Capítulo 35 · Ella es mi novia

38 2 6
                                    

CANCION PARA EL CAPITULO:

Beautiful - Bazzi ft. Camila Cabello

°

XXXV

LOUIE

Despertamos ese domingo como si fuésemos personas distintas después de lo que hicimos, como si ya no pudiésemos estar más cerca. Vi tus mejillas sonrojadas mientras dormías, frunciendo el ceño con cierta molestia. Estabas recostada sobre mi brazo y apenas podía sentirlo, pero no me importaba tanto. Creo que incluso aguantaba la respiración con tal de no molestarte ni despertarte.

Hasta que lo hiciste.

—Qué feo te ves cuando recién te despiertas—mascullaste, estirando una de tus manos para revolverme un poco el cabello.

Bufé, poniendo los ojos en blanco.

—Y eso que todavía no te viste—respondí.

Miré al instante mi reloj de muñeca, esperando que no fuera del todo tarde todavía. Era domingo, el día que mamá me había pedido que te llevara a almorzar con nosotros. La primera mesa que compartiría después de años no solo con ella, sino también contigo.

—No puedo estar peor que tú—replicaste, acurrucándote en mis brazos—. ¿Cómo dormiste?

Fingí pensármelo, aunque sabía muy bien cuál era la respuesta.

—Genial, tan cómodo como se puede dormir en un sofá—dije, y carraspeé—. Anoche tenías tanto frío que hasta temblabas.

—Sí, ya sé, este no es el mejor lugar para dormir—murmuraste, clavando tus ojos en mí—. Escucha, si quieres que vaya contigo hasta Ghael tienes que al menos permitirme volver a mi casa un par de minutos para... ya sabes, arreglar ciertos asuntos.

—Me parece razonable—solté, echándote una mirada de arriba abajo.

Recibí un golpe en el hombro como indicio de que habías entendido el chiste a tiempo.

—Pasaré a buscarte sobre el mediodía, si te parece—intenté organizarme, empezando a pensar en qué tanto iba a tomarme darme una ducha y arreglarme para enfrentar el peor infierno—. Syra suele comer bastante tarde, sobre las dos o así.

Asentiste, pasando tu mano sobre mi cara como una caricia que se sintió extraña. No acostumbrabas a esa clase de gestos, pero por alguna razón seguiste explorando mis facciones, casi como un intento por memorizarlas bajo tus dedos.

Al menos así se sintió.

—¿No vas a darme ninguna advertencia?—pediste al cabo de un momento, hablando con seriedad—. Ya sabes, temas que es mejor evitar, chistes que no van a hacerle gracia.

—Siempre y cuando no le hables sobre política, estarás bien.

Pero mi broma no te convenció tanto.

—Vamos, Louie, algo tiene que haber que puedas darme para que no termine con mi nombre en rojo dentro de su lista negra.

—Mírale el lado bueno, estarás debajo de mí—respondí, a lo que luego esbocé una sonrisa—, justo como anoche.

Sentí tu mano colocándose en mi pecho, deteniéndome cuando quise inclinarme para acercarme más a ti. Ahora quien sonreía eras tú.

—Ya estarás en mi lugar y voy a disfrutar tanto de verte conocer a Candace.

La muerte del amor ©Where stories live. Discover now