleva a la nuca y me pega más a él obligándome a mover la cabeza para que se vuelva un beso mucho más brusco, que denote fuerza y necesidad por parte de ambas partes. Su lengua se desliza en mi boca, buscando, explorando, indagando, despertando cada parte de mi ser, llevándome a la locura, al abismo, al filo de precipicio y la rapidez que la mueve me lleva a otras dimensiones que ni siquiera conocía. Su mano en su cadera la ciñe más, marca sus dedos en ella, la desliza a la zona lumbar y al sentir el empuje de esa zona contra él quedo totalmente pegado a su torso. Puedo notar la dureza a través de sus pantalones contra mi abdomen, como da un leve choque de caderas para que lo sienta aún más. Nos separamos con la respiración agitada y solamente puedo ver sus labios rojos por el beso.

-¿Ganas de más?

-Mucho más.

Y eso es lo poco que él necesita saber para girarme poniéndome de espaldas a él, pero de frente a las espalderas, agarrarme de la cintura, sonreír pícaro y susurrarme.

-No te muevas, pon la pierna en el primer barrote de la espaldera, vas a tener ejercicio para disimular y placer, pero no podemos hacer ruido.

Perdida en la excitación, en el susurro de su voz y en lo mal que me trae hago lo que me acaba de pedir poniendo un pie en el primer barrote de la espaldera. Lo próximo que noto es su mano rozar mi cachete, apretarlo y espero la nalgada, pero no llega.

-Sin hacer ruido, pequeña. 

Me susurra de nuevo recordándomelo y vuelve a acaricia, pero esta vez espero el aprieto y tampoco llega.

-Sube la otra pierna. -me ordena con una voz ronca que me derrite y al subir la otra el roce que noto es en mi entrepierna. -Baja la primera que has subido.

Al bajarla me aprieta de nuevo el cachete, esto no es placer, es tortura, una jodida tortura que como siga así acabaré teniendo un orgasmo con esta tortura. Al bajar la otra pierna volviendo a notar el suelo del gimnasio lo que siento es su miembro rozándose contra mí. Hace esa serie de repeticiones, subo pierna derecha, aprieta cachete derecho, subo pierna izquierda, roza entrepierna, bajo pierna derecha, aprieta el cachete izquierdo, una vez estoy con ambas piernas abajo se roza contra mis cachetes. 

No niego que esto me excita, me pone, me encanta, me quema, me arde, me lleva a la locura, al éxtasis, a todas partes y a la vez a ninguna. Después de unas cuentas repeticiones cuando mantengo las dos piernas en el suelo no siento que se roce, ni siquiera siento el calor que emana su cuerpo y hace segundo me calentaba. Al girarme lo veo cogiendo la toalla y al botella del agua.

-Debo irme, nos vemos.

Y con eso se va dejándome cachonda perdida en el gimnasio.

..........................Debo ir a la iglesia urgentemente, no me sean pecadorxs.........................

El Instituto. Where stories live. Discover now