Capítulo 10 · El vacío en demandar demasiado

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CANCION PARA EL CAPITULO:

505 - Arctic Monkeys

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X

ANDREW

—¿Sabes cuál es el objetivo de Catábasis?

En cuanto Dante abandonó el Tártaro a paso seguro, Roland volvió a dirigirme la palabra sin intentar erguirse. Era evidente que le significaba un esfuerzo sobrehumano que no estaba dispuesto a llevar a cabo dos veces seguidas, por lo que se mantenía inclinado sobre sus propias piernas ante la debilidad de su cuerpo.

—¿Qué mierda tiene eso que ver con nada, Roland?

Usar su nombre completo lo hacía enfadarse, era algo que tenía muy claro. Puede ser que sea cruel provocarlo en un momento de suma debilidad, pero estaba harto de tantas vueltas para algo simple.

—¿Lo sabes o no?

Me acerqué a él, agazapándome a su lado. Con mi zurda tomé tres de sus rastas con fuerza, llevándolas hacia atrás para de esa manera levantar su cabeza y obligarlo a mirarme. Tenía los ojos inyectados en sangre, la cara completamente roja ante la falta de oxígeno y sangre por todos lados.

—¡Por supuesto que no lo sé, y tampoco me importa un culo! Lo único que necesito es que me digas que mierda acabas de hacer para terminar aquí, imbécil.

Ni siquiera en tales circunstancias era capaz de dejar de lado su egocéntrico lado de poeta frustrado, gracias al cual estaba seguro de poder darle un lado metafórico a cada una de sus explicaciones sobre Catábasis. No sé si alguien más se daba cuenta de esto pero a Ron le fascinaba ese peligro, por ende lo enloquecía aún peor toda la historia detrás de él.

—¡Es lo que estoy intentando explicarte, inútil! ¿Sabes o no cuál es el objetivo de Catábasis?

—No—tuve que rendirme, aceptando seguirle el juego.

—Bien. El objetivo es su opuesto: Anábasis. En español, el ascenso. Bajar al infierno no sirve de nada si luego no vuelves a la tierra, de lo contrario no es más que una simple muerte. ¿Y cómo asciendes a la tierra? Cometiendo maldades. Maldades convenientes para tus tres amos: Hades, Dante y Virgilio.

Conforme hablaba, su voz se iba quebrando de manera gradual. El titánico esfuerzo que debía de estar poniéndole a hacerse entender era evidente en algo tan simple como su manera de hablar.

—Para salir de aquí hay que ser oscuros, Flynn—dijo, utilizando un tono diferente al llamarme por mi nombre recién inventado—. Cometer toda clase de pecados como para merecer el mismísimo infierno. ¿Y sabes lo que yo hice? ¿Quieres saberlo? Sospeché, imbécil. Me permití dudar. Nada es seguro en las profundidades de la tierra, chico. Todos sabemos eso, pero si alguien lo entendía antes que cualquier otra persona esa era Josephine. Ella estaba tan al fondo que lo único que tiene sentido, la única posibilidad de explicar su desaparición, es que se haya tratado de un asesinato. ¿Y por qué no uno planeado por Catábasis?

Josephine no era solo mi novia cuando todo sucedió, también era su mejor amiga. Nunca lograré comprender cómo la primera persona que debía haberme condenado por su desaparición, fue en realidad el único que logró creerme y defenderme, incluso antes de que yo mismo creyera en mi propio testimonio.

La muerte del amor ©Where stories live. Discover now