Capítulo 08 · Ver al diablo a los ojos

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CANCION PARA EL CAPITULO:

Play with fire - Sam Tinnesz

°

VIII

ANDREW

Creo que ya te llené de más información de la que podrás recordar, así que volvamos a nuestra historia por un momento. Todavía hay un hecho de esa primera noche que tengo que contarte, pero supongo que será más adelante. El segundo propósito con el cual me tomé el tiempo de detallarte mi primer encuentro con Ron, es para poder explicarte mejor lo que sucedió ese mismo día del incidente. Ya sabes, cuando me culpaste de haberte hecho una mala broma para que llegaras tarde.

Por si todavía no lo pensaste, tiene que ver con él.

Papá estaba en la casa a pesar de estar cayendo la noche, algo inusual en un hombre que adoraba estar en el bar como si fuera su primer y único hogar. Ese día, Dios sabrá por qué, se encerró en su despacho durante horas y no salió. Ya no quedaba nadie más en la casa que siempre estaba impoluta. Solo una persona vivía realmente ahí, y ese era yo. Suelo ser bastante ordenado, detalle que a ti siempre te disgustó al descubrir que sería otra diferencia en la que jamás estaríamos de acuerdo sin ceder algo. El punto es que se invertía un dineral entre varias personas para que se hicieran cargo de una limpieza innecesaria.

La casa era grande pero también solitaria. No había mucho que hacer, razón por la cual me pasaba el tiempo o jugando con Duque, o encerrado en el sótano. Eso en el caso de que decidiera quedarme ahí, cosa que no sucedía todas las tardes.

Creí que nada divertido pasaría ese día hasta que recibí la última llamada que podía haber esperado recibir.

Ya llevábamos más de un año o así sin hablar. Ron y yo, digo. Luego de todo lo que sucedió con Josephine nuestra amistad cambió, aunque no se quebrantó. Las consecuencias de todo llegaron ante una inminente pero atrasada discusión originada por nadie más que Cameron.

Pero ya hablaremos de eso más adelante.

—¿Ron?—pregunté, atendiendo a su llamada.

No podía significar nada bueno bajo ningún punto de vista. Lo único que lo haría dejar de lado su orgullo sería un problema que se le hubiese escapado de las manos, para lo cual tenía que haberse quedado sin opciones.

—¡Mi hijo de puta favorito!—escuché que gritaba al otro lado de la línea, desesperado—. Necesito que me ayudes.

Resoplé, un gesto inconsciente al imaginar lo que me esperaba.

—¿Qué mierda hiciste ahora, Roland?—le recriminé, poniéndome de pie.

Estaba en la sala principal, en compañía de Duque. Ella permanecía sentada a mi lado, con la tranquilidad propia del mejor ser que ha pisado la tierra.

—La cagué, chico. La cagué hasta el fondo.

Tener la oportunidad de ver a Roland desesperado era una cosa, quizás no tan usual, pero que de vez en cuando podía llegar a suceder. Ahora bien, escucharlo llorar... eso sí que era nuevo.

—Solo dime en dónde estás—pedí entonces al reconocer la tristeza en su voz. Jamás lo había oído así de desesperado, y eso que llevábamos bastantes años de locuras encima—. Y por lo que más quieras, dime que no es...

La muerte del amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora