Capítulo 38 · ¿Nada es suficiente para quererme?

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CANCION PARA EL CAPITULO:

Don't worry, you will  - Lovelytheband

°

XXXVIII

FLYNN

Si hay algo que realmente puede molestarme de un segundo a otro, eso es que me cambien los planes. Dale las gracias a mi madre por tan linda característica.

Es peor cuando me mienten.

¿La cereza del pastel? Que yo haya cagado tantas cosas por culpa de eso.

Puede parecer exageración, pero de verdad fue un golpe bajo enterarme que teníamos al menos una hora de espera hasta que la fiesta comenzara, y que bien podríamos haber pasado era hora con mi madre sin la necesidad de irnos como nos fuimos. Pero al final, lo quisiera o no, eso era totalmente mi culpa. Iba a tener que ser yo quien enfrente luego las consecuencias.

Si no me mataba Catábasis, lo haría mi madre.

Tampoco hicimos mucho mientras esperábamos. Ron se ocupó de pensar bien, paso a paso, el plan y lo que haríamos. Kit y tú se la pasaron bromeando a los gritos como si fuesen amigos de toda la vida, usando la excusa de que de esa forma cualquiera que nos viera ahí iba a creer que no éramos más que un inocente grupo pasándola bien un domingo.

Les divertía en exceso molestarme, algo que al parecer tenían en común. Llegó un punto en el que no sabía si toleraba menos la presencia de Ron o el insoportable de Kit diciéndome:

—¿Por qué la cara larga, bebé?

—Déjame en paz, Kit.

—Eh, pero si estamos aquí para divertirnos, ¿no es así, Marlene?—y luego te miró, esperando que siguieras la broma—. No hay nada como quemar un par de cositas para sentirte mejor.

Cosa que morías por hacer, sin lugar a dudas.

—Es mi domingo favorito, sin duda.

—Claro, el mío también. Uno usual, además, como el de cualquier persona normal. Justo ayer fui a quemar casas de un par de colegas. Es algo que suelo hacer cada domingo.

—Después de ir a misa.

—Por supuesto. La misa es lo primero.

De repente, ambos se sonrieron con cinismo, ante lo cual no pudieron aguantarse una risita.

—¿Sabes cuál creo que es el problema, Kit?

—Dime.

—Hay gente que no nació para esto.

—¡Gente aburridísima!

—Y eso es lo que ganas por querer ser el héroe—te lanzaste sobre mí con una sonrisa de oreja a oreja que jamás vi en ti, usando una de tus manos para revolverme el cabello—, por algo todos quieren a la versión oscura y malvada del protagonista.

—Marlene sabe lo que se hace—te seguía el rubio con su actitud y energías que a mí me resultaban asfixiantes, pero que tú en cambio sabias aprovechar—. Te falta maldad, nene. Nadie puede divertirse sin una pizca de crueldad.

Dios santo, era el único adulto presente.

Tampoco estaba de humor como para ese tipo de bromas, pero a ustedes poco les importaba. La energía de Kit combinada con tu habilidad para ir en mi contra tampoco me importaba ni me afectaba en lo más mínimo, pero tenía mejores cosas en las que pensar. Temas que valían la pena, como todo lo que iba a acontecer en cuanto cayera el sol.

La muerte del amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora